lunes, 25 de abril de 2016

Agenda


28, 29 y 30 de abril, a las 7,30, Triduo a San José Obrero. El día 29, después de la misa, tendrá lugar la Ofrenda Floral. Cáritas nos pide su ayuda, ofreciendo litros de aceite.

1 de Mayo, fiesta de nuestro Patrón. La Eucaristía es únicamente a las 11,30. Por la tarde, a las 6,30 se abrirá la iglesia para todo el que desee visitar a nuestro patrón.


Donación de sangre


En el año 2015, el papá Francisco, después del rezo del Ángelus, se dirigió a los Donantes de Sangre definiéndoles como “millones de personas que contribuyen, en modo silencioso, a ayudar a los hermanos en dificultad”.

En estas fiestas de nuestro patrón la Cofradía de San José Obrero nos hace un llamamiento a unirnos a estos millones de personas. Nos invitan a donar un poquito de nuestra sangre en este Año de la Misericordia. Quien desee hacerlo puede acercarse al autobús de donantes que el día 29, de 5 a 9, estará en C/ Nuestra Sra. de Sonsoles (junto a la Taberna del Viajero).

No debemos olvidar llevar el DNI.

miércoles, 6 de abril de 2016

La alegría del encuentro. Descubrir al Resucitado


¿Quién no ha experimentado alguna vez la alegría de un reencuentro? Cuando hace mucho tiempo que no ves a un amigo que vive lejos, o te encuentras por la calle con esa persona que significó tanto para ti durante algún momento pasado de tu vida, sientes una experiencia muy agradable que te deja durante un tiempo un grato recuerdo y una sonrisa de oreja a oreja.

¿Y qué pasaría si de pronto nos encontrásemos con una persona que ya no está entre nosotros porque ha muerto?, ¿Cuál sería nuestra reacción? Quizás sentiríamos miedo o no nos lo acabaríamos de creer, ¡quién sabe!, pero seguro que después de que nuestros sentidos humanos reaccionaran y la razón llegase a entender que la resurrección es posible, sin duda que la alegría que experimentásemos sería infinita.

Pues Jesús resucitó, ya se lo había anunciado a sus apóstoles pero éstos estaban “asustados y con las puertas cerradas por miedo a los judíos”. En esos momentos de angustia, de incertidumbre, de desaliento, las promesas se olvidan y sólo vienen a la mente los últimos momentos de tormento y agonía.

Tal y como nos narran los evangelios de Pascua, Jesús fue apareciéndose a diferentes personas tras la Resurrección. A María Magdalena, a Pedro, a los Apóstoles, a los Apóstoles cuando estaba Tomás, a los discípulos de Emaús,... Y en estas apariciones hay un elemento común, la alegría. La Magdalena y las mujeres corren a contárselo a los Apóstoles, éstos también se lo cuentan al incrédulo de Tomás, y los caminantes de Emaús sienten cómo les arde el corazón mientras van de camino, junto a aquel Peregrino desconocido.

Ser cristiano significa ser seguidor de Cristo y no tenemos que quedarnos en esa imagen de un hombre joven, demacrado por el sufrimiento, cuyo cuerpo pende de una Cruz. El verdadero cristiano descubre la alegría del Resucitado, de aquel que alienta a los suyos diciendo “paz a vosotros”, es decir, calma para los problemas, tranquilidad para llevar la vida. Un Jesús que se sigue haciendo el encontradizo entre los más sencillos y en los gestos más simples, ya que por algo quiso que se le recordara al partir el pan, que cada día ganamos con nuestro trabajo y compartimos con nuestra familia.


viernes, 1 de abril de 2016

Evangelio del domingo


¡Señor mío y Dios mío!

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discí­pulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
— «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
— «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
— «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
— «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó:
— «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
— «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás:
—«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás:
— «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo:
— «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin ha­ber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.


Jn 20, 19-31


Fuera y dentro        

Este segundo domingo de Pascua, el Evangelio, nos habla de la situación general de los discípulos. La segunda parte, nos habla de uno en particular: Tomás.

Sobre los discípulos en general, se nos describe la situación extrema en que vivían después de la muerte de su maestro: con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, les dio su paz y su Espíritu y les ordenó salir a anunciar el Evangelio. También en nuestras comunidades muchas veces cerramos puertas por causas diversas. El Resucitado nos invita a salir al encuentro del hermano que está dentro de la parroquia, pero también del que está fuera. Hagamos una parroquia de puertas abiertas.

El discípulo Tomás, no había visto a Jesús, porque estaba fuera. La comunidad puede ser un lugar de encuentro con el Señor. A veces, cuando estamos fuera, en el mundo, ese encuentro no se produce, por mil causas. Tomás se había hecho un escéptico. Sólo cuando vuelve es cuando reconoce a Jesús en sus cicatrices y confiesa su fe: “Señor mío y Dios mío”. A Jesús le podemos encontrar en cualquier lugar. Tenemos que estar en el mundo y a la vez, debemos nutrirnos de la comunidad. No se trata de elegir en un sitio o en otro. Hay que estar en los dos sitios: fuera y dentro. Solo así podremos confesar con Tomás: “Señor mío y Dios mío”.

Nuevo número de La Vidriera


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