Llega el verano y con él las vacaciones que hacen que cambie la rutina. Buscamos destinos de playa, montaña, el pueblo o simplemente la ciudad, que en verano se vive y se disfruta de otra manera. Sea cual sea nuestro destino, en un lugar u otro, iremos a misa y puede que escuchemos y cantemos una canción muy conocida como es el Pescador de Hombres que el sacerdote músico Cesáreo Gabarain compuso en el año 1981. Una canción que fue cantada incluso por el Papa Juan Pablo II y que recoge con gran belleza la llamada a los discípulos, a esos pescadores del lago de Tiberiades que dejan todo para seguir a Jesús.
Al hilo de esta canción podemos sentir también nosotros una llamada de Jesús a ser pescadores de hombres, a ser sus seguidores. La tarea no es fácil, sabemos que a veces el mar, la sociedad, nuestro entorno, puede verse como una tempestad, pero recordemos que Jesús, aunque parezca que duerme, siempre está vigilante y es capaz de calmar, de sosegar las aguas de nuestras vidas invitándonos, incluso, a caminar sobre nuestros miedos e inseguridades.
Jesús nos invita a buscar otro mar, a hacer las cosas de otra manera, a mirar más allá de la línea del horizonte, sólo tenemos que fiarnos de Él, aceptar su oferta y seguirle. Jesús no busca ni a sabios ni a ricos, sabe lo que llevamos en nuestra barca y nos mira a los ojos llamándonos por nuestro nombre. Hagamos nosotros lo mismo acercándonos al otro sin juzgarle y compartiendo la misma faena, echar las redes, echar las manos, ayudar a todo el que lo necesite.
Y si la tarea se hace dura ofrezcamos el cansancio para que otros descansen, en definitiva, dejarnos convertir en amor que quiera seguir amando. Esta es nuestra misión, cada uno desde sus circunstancias. Ojalá que en este verano y cada día sintamos la presencia de Jesús que sigue viniendo a la orilla de nuestra vida.
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