domingo, 31 de mayo de 2020

Evangelio del Domingo


DOMINGO DE PENTECOSTÉS

PRIMERA LECTURA 
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 1-11)
AL cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.
Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo:
    «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».
Palabra de Dios.

Salmo responsorial (Sal 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34 (R/.: cf. 30))
R/.   Envía tu Espíritu, Señor,
        y repuebla la faz de la tierra.
        V/.   Bendice, alma mía, al Señor:
                ¡Dios mío, qué grande eres!
                Cuántas son tus obras, Señor;
                la tierra está llena de tus criaturas.   R/.
        V/.   Les retiras el aliento, y expiran
                y vuelven a ser polvo;
                envías tu espíritu, y los creas,
                y repueblas la faz de la tierra.   R/.
        V/.   Gloria a Dios para siempre,
                goce el Señor con sus obras;
                que le sea agradable mi poema,
                y yo me alegraré con el Señor.   R/.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1 Cor 12, 3b-7. 12-13)
Hermanos:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo.
Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.
Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Palabra de Dios.

SECUENCIA
Ven, Espíritu divino,
   manda tu luz desde el cielo.
   Padre amoroso del pobre;
   don, en tus dones espléndido;
   luz que penetra las almas;
   fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
   descanso de nuestro esfuerzo,
   tregua en el duro trabajo,
   brisa en las horas de fuego,
   gozo que enjuga las lágrimas
   y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
   divina luz, y enriquécenos.
   Mira el vacío del hombre,
   si tú le faltas por dentro;
   mira el poder del pecado,
   cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
   sana el corazón enfermo,
   lava las manchas, infunde
   calor de vida en el hielo,
   doma el espíritu indómito,
   guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
   según la fe de tus siervos;
   por tu bondad y tu gracia,
   dale al esfuerzo su mérito;
   salva al que busca salvarse
   y danos tu gozo eterno.


Aleluya

R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.
V/.   Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
        y enciende en ellos la llama de tu amor.   R/.

EVANGELIO 
Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 20, 19-23)
AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
    «Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
    «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
    «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Palabra del Señor.


HOMILÍA
El día de Pentecostés es una de las grandes fiestas de la Iglesia. Es una pena que pase un poco desapercibida entre los cristianos, así como el sacramento de la Confirmación. Sin Espíritu, el evangelio se queda en un libro histórico de admirable literatura. Sin Espíritu, no son posibles los sacramentos;  la Eucaristía no podría existir si el Padre no envía su Espíritu para que transforme el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo; el Sacramento de la Reconciliación no podría existir, si el Espíritu no nos da el poder para perdonar o retener los pecados…
El Espíritu nos ayuda a hablar con un lenguaje que todos entienden, tal y como les pasó a los apóstoles cuando recibieron las lenguas de fuego y se pusieron a hablar, y todos les entendían. Hoy escuchamos tantas palabras, a menudo falsas e interesadas, que necesitamos la frescura del Espíritu para enfrentarnos a la verdad. El lenguaje también es importante, como lo es el contenido de lo que decimos. Va todo en el mismo bloque. Deberíamos preguntarnos en la iglesia si nos dejamos conducir por el Espíritu, porque muchas veces no se nos escucha, no se nos entiende, quizá porque nos falta claramente la frescura, la autenticidad del Espíritu. Laicos poco convencidos, clero muy desanimado… Son evidencias de que transmitimos poco, de que no nos sentimos enviados por Jesús, ni conducidos por el Espíritu en todo lo que hacemos.
Por otro lado, están las divisiones. Evidencian la ausencia del Espíritu Santo en nuestras vidas. Hay que renovar la ilusión en nuestra iglesia, ilusión por construir una comunidad al estilo de Jesús, una comunidad de hermanos que buscan estar unidos, a pesar de sus disputas, de sus choques… La comunidad verdadera no es la comunidad perfecta, ni la comunidad ideal. El Espíritu nos reúne para que seamos hermanos, aceptando nuestras debilidades, corrigiéndonos en nuestras miserias, animándonos en nuestros cansancios. Esa es la comunidad del Espíritu, que busca la unidad, no la uniformidad. Por eso San Pablo nos recuerda la importancia de respetar la diversidad de dones y carismas. La unión en Cristo ha de construirse cada día a partir de nuestras diferencias. Cualquier intento de apagar los carismas de los demás, es ahuyentar al Espíritu Santo.
La presencia de María y otras mujeres entre los apóstoles que recibieron el Espíritu, nos recuerda que la evangelización es cosas de todos. María, que recibió el Espíritu desde el principio, antes que nadie, es siempre modelo de espiritualidad desde la sencillez de vida, modelo de evangelización para la Iglesia, porque siempre ha de ser madre que entrega la vida por todos los hombres del mundo.
Espíritu Santo, danos tus siete dones para que podamos comenzar una nueva vida, como si comenzara una nueva creación, como si fuera el primer día de la semana, el primer día de la vida. Abre nuestras puertas cerradas por el miedo y la oscuridad. Inúndanos de tu paz y tu alegría. Feliz Pentecostés a todos.

NOTA:
 Ante el final de la Pascua y el próximo final del confinamiento, dejaremos de publicar los comentarios diarios del evangelio. Eso no implica que la Palabra de Dios siga estando muy presente en la oración de cada uno. Quisiera agradecer la labor de Jorge Mongil, el encargado del blog parroquial. Cada día, ha publicado todos los textos y canciones en dicho blog. Muchas gracias por tu trabajo, Jorge. Muchas gracias a todos los que habéis mantenido durante este tiempo de confinamiento el espíritu de comunidad parroquial.
Un abrazo de hermano y amigo a todos.
José Carlos

En el mes de mayo, una canción a María


sábado, 30 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 21, 20-25)

EN aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»
Al verlo, Pedro dice a Jesús:
    «Señor, y éste, ¿qué?»
Jesús le contesta:
    «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme.»
Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?»
Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.
Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo podría contener los libros que habría que escribir.
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Concluye el evangelio de san Juan con este breve pasaje, que es continuación del de ayer. Es una invitación al seguimiento. El discípulo amado sigue a Jesús. Pedro inicia su seguimiento verdadero, puesto que hasta ahora había seguido a un Jesús idealizado, un Mesías glorioso. En cambio, el discípulo amado, había estado siempre dispuesto a morir con Jesús, que es lo mismo que entregar su vida por las ovejas. Ese es el verdadero discípulo de Cristo.
Pedro había comprendido que el discípulo amado era el discípulo perfecto, el que siempre había estado al lado de Jesús, el que le había reconocido primero en la aparición del lago. Pero Jesús amonesta de nuevo la incomprensión de Pedro. Seguirle no admite mediaciones. No se trata de imitar al discípulo amado, porque cada uno ha de seguir su camino. Y el camino de un discípulo de Jesús no admite mediaciones: no hay que seguir a un seguidor de Jesús; hay que seguir al Maestro mismo.
En la vida de fe hay muchas personas que nos pueden ayudar, hay muchos santos que nos inspiran; incluso María, puede ser muy importante en nuestra espiritualidad. Pero todas ellas son mediaciones que han de llevarnos a Cristo Jesús, al Maestro. Solo a él hemos de seguir, cada uno con su originalidad personal. Empeñarnos en imitar a otros no sirve de nada, solo a frustrarnos penosamente, a competir entre nosotros. Jesús quiere que Pedro le siga a él, que se olvide del camino de seguimiento que hacen los demás. Esto hace que aceptemos la originalidad de nuestros hermanos sin renunciar a lo que cada uno de nosotros somos. En Jesús no se diluye nuestra personalidad. Al contrario, en su relación con él, nos expresamos de manera auténtica, nos descubrimos a nosotros mismos, nos valoramos en las maravillas que Dios hace en nosotros. A la vez, somos capaces de valorar también a nuestros hermanos, de descubrir su potencial y su aportación al Reino. ¡Cuántos celos y competencias desaparecerían si siguiéramos sólo a Jesús!. Feliz sábado.

En el mes de mayo, una canción a María


viernes, 29 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 21, 15-19)

HABIÉNDOSE aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, le dice a Simón Pedro:
    «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?».
Él le contestó:
    «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice:
    «Apacienta mis corderos».
Por segunda vez le pregunta:
    «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?».
Él le contesta:
    «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Él le dice:
    «Pastorea mis ovejas».
Por tercera vez le pregunta:
    «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó:
    «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice:
    «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras».
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió:
    «Sígueme».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Los fragmentos de hoy y de mañana constituyen la conclusión del evangelio de Juan, y están en relación con todo lo expuesto en ese evangelio.
El texto destaca el desenlace de la actitud de Pedro, que durante todo el evangelio ha sido de choque con Jesús. El evangelista no ha ocultado la idea equivocada que Pedro tenía de Jesús. El discípulo veía en él un Mesías triunfante, capaz de extender su dominio político sobre el pueblo de Israel. Por eso no puede entender el gesto del lavatorio de los pies y se niega en un principio a ser lavado por Jesús; también en la cena fanfarronea al afirmar que le va a seguir incondicionalmente, pero Jesús anuncia las tres negaciones durante el canto del gallo.
No estaba Pedro con Jesús en la cruz. Solo estaba Juan, el discípulo amado. Jesús le hace la triple pregunta: “¿me amas más que estos?, ¿me amas? , ¿me quieres?. Intenta hacerle comprender que su tarea en este mundo no es imponerse a los hombres como un Mesías poderoso, sino como un siervo humilde que da la vida por sus ovejas. Ante las tres negaciones, Jesús le hace las tres preguntas para que afirme su amor por él, un amor que debe ser mayor que el de sus compañeros, porque tiene destinado para él la misión de ser el pastor de la iglesia naciente. Pero para ser pastor, hay que estar dispuesto a dar la vida por las ovejas. Un líder desde Jesús, no se impone por la fuerza, sino que sirve al rebaño con amor para conducirle por los mejores caminos.
Este evangelio nos ayuda a entender la misión de los discípulos, de todos nosotros: no estamos unidos a Jesús como a una idea por la que luchar; estamos unidos por amor profundo a su persona, que se manifiesta en las ovejas del rebaño, en todos los seres humanos, especialmente los más indefensos, hasta el punto de dar la vida por ellos.
Por otro lado, este evangelio, nos recuerda que las personas, igual que Pedro, no comprendemos todo de golpe, a base de lecciones teóricas. Se aprende a vivir viviendo. Se aprende a seguir a Jesús poco a poco. La vida entera es un largo aprendizaje. El evangelio es una puerta que cada día nos introduce más adentro.
Pedro tardó mucho en comprender a Jesús, como a nosotros nos ocurre muchas veces. Pero tenemos junto a nosotros al maestro bueno y paciente que hace gestos significativos para que vayamos comprendiendo, nos llenemos de la fuerza de su vida, del significado de su mensaje. A veces, ante la propuesta de que perdonemos a nuestros enemigos, nos inquietamos porque no somos capaces de hacerlo en el momento. El perdón es de las cosas más grandes que hacemos los hombres. Pero requiere tiempo, presupone comprensión de todos los aspectos que han llevado a la ruptura, y sobre todo, requiere la fuerza del amor de Jesús, siempre dispuesto a entregar la vida. Cuando leemos el evangelio y descubrimos las metas tan altas a las que nos llama, no hemos de agobiarnos pensando que no podemos; al contrario, hemos de ponernos en marcha, iniciando un camino, en el que Jesús siempre nos impulsará con paciencia y amor. Su camino es nuestro camino. Él siempre va delante para abrirlo. Feliz día.

En el mes de mayo, una canción a María


jueves, 28 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 17, 20-26)

EN aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo:
    «No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.
Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Al leer este pasaje evangélico sobre la unidad, seguro que nos vienen a la mente las profundas divisiones que amenazan nuestro mundo. Divisiones que separan a países entre ricos y pobres, que enfrentan a ciudadanos ideológicamente, que provocan cruentas guerras… Es evidente que nuestro mundo está muy dividido, aunque cada día es más uniforme: en las modas, en el consumo, en las costumbres. Todo lo contrario que nos dice el evangelio, que nos pide unidad en la diversidad
 Miremos a Jesús, miremos al Padre; ambos están unidos completamente. Por eso ruega por sus discípulos para que estén también unidos. Jesús está rogando por todos nosotros para que busquemos la unidad. Sin embargo, hemos de decir que a veces, también en la iglesia, hay desunión: enemistades, guerras solapadas, concepciones ideológicas enfrentadas… Es importante que todos los cristianos dediquemos frecuentemente un tiempo a meditar sobre este tema de la unidad.
Una de las cosas que rompen la unidad es la imposición de la uniformidad. Cada ser humano es único, diferente al resto. Cada grupo o sociedad también tiene sus particularidades. A veces nos molestan los que no son como nosotros, los que no hacen lo que nosotros, los que viven de otra forma… No es fácil llegar a la unidad. Ésta, tiene que ser construida cada día. Requiere una fuerte dosis de tolerancia. Solo puede ser conseguida si nos dejamos seducir por la fuerza de Cristo Jesús: nos une su palabra, su persona que se hace presente en la Eucaristía, sus sentimientos…
San Pablo recuerda que al igual que el cuerpo es uno, pero tienen muchos miembros, también la Iglesia es una, pero en ella hay diversidad de carismas y ministerios. Todos somos necesarios. Por eso, todos los intentos de uniformar a la iglesia en un único pensamiento en cuestiones que no son dogma de fe, en un solo modelo de pastoral, contradicen la unidad que nos pide Jesús. Es momento de revisar nuestras envidias solapadas, guerras ideológicas, favoritismos manifiestos, anulación de carismas, etc Si Cristo vive en nosotros, entonces se notará que estamos llenos de su amor. Si no es así, el odio prevalecerá. Buenos días

En el mes de mayo, una canción a María


miércoles, 27 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 17, 11b-19)

EN aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo:
    «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Sigue Jesús en el evangelio de hoy, como en el de ayer, hablando del mundo. A veces se han entendido mal estas palabras de Jesús. En ocasiones se ha visto al mundo como una fuente de maldad, por lo que no hay que mezclarse con la gente ya que nos puede contaminar. Lo que se llamaba la huída del mundo provocó que algunos se recluyeran en los conventos para vivir “puros” en contacto con Dios exclusivamente. Pero Jesús no nos dice eso. Es más, quiere que estemos metidos dentro del mundo (“no te ruego que los retires del mundo”). Jesús se mezcló con los pecadores, con los enfermos, con ricos y pobres, con prostitutas, militares… Y nos pide a nosotros lo mismo, que estemos atentos a las personas que nos rodean, que no seamos maniqueos separando a los buenos de los malos, porque nadie es bueno absolutamente, salvo Dios.
Por tanto, hay que implicarse en este mundo, en sus luchas, en sus problemas; implicarse sobre todo con las personas, pero también con las estructuras sociales. El papa Francisco también nos lo dice: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (EG 49)
Pero Jesús nos advierte: no sois del mundo, pero estáis en él. No somos del mundo porque nuestros criterios no son los de este mundo, los de las tinieblas: el afán por poseer, el deseo de dominar, la intención de aparentar… No nos engañemos; los motores de este mundo no son los que nos propone Jesús. Jesús propone el amor incondicional como base para la fraternidad, el perdón para poder convivir en armonía, la generosidad y el compartir para que todos se puedan sentar a la mesa…
Vivimos en mundo complejo. A veces no es fácil discernir qué es lo más conveniente en nuestra vida y en nuestra implicación en el mundo. Por eso Jesús pide por nosotros, para que no dejemos enredarnos por la fuerza del mal. Que nos dé lucidez para que no nos atrapen los hilos de este mundo, Feliz día

En el mes de mayo, una canción a María


martes, 26 de mayo de 2020

Evangelio del día


San Felipe Neri

Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 17, 1-11a)
EN aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, dijo Jesús:
    «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese.
He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado.
Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
La liturgia de hoy recuerda a un santo italiano del siglo XVI, San Felipe Neri. Sacerdote y músico italiano, fundador de la congregación del oratorio. Dedicó su vida a la oración y a la ayuda de los más pobres.
En el evangelio, Jesús hace una oración de confianza en el Padre cuando llega el momento de la entrega de la vida. En esa entrega alcanza la gloria. También nosotros alcanzamos la gloria en la entrega a los demás: si en tu trabajo te desvives por ayudar, si con tus vecinos deseas tener armonía para detectar sus dificultades, si en la parroquia y en la sociedad buscas el bien común… te estás entregando como Jesús. Quizá no alcances gloria a los ojos del mundo, pero le darás gloria a Dios.
Cuando oímos hablar de vida eterna, se nos viene a la cabeza la muerte. Sin embargo Jesús nos explica qué es la vida eterna: conocerle a él, conocer sus palabras; eso es la vida eterna.
Nosotros somos discípulos de Jesús. A veces nos parece mentira que sigamos siéndolo, con todos los reclamos que este mundo nos proporciona. Jesús nos sostiene con su oración al Padre. Ruega cada día por nosotros, para que no nos perdamos en los odios que el mundo produce, en los egoísmos que la vida enseña, en las vanidades que esta tierra fomenta. Gracias, Señor Jesús por seguir pidiendo por nosotros y mantener nuestra fe. Feliz día

En el mes de mayo, una canción a María


lunes, 25 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 16, 29-33)

EN aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús:
    «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios».
Les contestó Jesús:
    «¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
En estos días de soledad para muchos, este evangelio resuena en nuestro interior de manera especial. “No estoy solo”, dice Jesús. Siente la cercanía del Padre, que aunque aparentemente le haya abandonado, siempre ha estado ahí, a su lado.
No han estado solos nuestros difuntos cuando han muerto durante la pandemia, sin la compañía de sus seres queridos, encerrados en una habitación. En esos momentos, la fuerza de Dios actúa de forma especial, sentimos su abrazo acompañándonos como nunca nadie lo ha hecho. No estaban solos nuestros mayores confinados en sus casas, esperando la llamada de teléfono de los suyos. También Jesús les ha acompañado, aunque tuvieran momentos de bajón y de tristeza. Hemos de saber que ninguno de nosotros estamos solos, aunque muchas veces sintamos que alguien nos da de lado, aunque pensemos que nadie nos entiende, aunque nuestros amigos y conocidos hayan roto lazos con nosotros. Jesús nos acompaña cuando el mundo no nos entiende en la tarea del anuncio del evangelio. Su fuerza y su poder vienen a nosotros para llenarnos de su paz. Por el contrario, si nuestras luchas en el mundo no son de Dios, no son del evangelio, esa paz no llegará nunca. Quizá esa sea la peor soledad, cuando no podemos encontrar esa paz en Jesús, porque no hemos sido honestos con la fe. Pero también entonces Jesús, llama a nuestra puerta para acompañarnos. ¿Le abriremos? Que la semana que comienza sea dichosa.

En el mes de mayo, una canción a María


domingo, 24 de mayo de 2020

Evangelio del Domingo


Conclusión del santo Evangelio según san Mateo (Mt 28, 16-20)
EN aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
 «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».
Palabra del Señor.


HOMILÍA DE FÉLIX AYUSO

MIRAR AL CIELO PARA CAMINAR DE UN MODO NUEVO EN LA TIERRA
Después de 40 días en los que el Resucitado se aparece a sus discípulos, de 40 días en los que hemos ido gustando y conociendo la vida divina; hoy Jesucristo, Resucitado asciende al cielo.
Él se ha hecho parte de nosotros, se ha convertido en nuestro maestro, aquel que nos guía y ahora esa parte entra en el cielo, Él está ya allí.  Formamos parte del cuerpo de Cristo, vivimos en la Tierra pero nuestra cabeza está en la Gloria, precediéndonos, allá iremos todos. Y mientras vivimos con los pies en la tierra pero la cabeza en el cielo.
Esto tiene varias implicaciones:
1)  En Cristo podemos ver la Gloria y experimentarla: “Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros”.  Vemos con los ojos de Jesús el seno del Padre, su corazón, la gloria en la que habita. Vemos aquello que ESPERAMOS vivir también nosotros, la herencia que nos espera. Y experimentamos la grandeza de su poder en nosotros. Jesucristo se convierte así en nuestra mirada, nuestra esperanza y el poder que nos mueve en este mundo. Solo es necesario que permanezcamos unidos a él y unidos en su cuerpo: que dejemos que él sea nuestra cabeza que veamos con sus ojos, oigamos con sus oídos, que nos muestre el cielo, nos haga comprender lo que Él ve y comprende y nos dejemos mover por él con docilidad. Y esto cada día, cotidianamente, porque Cristo “está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
2)  La Tierra la vemos desde el cielo, con los ojos de Dios.
En Cristo hemos sido elevados nosotros también, vivimos en esta tierra y en este momento concreto tan difícil para todos, pero lo vemos desde el cielo, donde está nuestra cabeza, lo cual significa:
a)  Que vemos las cosas en todo su conjunto global y no solamente lo que a mí me toca o me interesa; y vivimos él todo, nos duele todo nuestro mundo, aunque ahora mueran sobre todo personas en Brasil, o el avión que se ha caído sea en un país de medio oriente. Un cristiano no puede hacer “partidismo”, no puede vivir desde el “egoísmo o el nacionalismo”,  de mi casa, mi empresa, mi clase social, mi pueblo o mi país. Vemos y vivimos el todo desde el cielo vemos y sentimos todo con los ojos y el corazón de Cristo, lo cercano y lo lejano: las filas de familias que piden alimentos en los barrios de Madrid, en Ávila o en Venezuela; los ancianos que están muriendo solos en las grandes ciudades de Europa o los que mueren sin atención marginados por el miedo en los países del tercer mundo. Los progresos en el campo médico en China o en Barcelona o en Estados Unidos. La globalización se produjo mucho antes de lo que la gente de hoy piensa, se produjo en Jesucristo. Él nos ha hecho a todos los creyentes un solo cuerpo que siente y vive lo mismo y quiere que esta vida llegue a todos los hombres.  Pero es la globalización de la vida de Cristo, de su vida en el cuidado y amor mutuos no de los cotilleos, ni de los intereses económicos, ni de la explotación de la tierra o las personas, ni de las enfermedades que dañan la humanidad y la tierra…
b)  Caminar entre los hombres, pero más elevado que el común de ellos, no por superioridad, sino porque Dios nos saca de nuestros fangos, trincheras, partidos, nos hace caminar sobre las aguas. En estos momentos de bajezas políticas de aprovechamiento del caos en todos los países para colarnos leyes que destrozan la armonía o dejan  la intemperie a los más desfavorecidos; de aprovechamiento partidista del miedo o del hartazgo de las personas, de la violencia que se está empezando a generar entre los hombres porque estamos siendo llevados al límite… En estos momentos, especialmente tenemos que dejar que Cristo nos haga ascender de estos barros, enfrentamientos y posicionamientos parciales, para descubrir y trabajar por lo necesario, por el pan y la salud de todas las personas; para que nuestros brazos sirvan para darnos una mano y no un puñetazo, para que nuestros encuentros lleven paz y abran caminos de esperanza, canales de solidaridad y fraternidad y no de confabulación o violencia; el tiempo de superar los miedos que provocan entre nosotros fronteras y violencia, para acoger la esperanza que nos muestra Cristo y caminar paso a paso hacia ella.
Ni ahora, ni nunca es el tiempo de quitarle nada a nadie, ni sus bienes, ni sus derechos, ni las ayudas… sino de comprender que lo que yo tengo se sostiene en la medida que lo comparto, el tiempo de poner lo que tengo y lo que soy, por voluntad propia y no por imposición de nadie al servicio del bien de todos, de todo el “Cuerpo”; de ver al otro no como un riesgo, o un enemigo, sino como parte de mi cuerpo, al que cuidar y que cuida de mí. Así lo han hecho tantos taxistas en Madrid que durante esta cuarentena han llevado gratis a sanitarios y personas enfermas, tantas personas (de todos los estamentos y clases sociales) que han dado y siguen dando su dinero, su tiempo y sus esfuerzos para salir de esta. Para cuidar a todos especialmente a los más desfavorecidos: ancianos, enfermos, personas sin recursos… Porque así les sale del corazón, porque así se lo muestra Dios, que les ha ayudado a elevar su mirada, su corazón y su vida. Porque viven como cuerpo de Cristo, viendo la realidad como Él la ve y compartiendo con todos los que lo formamos.
3)  Queridos hermanos, este es la visión de Cristo y el camino que Él nos da. QUE SEA TAMBIÉN EL NUESTRO, que no nos dejemos atrapar por ninguna ideología ni bandera de esta tierra, que no nos dejemos atrapar por ellos, ni nos escondamos con ellos detrás de ninguna trinchera, lo nuestro no es luchar contra nadie, ni quitarle nada a nadie; lo nuestro no es asegurar nuestro bienestar, nuestros bienes y nuestra salud; sino procurar que la salud, la salvación y el amor de Dios lleguen a todos los hombres, que todos conozcan y se animen a formar parte de este cuerpo. Sin imponérselo pero mostrándoselo y ofreciéndoselo, estando a su lado, pero sin dejarnos atrapar por sus intereses, ideologías o pretensiones:  -«Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.”
Feliz día de la Ascensión, Cristo se ha elevado al cielo. Que él nos eleve a nosotros también.


HOMILÍA DE JOSÉ CARLOS

También los relatos de la ascensión, como los pascuales, tienen pequeñas diferencias. En el caso de Mateo, que es el que se lee este año, vemos que no se cita expresamente que Jesús subiera al cielo, aunque se supone, porque lleva a sus discípulos a un monte alto de Galilea. La visión que los discípulos tienen en el monte, recuerda a las teofanías, manifestaciones de Dios, que se dan en el Antiguo Testamento. Igual que Moisés en el monte donde se encuentra con Dios, los discípulos se postran ante Jesús, reconociéndole como Dios. Cuanto más conocemos a Jesús, los hechos de su vida, sus palabras, su amor por los hombres, nos damos cuenta de que solo él merece ser adorado, solo él reconocido como la Verdad.
 Como a algunos discípulos que dudaron, también a nosotros nos asaltan las dudas en ocasiones. Porque la duda nos acompaña siempre. La duda es compañera de las certezas. Sólo la muerte la despejará de manera definitiva. La certeza absoluta nos hace fanáticos, nos inclina a creer saberlo todo de Dios. Sin embargo, a Dios no lo podemos abarcar nunca con nuestra mente limitada; quizá por eso, los creyentes alternamos periodos de luz con momentos de oscuridad. San Juan de la Cruz decía que la noche nos prepara para poder descubrir el día con más contundencia.
El evangelio nos recuerda que Jesús ha recibido todo el poder en el cielo y en la tierra. Precisamente el que había sido juzgado y condenado a la pena de muerte más dura que existía, la cruz; el que había sido desprestigiado por las autoridades y abandonado por todos; el que no dudó en echarse al suelo para lavar los pies a sus discípulos, en un gesto que solo hacían los esclavos… ese, es el que ha sido elegido por Dios para tener todo el poder. Desde Jesús, el término “poder” tiene para los cristianos un matiz muy distinto: no es majestad, no es mando ni riqueza. Poder es la gloria del servicio, la fuerza del amor, la grandeza del perdón.
La última recomendación de Jesús a sus discípulos tiene que ver con la misión. Expresamente habla Jesús de hacer discípulos a personas de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo. La fe no es para un grupo de privilegiados; es para todos los hombres y mujeres, de cualquier raza, nación o condición social. Si esto lo entendiéramos bien acogeríamos en nuestras iglesias a todos por igual: pobres, ricos, familias, homosexuales, emigrantes, solteros, enfermos, niños, mayores, creyentes o no creyentes. Acercarnos a todos para que todos puedan ser discípulos de Jesús, si lo desean. Él nos acompañará en esta tarea hasta el fin de los tiempos. Aunque Jesús Asciende al cielo, también nos acompaña en la tierra para que podamos llevar a cabo su misión. Feliz domingo

En el mes de mayo, una canción a María



sábado, 23 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 16, 23b-28)

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará.
Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente.
Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios.
Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Cuando entendemos la fe a modo de una religión mágica, pensamos en el Dios Todopoderoso que nos concede lo que le pedimos si le servimos como es debido. En este tipo de religiosidad, Dios concedería sus favores a los que le son gratos, a los que cumplen con su deber de ser “como Dios manda” Pero este tipo de religiosidad hace aguas por todas partes. El santo Job era justo y bueno, y las desgracias se cebaron con él. Así hay millones de personas, que como el santo Job, sufren lo indecible, aunque llevan una vida honesta y honrada. ¿Acaso se olvida Dios de los suyos?, ¿es que no responde a las peticiones que le hacemos?
Cualquiera que lea atentamente el evangelio, se dará cuenta de que las cosas no son así. Jesús nos invita a pedir al Padre, pero nos pone una condición: pedírselo “en mi nombre”. Pedir en el nombre de Jesús, significa estar en unión con él. No hemos de pedir cualquier cosa, hemos de pedir del modo que pide Jesús.
Podríamos resumir las peticiones de Jesús en las siete súplicas que él mismo hace en el Padrenuestro. Pedimos al Padre que nos contagie su santidad; que se haga realidad su Reino aquí e la tierra; que vivamos en todo momento haciendo su voluntad, no la voluntad y los intereses de este mundo; que nos dé el pan de cada día; que nos cubra con su perdón para que nosotros también aprendamos a perdonar; que nos ayude a no caer en las tentaciones que diariamente nos pone este mundo; que nos libre de entrar en la esfera del mal.. Pero todo lo que Dios nos da, ha de ser ejecutado por todos nosotros: Dios nos contagia su santidad, pero somos nosotros quienes debemos ser santos. El Padre Dios nos ha mostrado claramente cómo es su Reino de paz, justicia, amor…, pero somos nosotros quienes lo tenemos que hacer realidad aquí en la tierra… Cada petición del Padrenuestro viene cargada de una propuesta de acción para nosotros. Visto así, quizá no nos atreveríamos a pedirle a Dios tantas cosas. Sin embargo, Jesús insiste: “pedid y recibiréis”. Ya sabemos que somos pecadores y limitados. Por eso le pedimos cada día más insistente al Padre para que por medio del Espíritu se hagan realidad nuestras peticiones. Nuestra vida puede ser un don de Dios. Por eso los santos se dan cuenta de que sus buenas obras no son suyas, sino del Padre. Feliz sábado

En el mes de mayo, una canción a María


viernes, 22 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 16, 20-23a)

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre.
También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Dice el hermoso salmo 125: “Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas”. La dinámica de la naturaleza parece alternar el llanto con la risa; el dolor con el gozo; la tristeza con la alegría… El grano de trigo tiene que morir para dar fruto; la parturienta, tiene que sufrir los dolores del parto, pero con el nacimiento de la nueva criatura, se olvidan los dolores, porque desborda la alegría.
También la vida de Jesús entra en esa dinámica de muerte-resurrección, presente en la naturaleza y en la vida de fe. El seguimiento de Cristo está lleno de cruces, de entrega, de dolor compartido, de servicio a los hermanos. Pero los cristianos no somos masoquistas; no buscamos el sufrimiento, al contrario, buscamos la vida. Pero el que ama sufre, es inevitable. Jesús abrazó la cruz solo por amor. Hoy podríamos recordar a todas las madres y todos los padres que sufren por amor a sus hijos. Sus desvelos alcanzarán recompensa. También a todos los que gratuitamente trabajan en la Iglesia y en el mundo para hacer realidad el evangelio: los que cuidan a los enfermos, los que tienen sensibilidad para ayudar a los más pobres, los que son incomprendidos y rechazados por trabajar por la paz… A pesar de las dificultades podemos confiar en la vuelta de la alegría. “Cuando el Señor cambió la suerte de Sion, nos parecía soñar; la boca se nos llenaba de risas, la lengua, de cantares”, dice el salmo. Esas hermosas palabras no hemos de olvidarlas cuando estamos hundidos en una crisis sanitaria y económica gravísima. Muchos vamos a poner todo lo que podamos para que nuestros hermanos salgan de ésta. Feliz viernes

En el mes de mayo, una canción a María


jueves, 21 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 16, 16-20)

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver».
Comentaron entonces algunos discípulos:
    «¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al Padre”?».
Y se preguntaban:
    «¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice».
Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo:
    «¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver”? En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
“Daría lo que fuera por volverte a ver” , dice la canción de un popular cantante. Una frase que posiblemente muchos habrán pronunciado es estos días de confinamiento. Todos tenemos ganas de volver a vernos y abrazarnos. También el evangelio de hoy habla de esto, con unas palabras enigmáticas que pronuncia Jesús, y que los discípulos no entienden. Estas palabras son pronunciadas en la última cena, en el largo discurso de despedida de Jesús a sus apóstoles. El Maestro ya intuía su muerte, pero también confiaba en la fuerza de la resurrección. ¿Cómo explicarles esto a sus discípulos? ¿Cómo decirles que iba a morir de manos de las autoridades judías? Pero sobre todo, ¿cómo explicarles que vencería a la muerte con su resurrección? El acontecimiento de la resurrección solo se explica cuando se experimenta la certeza del encuentro con el Jesús que había muerto. Ese encuentro cambiaría la tristeza de los discípulos en alegría. Fue sin duda, un encuentro inesperado, aunque Jesús ya les había advertido de lo que iba a pasar.
¿Ocurrirá lo mismo con nuestros seres queridos que nos han dejado? Nuestra fe nos habla de la resurrección; en el credo decimos “espero en la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”. La Iglesia nos lo está diciendo, pero no acabamos de entenderlo muy bien. Algún día experimentaremos en reencuentro con nuestros seres queridos. Entonces lo comprenderemos todo. Ahora, al menos nos queda el deseo de volver a verlos. Si podemos sentir que Jesús vive en medio de nosotros, algún día sentiremos que el Padre nos reunirá a todos en el banquete de su Reino. Hacemos un recuerdo emocionado para todos nuestros difuntos. Feliz día.

En el mes de mayo, una canción a María


miércoles, 20 de mayo de 2020

En el mes de mayo, una canción a María


Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 16, 12-15)
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
En este día el evangelio sigue hablándonos del Espíritu de la verdad.
Somos privilegiados porque recibimos el Espíritu. El nos comunica las cosas de Dios y las cosas de la vida. Pero no hemos de confundir nuestras propias opiniones con la comunicación del Espíritu Santo. Si hiciéramos eso manipularíamos a Dios, tomaríamos su nombre en vano, pecaríamos contra el Espíritu. Hemos de ser siempre cuidadosos y honrados a la hora de atribuir al Espíritu nuestras actuaciones, nuestras decisiones y opiniones. Para ello es necesario discernir. El Espíritu nos habla a cada uno en particular, nos impulsa a abrir caminos nuevos en la Iglesia. Pero siempre hemos de confrontarlos con los hermanos, con lo que nos dice la Iglesia.
Con todas las precauciones, hay que estar abiertos al Espíritu. Sin él, nuestra vida de fe languidece y se hace rutinaria. Sin él, la fe aparece ante el mundo como una ideología que nos esclaviza. Algunos piensan que el Espíritu habla solamente a través de los curas o los obispos. Pero el Espíritu habla a todos, también a los más sencillos. Por eso, todos tenemos mucho que decir en la Iglesia. Feliz día

martes, 19 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 16, 5-11)

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Sigue el evangelio de san Juan con su largo discurso de despedida de Jesús. En este párrafo, el Maestro pone en evidencia la tristeza de sus discípulos ante la inminente partida al Padre. Es la misma tristeza que sentimos cuando perdemos a nuestros seres queridos. Una tristeza que se explica por la ausencia física, por la necesidad que todos tenemos de besar, de abrazar, de mirar, incluso de oler a las personas a las que amamos.
Esta tristeza provocada por la muerte, la hemos experimentado también estos días de confinamiento. Pero Jesús dice a sus discípulos: “conviene que yo me vaya”. El lugar físico que él ocupaba, lo ocupará, después de su marcha el Espíritu, el Paráclito o Defensor. El Espíritu nos ayudará a entender de una manera nueva a Jesús, nos permitirá crear con él una nueva forma de relacionarnos, de entrar en comunión. Jesús vivirá en nosotros a través del  Espíritu Santo. Él es el Señor y dador de vida.  De alguna forma podríamos mirar de esta manera a nuestros difuntos. Su muerte no es el final. Solo cuando aprendemos a relacionarnos con ellos de una manera no-física, estaremos dando un paso más en la superación de nuestro dolor.
Termina el evangelio de hoy hablando de un pecado, una justicia y una condena. Estas enigmáticas palabras, tienen que ver con el significado y consecuencias de la muerte de Jesús. El mundo, los hijos de la tiniebla han sentenciado y condenado a muerte a Jesús. La cruz pone de manifiesto el poder mortífero del mundo. El Espíritu Santo nos ayudará a ver el pecado que el mundo ha cometido y sigue cometiendo al elegir la muerte frente a la vida. El Espíritu Santo, hará justicia al que todos condenaron como un malhechor, porque ahora le podemos ver junto al Padre. Pero además el Espíritu Santo nos ayudará a hacer el juicio: el mundo que elige la muerte para Jesús y para los hermanos, se está condenando a sí mismo. Que el Espíritu dador de vida, nos ayude siempre a elegir la vida, aún por encima de nuestros intereses. Feliz día.

En el mes de mayo, una canción a María


lunes, 18 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 15, 26-16, 4a)

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Os he hablado de esto, para que no os escandalicéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Comenzamos la semana con una serie de textos que hacen referencia a la vuelta de Jesús al Padre, lo mismo que a la venida del Espíritu Santo. La liturgia utiliza estos textos ante la proximidad de las fiestas de los dos domingos próximos: la Ascensión y Pentecostés.
El evangelio de hoy nos habla del testimonio de los discípulos en un contexto de persecución. Tuvo que ser muy duro para los primeros cristianos vivir al estilo de Jesús en medio del odio y la violencia que había hacia ellos. Pero su respuesta fue como la de Jesús: sin devolver el mal por mal, manteniendo una postura de paz, sin dejarse contagiar por el odio del mundo. El odio es tan contagioso como el virus. Jesús desde la cruz perdonó a sus verdugos, “porque no saben lo que hacen”.
Los cristianos deberíamos revisar cómo vivimos la relación con los que no piensan como nosotros, incluso los que son contrarios a nosotros. Los primeros cristianos dieron testimonio de su fe sin miedo, pero sin odio, con perdón. Al final, eso les abrió paso, les hizo creíbles, porque afrontaban sus problemas de manera muy distinta a como lo hacía el mundo. Ha llegado el momento de sustituir el odio por el amor. ¿Lo hacemos nosotros? Feliz lunes

En el mes de mayo, una canción a María


domingo, 17 de mayo de 2020

Evangelio del Domingo


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 14, 15-21)

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Palabra del Señor.


HOMILÍA DE FÉLIX AYUSO

Feliz domingo a todos. La Palabra de Dios es rica, de profundidad insondable. El evangelio de Juan nos está ayudando a conocer y entrar en la Pascua, en la vida de Jesús, en la vida nueva. Esto no es una ensoñación (un lugar en el que entramos con nuestra imaginación, pero no es real, como la película “Avatar”) ni una huida de la dura realidad en la que vivimos;  sino la luz que ilumina nuestra oscuridad, la vida de Cristo que emerge en mitad de la muerte, la esperanza que Cristo nos abre en mitad de tanta destrucción (de la salud, de la economía, de nuestros encuentros, del sistema de vida).
El Señor nos muestra y nos introduce en esa vida nueva ya aquí, ahora, en estas circunstancias en las que vivimos. Así estos días hemos descubierto y estamos experimentando que:
1) Que “guardar los mandamientos de Dios” es acogerlos en nuestro corazón como vida que entra en nosotros, nace, crece y desde el interior da frutos, como María. Que guardar sus mandamientos es dejar que ellos vivan en nosotros y nos hagan dar fruto, que sean nuestra vida y la vida que damos a los demás.
2) Podemos vivir en Paz, no por no tener peligros sino por sabernos sostenidos.
3) Dios nos ama, y ese amor no es sólo un sentimiento que llega a nuestro corazón, sino un espacio vital que nos llama a vivir en él, a permanecer en Él, yendo donde él va; pues es dinámico y está siempre en camino hacia los otros.
4) Cristo no nos ha dejado huérfanos, sigue vivo a nuestro lado, como Amigo que nos escucha, levanta e invita a su casa, que construye un nuevo mundo de relaciones entre nosotros como “amigos en el Amigo”.
Hoy el Señor nos descubre al menos otras tres cosas:
a) “SÍ ME AMÁIS guardaréis mis mandamientos”: Creo que en estos dos meses hemos hablado ya de esto pero no nos viene mal recordarlo (volverlo a pasar por el corazón). Sólo es posible guardar los mandamientos de Jesús en nuestro corazón, como la Virgen María, SI LE AMAMOS: Guardar los mandamientos de Jesús no es posible hacerlo por “sentido del deber” (tengo que hacerlo) pues entonces sería una norma escrita que YO HAGO, pero no una vida que guardo en mi interior y ES ELLA QUIEN PRODUCE LOS FRUTOS, María nos dice que “HA HECHO GRANDES COSAS EN MI”. Las palabras de Jesús no son normas que yo debo cumplir, sino vida que tengo que acoger, dejar crecer y “DEJAR HACER EN MÍ”, que sea ella la que haga las obras de Dios en nosotros.
Y este dejar espacio y este dejar hacer solamente son posibles cuando AMAMOS A LA PERSONA QUE NOS HABLA MÁS QUE A NOSOTROS MISMOS, porque sólo así le daremos espacio en nuestra vida y lo haremos con alegría, sintiéndonos honrados y felices porque ocupe el centro; sólo en el amor dejaremos que su palabra lleve nuestra vida y haga en nosotros, sin resistencias, sin rigideces, acallando nuestra voluntad porque nos ponemos amorosamente en sus manos.
b) Este amor NO ES CIEGO, no nos hace ignorantes ni manipulables, sino mucho más conscientes de todo, viendo tantas cosas que antes quedaban ocultas a nuestros ojos, la VERDAD. Dios comparte con nosotros su Espíritu que abre nuestros ojos a la verdad: “EL Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce”. El amor a Jesucristo nos lleva al conocimiento del Espíritu de la verdad, que recibimos como huésped “vive con vosotros y está con vosotros”.
Entendamos bien esto, porque no es un conocimiento “científico”: La ciencia se basa en la comprobación de las cosas: nos muestran la composición de las cosas, la evolución de los procesos y de la vida, los pasos sucesivos que podemos comprobar que se van dando. Concretando en estos días con el coronavirus la ciencia nos está mostrando como se producen los contagios, que daños hace en el cuerpo, qué medidas tomar y como tratar de curar. Y la ciencia es importante, hemos de prestarla atención. Pero Jesús nos muestra la “verdad del Espíritu”, esa realidad que subyace a todo y qué es la “MELODIA” de la creación y de la vida, que no se ve con microscopios, ni con los razonamientos, sino con los ojos de Jesús, cuando participamos de  ese mismo espíritu que nos lleve donde él está, que nos haga conocerlo, que nos haga sentirlo.
No quiero extenderme mucho, ya veremos si lo hacemos el día de Pentecostés, pero trataré de explicarlo y poner un ejemplo: “el espíritu de la verdad” dado por Jesús a los discípulos de Emaús no les analizó medicamente la muerte de Jesús, los daños que produjeron su pasión y que le llevo a la muerte, ni como se produjo biológicamente su Resurrección, no les indico las probabilidades de que les atrapasen los judíos en su vuelta a Jerusalén (“verdades científicas”); sino que les ayudó  a ver el sentido del sufrimiento, Pasión y muerte de Jesús, su victoria sobre la muerte; les mostró una realidad que iba más allá  de sus expectativas, frustraciones, miedos y peligros, mostrándoles algo escondido a sus ojos y dándoles la fuerza para volver con alegría a la comunidad”.
El espíritu de la verdad nos ayuda a descubrir lo que Dios hace interiormente en las personas, en nosotros mismos, en el ambiente. Esa acción discreta de Jesús que venimos subrayando al menos desde el domingo de Ramos (viendo venir al Hijo de Dios y  Nuestro Salvador entrar discreta y pobremente en Jerusalén en un pollino montado). Hoy junto a la verdad trágica y aplastante de los millones de personas que se han quedado sin trabajo y que muchos ya no tiene que comer, descubrimos en el Espíritu la verdad de aquellos que se quitan de lo que les sobra (o no) para compartirlo con quien no tiene nada, de quien arriesga su vida por atender o llevar los alimentos a quien no los tiene; el espíritu de la verdad que lleva a tantas personas más allá de lo “SUYO” y de su seguridad, porque les lleva y les sostiene. Hay tantos ejemplos pero no quiero extenderme más. Podemos pararnos en este momento y pedirle al Espíritu (que está y vive  con nosotros)  que nos lo muestre, sin prisas, que nos haga verlo e incorporarnos.
c) El Espíritu de la verdad que Cristo nos da nos lleva a la conciencia y experiencia de ESTAR CON JESUCRISTO Y CON EL PADRE: “Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros”.
La mayor verdad que el Espíritu nos muestra es el Misterio de Dios, no como un conocimiento lógico, Dios está por encima de nuestras lógicas; sino experiencial, como vernos inmersos en una realidad que nos supera y desborda, pero que  no produce en nosotros ni miedo, ni vértigo, sino Paz, serenidad y alegría, porque nos encontramos sostenidos, amados, llevados, acompañados. Algo así como lo que experimenta el bebe recién nacido que llora desconsolado en su cuna y es cogido por la madre. El bebé no razona lo que ha ocurrido, pero se sabe sostenido por alguien más grande, que estuvo siempre con él aunque no lo viese, que le cuido y le protegió y sabe que en sus brazos está a salvo, reconoce el latido de su corazón y el ritmo de su respiración y esa es la Verdad que  le serena, le sostiene y le trasciende (le hace ir más allá de si mismo). El niño se abandona en los brazos de la madre y se deja llevar y hacer por ella, sabe (sin razonarlo) que le dará lo necesario, que ella le hará crecer y que le preparará  y acompañará para vivir en un mundo que desconoce. Santa Teresa de Jesús decía que llegó un momento en el que “veía” las tres personas de la Santísima Trinidad acompañándola y que esto ya se quedó permanentemente en su vida.
Estos son otros tres rasgos de esa vida nueva que el Resucitado nos invita a descubrir y acoger. Podemos dedicar el domingo (además de participar en la misa virtual)  a contemplarlo, a acogerlo, os doy unas indicaciones por si os ayudan:
1) ¿Cuánto amo a Jesús? ¿Cuánto espacio le doy en mi vida y cuánto le dejo “hacer en mí”?
2) ¿Noto la presencia del Espíritu con nosotros? ¿Qué verdad me está mostrando estos días? ¿a qué está llevando a otros o a mí mismo?
3) Deja que el Espíritu te haga descubrirte acompañado y sostenido por Dios, que estamos en sus manos, que nos ama, que nos lleva más allá de lo que nosotros podemos, que nos hace crecer en estas circunstancias, que nos hace vivir con él y como él en mitad de estas circunstancias…


HOMILÍA DE JOSE CARLOS

1. UNA LEY QUE SE CUMPLE POR AMOR
Cuando en nuestro país se estableció un sistema de multas muy severo para los vehículos que circularan a mucha velocidad, descendió significativamente el número de accidentes. Esto quiere decir que las leyes se cumplen cuando hay castigo. Pero con los mandamientos de Jesús no es así. Se cumplen si hay amor, si sentimos que nos ama, si sentimos que le amamos. Los mandamientos de Jesús no funcionan con el castigo del infierno como a veces se nos ha hecho creer. Tampoco estos mandamientos son tan complicados que se nos pueden olvidar. Jesús mismo nos los resume en dos: ama a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo. Si en nuestro examen de conciencia nos planteáramos seriamente estos dos mandamientos, bastaría.
2. UNA COMPAÑÍA EN MI SOLEDAD
Sólo san Juan usa el término Paráclito para referirse al Espíritu. Es el defensor, consolador, el abogado…
A veces nos gustaría que nos dieran unas normas claras y seguras para saber lo que tenemos que hacer, para estar seguros del camino recto a seguir. Pero los mandamientos de Jesús parecen muy generales, las bienaventuranzas son un camino que no se recorre en un día, los valores que nos indica deben ser explicitados en cada caso… La ley es una ayuda para tomar las decisiones que siempre hemos de hacer en soledad. Pero Jesús nos acompaña con el Paráclito, con el Espíritu de la verdad. El nos guía en nuestras decisiones, nos defiende de las agresiones con las que el mundo nos golpea, llena nuestra soledad, nos ayuda a interpretar las palabras de Jesús en cada momento.
Los discípulos de Jesús hemos de escuchar muy bien su Palabra, hemos de recibir con alegría sus mandamientos. Nos podemos dejar ayudar por la Iglesia para interpretarlos, pero también debemos sentir la fuerza del Espíritu que vive en nosotros para poner esos mandamientos en práctica. Si dejamos anular al Paráclito por la norma que ha de regir nuestra vida, nos desentendemos de la fuerza del Espíritu, de su compañía que ayuda a interpretar y a consolar.¡ Feliz Domingo!

En el mes de mayo, una canción a María


sábado, 16 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 15, 18-21)

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.
Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
A veces nos pensamos que seguir a Jesús es un camino de rosas. Nos gusta porque la espiritualidad nos equilibra interiormente, porque la liturgia es algo hermoso que ilumina nuestros pasos, porque la comunidad parroquial a la que pertenecemos nos ayuda a vivir… Pero Jesús nos advierte: “el que quiera seguirme, cargue con su cruz…” La cruz está siempre presente en el seguimiento, aunque no todo es cruz, también hay cara, como en las monedas.
Las primeras comunidades cristianas vivieron, a veces con mucha amargura, esta cruz. Fueron expulsados de la comunidad judía y sufrieron muchas persecuciones. Si leemos los Hechos de los apóstoles podremos ver la cantidad de veces que Pablo y los otros apóstoles fueron apaleados y encarcelados. Todos murieron mártires. Y sin embargo, la fe siguió extendiéndose. Algo tenía el mensaje de Cristo que no conseguían sepultarlo a pesar de las persecuciones. El evangelio de hoy está escrito en este contexto de persecución. Por eso recuerda vivamente las palabras de Jesús que advertían del odio del mundo. En occidente, en la actualidad tenemos libertad religiosa, y no hay estas persecuciones que sufrían las primeras comunidades. Pero aún hay muchos países en el mundo en los que mueren cristianos por persecución religiosa (Nigeria, algunos países de Oriente Medio, India, China…). Por desgracia, hubo un tiempo oscuro en que nuestra Iglesia también persiguió a las personas de otras religiones.
El odio del mundo a los discípulos de Cristo no solo está en en la persecución religiosa, sino también en la vivencia del mensaje, de la Palabra. Vivir la Palabra y llevarla hasta las últimas consecuencias puede molestar a los que son de este mundo. A veces no suelen gustar los que trabajan por la justicia o por la paz, según se nos invita en las bienaventuranzas. Tampoco son bienvenidos los que denuncian los excesos de los poderosos de este mundo, tal y como lo hacía Jesús. Esa es la cruz de los cristianos. Si nuestro maestro la sufrió, nosotros no vamos a ser menos, si le somos fieles. Ante el odio del mundo, nuestra respuesta siempre es mansa, pero con valentía; pacífica, pero con dignidad; misericordiosa, pero con perseverancia… Poner la otra mejilla no implica ser unos cobardes. Que el poder del evangelio nos haga valientes cada mañana.

En el mes de mayo, una canción a María


viernes, 15 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 15, 12-17)

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Hoy celebramos el día de san Isidro. Como veis, el evangelio es casi idéntico al de ayer. Solo cambia algún versículo. Podemos hablar de una pequeña frase que no comentamos ayer: “No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca”
El verbo elegir implica discriminación de unos sobre otros, porque se elige a unos pocos entre muchos. Podríamos pensar al leer esta frase que Dios elige a unos, mientras que a otros les deja fuera. Jesús nunca rechazó a nadie. Pero hizo su oferta a todos. El verbo elegir podría entenderse referido a la humanidad entera. Al venir a este mundo Jesús ha elegido a todo ser humano. Esta elección no es una casualidad, sino un acto de voluntad del Padre para que la luz de Jesús venza a la tiniebla. Jesús te ha elegido a ti en particular, te ha comunicado su luz a través de la naturaleza o de la Palabra del evangelio, o a través de la conciencia. Tu puedes responder “sí” a Dios, o le puedes rechazar. Cada uno es libre. Jesús se acerca al joven rico y le propone su mensaje salvador; pero el joven rico lo rechaza. “(La Palabra) vino a su casa y los suyos no la recibieron, pero a cuantos la recibieron les dio el poder de ser Hijos de Dios” (prólogo de san Juan)
Dios nos ha elegido para que seamos sus hijos, para que demos frutos. A cada uno nos da una misión que tenemos que descubrir. No hace falta ser muy listo, ni muy culto, ni muy rico para responder a Jesús, ni para dar frutos. San Isidro fue un labrador muy sencillo, cuya respuesta a la elección de Dios dio muchos frutos. ¿Cómo le respondes tú? Hoy recordamos al mundo rural, a los pueblos pequeños de nuestra provincia, a los agricultores y ganaderos, que a menudo son poco valorados. Pero también ellos nos han ayudado a salir de esta esta pandemia. San Isidro, ruega por ellos, ruega por nosotros.


En el mes de mayo, una canción a María



jueves, 14 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 15, 9-17)

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento:
que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Hoy es la fiesta del Apóstol san Matías. Él escucharía en directo estas palabras de Jesús. Seguro que le costaría trabajo entenderlas, como nos cuesta a veces a nosotros. Pero posiblemente reconocería que las palabras del Maestro están llenas de verdad.
El evangelio de hoy nos habla, como el de ayer, de saber permanecer para dar fruto. Pero hay un matiz nuevo en esa permanencia: el amor de Jesús. Dejarnos amar por él. No somos seguidores de una idea, ni de una doctrina, somos seguidores de una Persona, que es nuestro Amigo; de Jesús, quien nos fascina, nos llena de su amor y amistad.
Esa relación de intimidad con Jesús se resume en estas preciosas palabras: “ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer”. Jesús cuenta con nosotros, nos deja hablar con él como con cualquier amigo, nos comunica cómo ve él las cosas, nos da ánimo y fuerza… Sin este diálogo, sin esta relación, nos alejamos de él. Cuando no permanecemos en su amistad, desertamos de su comunidad de amigos, nos alejamos de su persona, y dejamos de dar frutos, porque nos adherimos a otras personas, a otros diosecillos, a otras comunidades…
Hay alegrías de muchos tipos: la que provoca la risa por un chiste, la que la vida nos trae por las cosas buenas, la que nos dan los éxitos… Pero la plenitud de la alegría está en permanecer en el amor de Jesús. Es una alegría madura, no exenta de dificultades, pero llena de un amor inquebrantable por Cristo y por los hermanos. Que el apóstol san Matías nos enseñe a permanecer en el amor de Jesús. Que nuestro día esté lleno de su alegría.


En el mes de mayo, una canción a María


miércoles, 13 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 15, 1-8)

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
En este día de la fiesta de la Virgen de Fátima, el evangelio nos habla de la alegoría de la vid y los sarmientos. Esta imagen de la vid es muy antigua en Israel. Pero Jesús da a esta imagen un sentido enriquecido, aplicándosela a sí mismo.
La vid es Jesús. Los sarmientos somos todos nosotros. ¿Qué significa permanecer en la vid? Es claro que una rama que no está unida al tronco, se seca. Así nos secamos nosotros si no estamos unidos a Jesús. Cuantas veces buscamos otras savias en otros lugares que no son Jesús. Nos alimentamos con la savia del árbol del dios Dinero, y así nos olvidamos fácilmente de nuestros hermanos que sufren. A veces tomamos el néctar del dios del Lujo y la Gloria, o del dios del Poder, y nos vemos superiores a nuestros hermanos que padecen nuestro olvido.. Otras savias nos alimentan, sí, pero nos secan por dentro, porque solo la savia de Jesús es la que favorece la vida, la que produce frutos abundantes.
La savia de Jesús es su Palabra. Los que la escuchan y la ponen en práctica producen frutos abundantes. Frutos de paz y de justicia, de perdón y de amor incondicional.
María es la mujer que escucha y guarda las palabras de Jesús meditándolas en su corazón. Ella es experta en permanecer, incluso cuando la vid tiene forma de cruz. Que ella nos ayude a permanecer al lado de Jesús, incluso en los momentos más difíciles como el que estamos viviendo. Buen día

En el mes de mayo, una canción a María


martes, 12 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 14, 27-31a)

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo yo».
Palabra del Señor.



COMENTARIO
Este texto está pronunciado por Jesús durante la última cena. Es su discurso de despedida a los suyos, aunque en el contexto litúrgico en el que estamos, también lo podemos aplicar al momento de la Ascensión.
Para los judíos, dar la paz se convertía en el gran saludo: shalom. También Jesús deja y da la paz a sus discípulos. También nos la da a nosotros. Su paz no es un saludo trivial, es un regalo profundo dado a sus seguidores para que no teman ante las adversidades, para que el corazón no sienta turbación ni cobardía. Sabía que se iban a enfrentar a grandes dificultades: primero la muerte de Jesús; después de la resurrección, las persecuciones; por último, incluso, llegarían al martirio.
También nosotros nos enfrentamos cada día a pequeñas o grandes dificultades. Eso nos asusta y acobarda. Jesús nos recuerda que el miedo que sentimos es precisamente el poder que el príncipe de este mundo tiene en nosotros. A Jesús le pueden quitar la vida, pero sabe que el Padre es su origen y su meta, por eso no duda en entregarla, aunque también siente angustia, como humano.
 La vida que tenemos es hermosa y merece ser vivida sin miedo, sin los temores que nos provoca este mundo y sus príncipes, porque sabemos que el Padre nos espera y nos acoge en sus moradas. ¡Cuántos mártires en la historia de la Iglesia han dado su vida por el Evangelio! Monseñor Óscar Romero, que vivió amenazado por defender los derechos humanos, es un ejemplo de vida que no renuncia al Evangelio aunque estuvo presionado por los príncipes de este mundo. Seguramente sintió miedo, pero la paz de Jesús le dio valor para seguir adelante en su tarea. Al final, fue asesinado.
Le pedimos a Jesús hoy que nos de su paz, especialmente cuando nos toque vivir momentos difíciles. Feliz martes