miércoles, 16 de marzo de 2016

San José, el padre educador (en la fiesta de San José)


La escultura de San José con Jesús de niño que está fuera de la Iglesia, nos evoca otro gran tema de la representación de san José. Es el padre educador, que con paciencia enseña a Jesús todo lo que sabe. En nuestra escultura aparece José con la mano en el hombro del niño, mirándole a la cara en actitud de diálogo y de cariño, con una sierra en la mano.

Reflexionar sobre la educación de los hijos es una tarea imprescindible en nuestro mundo.

Educar no solo es transmitir conocimientos que el niño aprende como un papagayo. Educar es acompañar el proceso de aprendizaje de los niños. Un proceso que nunca termina. En este proceso, lo importante es dotar a los niños de los instrumentos para despertar su curiosidad; es descubrir con ellos el mundo, la vida con sus propios ojos, no con los nuestros. Educar es aprender a mirar lo que nos hace daño, lo que nos impide ser más felices, lo que provoca injusticias a nuestro alrededor… Educar es transformar con nuestras manos y nuestra cabeza todo lo que nos impide crecer como personas, como comunidad. Cuando desentrañamos la realidad con los más pequeños descubrimos los valores que nos hacen más personas, junto con los contravalores que nos hieren.

José, que es el educador de Jesús, se ve sorprendido cuando se cambian los papeles y es Jesús quien le educa a él. Hay algo en los niños y en los jóvenes que nos enseña a nosotros, si tenemos paciencia.

En nuestra parroquia ha de surgir una pregunta: ¿Cómo podemos acompañar a los niños y a los jóvenes para que descubran el gran tesoro de la fe? Quizá no hay una sola respuesta para esta gran pregunta. Lo que sí parece claro es que la fe no se puede meter con un calzador. Ha de ser siempre un proceso de descubrimiento progresivo.


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