viernes, 30 de noviembre de 2012

Nuevo número de La Vidriera

El nuevo número de La Vidriera que se repartirá este fin de semana en la Parroquia, puedes descargarlo pinchando aquí.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Evangelio del Domingo

Domingo de la trigésimo cuarta semana del Tiempo Ordinario. Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús:
— «¿Eres tú el rey de los judíos?.»
Jesús le contestó:
— «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mi?.»
Pilato replicó:
— «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?.»
Jesús le contestó:
— «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
Pilato le dijo:
— «Conque, ¿tú eres rey?»
Jesús le contestó:
— «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»

Jn 18, 33-37


El Evangelio de hoy nos presenta un pasaje del dramático interrogatorio al que Poncio Pilato sometió a Jesús, cuando se lo entregaron con la acusación de haber usurpado el título de «rey de los judíos». A las preguntas del gobernador romano, Jesús respondió afirmando que era rey, pero no de este mundo. No vino a dominar los pueblos y territorios, sino a liberar a los hombres de la esclavitud del pecado y reconciliarles con Dios.

Pero, ¿cuál es la «verdad» que Cristo vino a testimoniar al mundo? Toda su existencia revela que Dios es amor: esta es, por tanto, la verdad de la que dio pleno testimonio con el sacrificio de su misma vida en el Calvario. La Cruz es el «trono» desde el que manifestó la sublime realeza de Dios Amor: entregándose en expiación por el pecado del mundo, derrotó al dominio del «príncipe de este mundo» e instauró definitivamente el Reino de Dios. Reino que se manifiesta en plenitud al final de los tiempos, después de que todos los enemigos, y por último la muerte, hayan sido sometidos. Entonces, el Hijo entregará el Reino al Padre y finalmente Dios será «todo en todos. El camino para llegar a esta meta es largo y no es posible tomar atajos: es necesario que toda persona acoja libremente la verdad del amor de Dios. Él es Amor y Verdad, y tanto el amor como la verdad no se imponen nunca: tocan a la puerta del corazón y de la mente y, allí donde pueden entrar, ofrecen paz y alegría. Esta es la manera de reinar de Dios; este es su proyecto de salvación, un «misterio», en el sentido bíblico del término, es decir, un designio que se revela poco a poco en la historia.

Benedicto XVI