viernes, 1 de abril de 2016

Evangelio del domingo


¡Señor mío y Dios mío!

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discí­pulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
— «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
— «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
— «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
— «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó:
— «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
— «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás:
—«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás:
— «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo:
— «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin ha­ber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.


Jn 20, 19-31


Fuera y dentro        

Este segundo domingo de Pascua, el Evangelio, nos habla de la situación general de los discípulos. La segunda parte, nos habla de uno en particular: Tomás.

Sobre los discípulos en general, se nos describe la situación extrema en que vivían después de la muerte de su maestro: con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, les dio su paz y su Espíritu y les ordenó salir a anunciar el Evangelio. También en nuestras comunidades muchas veces cerramos puertas por causas diversas. El Resucitado nos invita a salir al encuentro del hermano que está dentro de la parroquia, pero también del que está fuera. Hagamos una parroquia de puertas abiertas.

El discípulo Tomás, no había visto a Jesús, porque estaba fuera. La comunidad puede ser un lugar de encuentro con el Señor. A veces, cuando estamos fuera, en el mundo, ese encuentro no se produce, por mil causas. Tomás se había hecho un escéptico. Sólo cuando vuelve es cuando reconoce a Jesús en sus cicatrices y confiesa su fe: “Señor mío y Dios mío”. A Jesús le podemos encontrar en cualquier lugar. Tenemos que estar en el mundo y a la vez, debemos nutrirnos de la comunidad. No se trata de elegir en un sitio o en otro. Hay que estar en los dos sitios: fuera y dentro. Solo así podremos confesar con Tomás: “Señor mío y Dios mío”.

No hay comentarios: