viernes, 20 de mayo de 2016

Orar con el Icono de la Trinidad de la Misericordia


Contempla en el icono a las tres personas que abandonan su propio círculo en su volverse hacia la humanidad doliente. Salen de sí mismas para cooperar conjuntamente en su amor a la humanidad y crear así una unidad de misericordia. Es una invitación a construir la Comunidad cada día, a ser referencia de comunión para nuestro mundo, a ser profecía que hace visible unas relaciones basadas en el amor, el perdón, la estima, el diálogo…

Como en el Icono de la Trinidad, nuestro mundo está clamando, gritando. En él existen situaciones límite en las que el Reino está en juego. Tenemos que vivir alerta con los ojos puestos en el Señor y en la realidad del mundo. No nos podemos paralizar por el miedo, el dolor o la desesperanza, tenemos que activar en nosotros la entrega de la vida. Nuestro reto, al igual que en este icono debe ser sostener, servir y alentar a nuestro mundo, en especial a esta humanidad sufriente, a los Pobres, enfermos, oprimidos... 



En el Icono contemplamos a la Trinidad que recibe en su centro a la humanidad doliente, herida, medio muerta. Alrededor de la humanidad, envolviéndola, como abrazando al ser humano, están tres círculos inclinados unos hacia otro, con las tres personas de la Trinidad: El Padre, El Hijo y El Espíritu.

El Padre: La más grande de las tres personas, pone las manos bajo los brazos de la creatura humana para sostenerla. Pone toda su fuerza para ayudar al ser humano a alzarse. Besa a la humanidad como Padre misericordioso.

El Hijo: Al otro lado del ser humano, El Hijo, que se inclina sobre él y le sirve, en un gesto que recuerda el lavatorio de los pies. Las llagas nos muestran que es el Resucitado. Por la Resurrección sabemos que Dios está de parte de los pobres y excluidos.

El Espíritu: Alienta y fortalece el actuar conjunto del Padre y el Hijo, y a la humanidad sufriente. Es expresión del Amor. En forma de fuego y paloma está a punto de entrar en el corazón del ser humano para resucitarlo, darle Vida.

Siéntete parte de este mundo en brazos de la Trinidad, que te sostiene y alivia, que te alienta y fortalece.

Te adoro, Trinidad Santísima, un solo Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo y te doy gracias por todos las mercedes que he recibido de tu bondad. Te entrego mi corazón y cuanto me pertenece, para cumplir por siempre tu santa voluntad. Amén

(Santa Luisa de Manillac)

sábado, 7 de mayo de 2016

La Ascensión del Señor


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto». Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios. 

Lc 24,46-53


jueves, 5 de mayo de 2016

Agenda


- Rezo del Rosario, a las 19,00 h, antes de Misa

- Comuniones: los días 8, 15 y 22 de mayo, a las 11,00 h. El día 21 de mayo a las 18,00 h

- Novena del Sagrado Corazón: del 25 de mayo al 3 de junio, a las 19,30 h.

- Confirmaciones, el día 4 de junio, a las 19,30 h.

San José y la luz


La luz tiene un poderoso poder de atracción. Hoy ya no hay lumbres en las casas como antes. Uno se podía pasar horas mirando al fuego, y mientras lo hacía, encontraba la luz para su vida. Hoy solo miramos la televisión y hemos perdido esa capacidad para buscar la luz por nosotros mismos.

Nuestra vida está en conflicto constante. Cuando nos pasa algo nos parece que solo nos pasa a nosotros. Las discusiones, los problemas en el trabajo, los desencuentros en el matrimonio, los conflictos sociales…

No hay nada nuevo bajo el sol. El libro de los Hechos nos habla de un conflicto que tuvieron los primeros cristianos y los apóstoles. Hoy nos puede parecer que discutían por una tontería. Pero para ellos era algo muy importante. El problema era que muchos nuevos cristianos no eran judíos, sino que venían del ámbito pagano. Ni conocían, ni querían guardar las leyes y costumbres del judaísmo Los apóstoles eran judíos y seguían las costumbres judías. Así que llegó el conflicto. Lo resolvieron hablando en el primer concilio de la Iglesia, el de Jerusalén. El Libro de los hechos, nos dice que dieron con la solución entre todos, pero abrieron sus mentes a la luz del Espíritu Santo.

El conflicto más grande que tuvo san José acabaría con los nervios de cualquier persona de hoy. Cuando se enteró que su mujer estaba encinta y él no era el padre, encontró la luz en los sueños. Y se fió de lo que había descubierto.

Nosotros también necesitamos luz. Estamos tan encerrados en nuestra propia carne, que somos incapaces de buscar luz fuera de nosotros. El poder de la oración, de la vida interior es el descubrimiento de la luz que guía nuestros pasos. El que tiene ese poder descubre las banalidades por las que discutimos, los egoísmos que sostienen nuestros planteamientos. Un mundo tan frenético como el nuestro no deja espacio para encontrar la luz. Por eso estamos perdidos en mil oscuridades. Por eso somos tan infelices.


Nuevo número de La Vidriera


El número 83 de la hoja parroquial La Vidriera, que se repartirá este domingo en la Parroquia, ya puede descargarse haciendo click aquí.