La piedad popular nos ha regalado el ejercicio del Vía Crucis, una forma de orar basada en la contemplación de catorce estaciones que nos ayudan a descubrir los misterios de la Pasión y Muerte de Jesús.
“Acompaña a tu Dios alma mía” es la primera frase de la estrofa de la primera estación del Vía Crucis. Si profundizamos en estas palabras descubrimos en ellas una invitación a que nuestra alma, y con ella todo nuestro ser, medite sobre las escenas que se nos muestran en este ejercicio piadoso, muchas de las cuales se siguen haciendo presentes en la actualidad en acontecimientos que suceden a los hombres y mujeres de hoy.
El Vía Crucis, el camino de la cruz, puede ser una buena ayuda para que vivamos la Cuaresma con verdadero sentido de conversión. Podemos fijarnos en la humildad de Jesús, que acepta la condena a muerte y carga con la cruz, es despojado de sus vestiduras y muere como un malhechor. También podemos fijarnos en tres personajes que podríamos haber sido cualquiera de nosotros: Las mujeres de Jerusalén, el Cirineo y la Verónica.
Las mujeres de Jerusalén sienten lástima de aquel hombre justo, que dentro de su sufrimiento les ofrece el consuelo que sólo puede dar aquel que piensa más en los demás que en sí mismo “No lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos”
El Cirineo, Simón de Cirene, era un labrador al que alquilaron u obligaron a ayudar a Jesús a llevar la cruz. Sin duda es la imagen de aquellos que se encuentran situaciones en la vida en las que hay que arrimar el hombro, y lo que comienza como una obligación puede convertirse en un regalo. Seguro que el Cirineo encontró en Jesús una mirada limpia llena de agradecimiento.
La Verónica es el reflejo de aquellas mujeres que siempre se han mostrado dispuestas a mancharse por intentar aliviar el dolor de los demás. Según cuenta la tradición la imagen del rostro de Cristo quedó grabada en un pañuelo de la Verónica, seguro que esa imagen también quedó grabada para siempre en su mente y en su corazón.
Que esta Cuaresma sea el momento para que nuestra alma acompañe a su Dios que sigue sufriendo en cada ser humano condenado sin razón. Que aprendamos a llorar con los que lloran, a ayudar a los que lo necesitan y a estar siempre dispuestos a limpiar el rostro de cualquier ser humano, donde también se descubre el Rostro de Dios.
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