Me pidieron desde la Vidriera que escribiera algo para agradecer la participación de toda nuestra parroquia en la campaña contra el hambre de Manos Unidas. Me pregunto si soy yo quien tiene que agradecerlo. ¿O acaso es Manos Unidas quien tiene que decirnos: “gracias”? ¿O son los niños de África que se van a beneficiar de la ampliación de su escuela? ¿O sus padres, que ya son mayorcitos y quieren ver que sus hijos aprenden?
También podríamos pensar de manera diferente y ser nosotros quienes les demos las gracias a ellos, porque han conseguido unir a nuestra parroquia para hacer algo que nos llena de dignidad, de humanidad; nos han unido para compartir. En la feria solidaria había niños, jóvenes y adultos, todos unidos para hacer algo hermoso. Había gente de nuestra parroquia y de otras, creyentes y no creyentes; unidos todos para una buena causa; cada uno poniendo sus dones de mago, de cocinero/a, de vendedor/a, o camarero/a. ¿Hay algo en este mundo que una tanto a la gente como la solidaridad?
Decididamente, creo que somos nosotros quienes debemos dar las gracias a esos niños de Uganda, a los que no conocemos de nada, porque están salvando nuestras vidas de la mediocridad y del individualismo egoísta. También hemos de dar gracias a Dios que nos inspira y nos alienta para compartir en estos momentos de crisis económica, en los que muchas personas de nuestro barrio lo están pasando mal. Y pese a todo hemos conseguido juntar más de 4.000 euros para una buena causa. Jesús se fijó en la viuda pobre que echaba dos reales en la caja de las ofrendas; eso era todo lo que tenía para vivir. Alegrémonos todos por ello.
José Carlos
viernes, 7 de marzo de 2014
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