martes, 19 de octubre de 2010

Una imagen vale más que mil imágenes

Estamos acostumbrados a ver imágenes de san José con el niño trabajando en el taller, tanto en pintura como en escultura. También en la vidriera central de nuestro templo aparece esa imagen de José con el niño trabajando. Al fondo está María, cosiendo.
Con motivo del 25 aniversario de nuestra Iglesia, hemos bendecido una nueva escultura en el exterior del templo. Es obra de José Antonio Elvira, un artista de nuestra tierra. Esta imagen de San José con el Niño nos habla de manera nueva: San José está mirando fijamente a su hijo que parece que le pregunta algo sobre el trabajo. Las dos miradas están cruzadas y atentas a lo que su interlocutor está diciendo. José pone la mano en el hombro de Jesús en un gesto de cariño, relajado y cordial. Por su parte, Jesús, tiene la cabeza alzada hacia José, preguntando, escuchando; sujeta los clavos y el martillo, como si por un momento hubiera dejado de trabajar para pedir consejo.
Esta imagen no está repetida, es original. Destaca sobre otras imágenes de San José Obrero que muestran escenas más trilladas y repetidas.
Quizá un padre de nuestro barrio recuerde alguna vez esta escultura de José cuando ponga la mano sobre el hombro de su hijo y le explique las cosas de la vida. Es tan importante hablar con los niños, explicarles el mundo, enseñarles el trabajo…
Quizá algún niño de nuestro barrio recuerde la figura de Jesús cuando vaya en busca de su padre o de su madre para encontrar ayuda o consejo.
Hoy más que nunca los hijos y los padres necesitan cauces de diálogo cercano y personal, aprendizaje directo, de tú a tú, sin tantos medios electrónicos que enfrían las relaciones humanas. Ojala supiéramos todos hacer un alto en los quehaceres que nos tienen tan ocupados, para dirigirnos la palabra sosegada, para escucharnos con atención de la misma manera que ese hijo y ese padre de la imagen están haciendo. Ojala nos sintiéramos verdaderos hijos de Dios que dejan de vez en cuando todo lo que están haciendo para ponerse delante del Padre, gozándose en esa relación. Seríamos personas más orantes.
Guardamos en la memoria esta escultura de San José Obrero, porque a veces una imagen vale más que otras mil imágenes que nuestro cerebro no ha guardado, porque están demasiado repetidas.

José Carlos

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