sábado, 25 de julio de 2020

Evangelio del Domingo


DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA 1 Re 3, 5. 7-12
Lectura del primer libro de los Reyes.

EN aquellos días, el Señor se apareció de noche en sueños a Salomón y le dijo:
«Pídeme lo que deseas que te dé».
Salomón respondió:
«Señor mi Dios: Tú has hecho rey a tu siervo en lugar de David mi padre, pero yo soy un muchacho joven y no sé por dónde empezar o terminar. Tu siervo está en medio de tu pueblo, el que tú te elegiste, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular. Concede, pues, a tu siervo, un corazón atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal. Pues, cierto, ¿quién podrá hacer justicia a este pueblo tuyo tan inmenso?».
Agradó al Señor esta súplica de Salomón.
Entonces le dijo Dios:
«Por haberme pedido esto y no una vida larga o riquezas para ti, por no haberme pedido la vida de tus enemigos sino inteligencia para atender a la justicia, yo obraré según tu palabra: te concedo, pues, un corazón sabio e inteligente, como no ha habido antes de ti ni surgirá otro igual después de ti».
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 118, 57 y 72. 76-77. 127-128. 129-130 R/.   ¡Cuánto amo tu ley, Señor!
        V/.   Mi porción es el Señor;
                he resuelto guardar tus palabras.
                Más estimo yo la ley de tu boca
                que miles de monedas de oro y plata.   R/.
        V/.   Que tu bondad me consuele,
                según la promesa hecha a tu siervo;
                cuando me alcance tu compasión,
                viviré, y tu ley será mi delicia.   R/.
        V/.   Yo amo tus mandatos
                más que el oro purísimo;
                por eso aprecio tus decretos
                y detesto el camino de la mentira.   R/.
        V/.   Tus preceptos son admirables,
                por eso los guarda mi alma;
                la explicación de tus palabras ilumina,
                da inteligencia a los ignorantes.   R/.

SEGUNDA LECTURA Rom 8, 28-30
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:
Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio. Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos.
Y a los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
Palabra de Dios.

Aleluya Cf. Mt 11, 25
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.
V/.   Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra,
        porque has revelado los secretos del reino a la gente sencilla. .   R/.

EVANGELIO Mt 13, 44-46
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra».
Palabra del Señor.


HOMILÍA

¿DÓNDE SE ESCONDE EL REINO DE DIOS?
Si miramos en el mapa podemos descubrir las fronteras de cada reino (o república) de este mundo. Podemos situar cada uno de ellos en los continentes. Pero ¿dónde está el Reino de Dios? Ese reino no se puede encontrar en ningún mapa, aunque está aquí en la tierra.
La primera de las parábolas de hoy nos habla de un tesoro escondido en un campo. Tesoros así no son fáciles de encontrar. Se nos sugiere que tampoco el Reino de Dios se encuentra fácilmente. ¿Acaso Dios nos lo quiere poner difícil? No es eso. A veces los tesoros mejor guardados son los que están a la vista de todos. El ser humano pierde una y otra vez la capacidad de mirar en lo profundo, de escuchar con atención, de descubrir la evidencia de las cosas. ¿Por qué es así? Porque desplazamos la mirada desde lo profundo a lo superficial, desde los bienes espirituales a los dones materiales, desde la preocupación por el otro a la preocupación por mí mismo… Al desplazar la mirada, también desviamos nuestros intereses. No es fácil mantener el interés en las cosas que verdaderamente importan en la vida. La primera lectura nos presenta al rey Salomón pidiendo a Dios algo insólito: saber discernir entre el bien y el mal para poder hacer justicia a su pueblo. Parece que Dios se sorprendió mucho de esta petición, porque la costumbre entre los reyes de este mundo debía ser muy distinta. Los reyes suelen pedir a Dios poder y riquezas. Y los que no somos reyes quizá también pedimos lo mismo. Pero Dios no da bienes materiales a nadie. Esos ya nos los buscamos nosotros solitos. Dios nos colma de bienes espirituales. Por eso dotó a Salomón de una gran sabiduría. Este rey, supo mantener la mirada en las cosas verdaderamente importantes; no se dejó seducir por otros tesoros que deslumbran más. Por eso el Reino parece que está escondido. Pero hay mucha gente que sabe dónde buscar, porque no desvía la mirada, porque no se deslumbra con otros tesoros.
Dichosos aquéllos que se mantienen firmes en la sencillez de la vida, en el amor al prójimo, en la verdad desnuda, en la solidaridad, en el amor por la justicia… Ellos saben que atesoran algo grande. Dichosos los que han descubierto a Jesús, el gran tesoro, el que contiene todos los tesoros del mundo. Con él ha comenzado el Reino.
Por eso el Reino de Dios no se encuentra en ningún mapa, porque es una persona, Jesús; porque está dentro de las personas que le siguen. Todos ellos son el mapa del Reino.
EL VALOR DEL REINO
El mundo de la economía nos transmite en cifras el valor de las cosas, el valor del trabajo de un país, de las empresas, del producto interior bruto… Todos sabemos cuánto vamos a perder con la crisis sanitaria del coronavirus. Nos lo dirán en cifras. Lamentablemente no nos dirán qué porcentaje de solidaridad hemos perdido o ganado durante esta pandemia, qué tasa de desamor hemos tenido durante estos meses, qué índice de paz hemos alcanzado… Quizá estas cosas no se pueden medir. Pero el que encuentra a Jesús de verdad, entra en un nuevo orden de cosas, en una vida nueva, en un reino con otros valores distintos. San Pablo nos recuerda que todo lo estima basura en relación con el valor que tiene Cristo en su vida. El es el gran tesoro, la gran perla, la mejor joya que podríamos tener. Todo lo demás nos sobra. Por eso el Reino de Dios es confianza absoluta en las palabras de Jesús. Si no has encontrado este tesoro, sigue buscando.

sábado, 18 de julio de 2020

Evangelio del Domingo


DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA Sab 12, 13. 16-19
Lectura del libro de la Sabiduría.

FUERA de ti no hay otro Dios que cuide de todo,
     a quien tengas que demostrar que no juzgas injustamente.
Porque tu fuerza es el principio de la justicia
     y tu señorío sobre todo te hace ser indulgente con todos.
Despliegas tu fuerza ante el que no cree en tu poder perfecto
     y confundes la osadía de los que lo conocen.
Pero tú, dueño del poder, juzgas con moderación
     y nos gobiernas con mucha indulgencia,
     porque haces uso de tu poder cuando quieres.
Actuando así, enseñaste a tu pueblo
     que el justo debe ser humano
     y diste a tus hijos una buena esperanza,
     pues concedes el arrepentimiento a los pecadores.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 85, 5-6. 9-10. 15-16a (R/.: 5a)

R/.   Tú, Señor, eres bueno y clemente.
        V/.   Tú, Señor, eres bueno y clemente,
                rico en misericordia con los que te invocan.
                Señor, escucha mi oración,
                atiende la voz de mi súplica.   R/.
        V/.   Todos los pueblos vendrán
                a postrarse en tu presencia, Señor;
                bendecirán tu nombre:
                «Grande eres tú, y haces maravillas;
                tú eres el único Dios».   R/.
        V/.   Pero tú, Señor,
                Dios clemente y misericordioso,
                lento a la cólera, rico en piedad y leal,
                mírame, ten compasión de mí.   R/.

SEGUNDA LECTURA Rom 8, 26-27
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:
El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
Y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
Palabra de Dios.

Aleluya Cf. Mt 11, 25
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.
V/.   Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
        porque has revelado los misterios del reino a los pequeños.   R/.

EVANGELIO (forma larga) Mt 13, 24-43
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente diciendo:
«El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:
“Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”.
Él les dijo:
“Un enemigo lo ha hecho”.
Los criados le preguntan:
“¿Quieres que vayamos a arrancarla?”.
Pero él les respondió:
“No, que al recoger la cizaña podéis arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero”».
Les propuso otra parábola:
«El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en sus ramas».
Les dijo otra parábola:
«El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta».
Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta:
«Abriré mi boca diciendo parábolas;
anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».
Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle:
«Explícanos la parábola de la cizaña en el campo».
Él les contestó:
«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el final de los tiempos y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».

Palabra del Señor.


HOMILIA

LA PACIENCIA DE DIOS
Una de las tareas agrícolas de hace ya muchos años era la de escardar. Había que quitar las malas hierbas para que la planta sembrada creciera sana y robusta. A veces es muy fácil distinguir las malas hierbas. Pero en el caso del trigo y la cizaña no debe ser tan fácil, pues deben tener un cierto parecido, lo cual es aprovechado por Jesús para una de sus parábolas.
Cuando se escarda, puede resultar fácil arrancar una mala hierba. Pero no es tan fácil hacerlo en la vida, porque todas las personas tenemos una semilla de Dios que en algún momento puede germinar, porque hay personas que aparentemente son malas pero su corazón es bueno y da frutos.
Jesús nos invita a la paciencia, a saber esperar, a la confianza. El que confía en el Padre no desespera cuando ve que el mundo está dominado por la cizaña. Es tentador usar los métodos que usa este mundo para llevar a cabo la tarea de limpieza del campo de la vida: venganzas, conspiraciones y maquinaciones, estrategias para que venza el bien… Así trabaja el maligno. Hoy sigue habiendo inquisidores que quieren arrancar de raíz la cizaña. Pero el Agricultor divino, no trabaja así. Espera hasta el final, cuando ya todo esté bien definido, cuando cada planta, cada ser humano, haya tomado la decisión de ser lo que es. ¡Cuantos jóvenes que parecen pendencieros, al madurar se hacen excelentes personas! También puede ocurrir lo contrario: personas que parecen “trigo limpio” pero por dentro son pura cizaña. No nos queda más remedio que convivir con la cizaña con paciencia que asfixia al trigo, confiando que el Padre encontrará un camino para que el grano que muere dará su fruto.
EL PODER DE LO PEQUEÑO
Las otras dos parábolas del evangelio de hoy, el grano de mostaza y la levadura, nos hablan de lo que no se ve, de las pequeñas cosas de la vida. El Reino de Dios está hecho de esas pequeñas cosas. Mientras que los reinos humanos buscan la grandilocuencia, las obras fastuosas, los proyectos de mucho alcance, el Reino de Jesús busca lo pequeño.
Nacer en un establo, convivir con unos pescadores, rodearse de leprosos, enfermos y gente de malvivir, asar un poco de pescado en unas brasas para sus discípulos, morir en una cruz… Estas y otras pequeñeces vertebran la vida de Jesús. Con él comenzó el Reino de Dios. Un Reino que sigue creciendo como el grano de mostaza, como la levadura, mientras que los grandes imperios y los reinos de este mundo van cayendo uno a uno. Conclusión: no hace falta arrancar las malas hierbas. Si tenemos un poco de paciencia, se secan ellas solas.

sábado, 11 de julio de 2020

Evangelio del Domingo


DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA Is 55, 10-11
Lectura del libro de Isaías.
ESTO dice el Señor:
«Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo,
     y no vuelven allá sino después de empapar la tierra,
     de fecundarla y hacerla germinar,
     para que dé semilla al sembrador
     y pan al que come,
así será mi palabra que sale de mi boca:
     no volverá a mí vacía,
     sino que cumplirá mi deseo
     y llevará a cabo mi encargo».
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 64, 10abcd. 10e-11. 12-13. 14 (R/.: Lc 8, 8)
R/.   La semilla cayó en tierra buena y dio fruto.
        V/.   Tú cuidas de la tierra, la riegas
                y la enriqueces sin medida;
                la acequia de Dios va llena de agua,
                preparas los trigales.   R/.
        V/.   Así preparas la tierra.
                Riegas los surcos,
                igualas los terrones,
                tu llovizna los deja mullidos,
                bendices sus brotes.   R/.
        V/.   Coronas el año con tus bienes,
                tus carriles rezuman abundancia;
                rezuman los pastos del páramo,
                y las colinas se orlan de alegría.   R/.
        V/.   Las praderas se cubren de rebaños,
                y los valles se visten de mieses,
                que aclaman y cantan.   R/.

SEGUNDA LECTURA Rom 8, 18-23

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.
HERMANOS:
Considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará. Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto.
Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo.
Palabra de Dios.

Aleluya
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.
V/.   La semilla es la palabra de Dios, y el sembrador es Cristo;
        todo el que lo encuentra vive para siempre.   R/.

EVANGELIO  Mt 13, 1-23

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
AQUEL día, salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas:
Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron. Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta.
El que tenga oídos, que oiga».
Se le acercaron los discípulos y le preguntaron:
«Por qué les hablas en parábolas?».
Él les contestó:
«A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no.
Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías:
“Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver;
porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos;
para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón,
ni convertirse para que yo los cure”.
Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
Vosotros, pues, oíd lo que significa la parábola del sembrador:
si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe.
Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril.
Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno».
Palabra del Señor.


HOMILÍA

LAS PALABRAS IMPORTAN
Los seres humanos, usamos las palabras como el principal vehículo de comunicación entre nosotros. La palabra nos distingue de los animales; nos ayuda a comunicar las cosas con matices muy sutiles, describiendo lo que queremos decir con mucha precisión. Pero la palabra tiene también un lado oscuro: mientras que el lenguaje no verbal nos comunica los verdaderos sentimientos de la persona que tenemos delante, la palabra puede utilizarse para mentir, para decir lo contrario de lo que pensamos, para expresar ideas bonitas que después no pondremos jamás en práctica.
JESÚS ES LA PALABRA DEL PADRE
Dios ha hablado con nuestro lenguaje. Lo ha hecho de una manera definitiva, en Jesús. El evangelio de san Juan identifica a Jesús con la Palabra definitiva del Padre: una Palabra encarnada, cumplida, verdadera… No hay doblez en Jesús. Los deseos del Padre se cumplen en su Hijo.
Los que quieran descubrir cuáles son los deseos de Dios para nuestro mundo, pueden mirar a Jesús. En él encontrarán, si lo desean, los secretos del Reino. Unos secretos que se transmiten en parábolas. Secretos claros para quien quiere escuchar y entender; oscuros para el que no tiene intención de buscar la verdad.
LOS OYENTES DE LA PALABRA
Según la parábola del sembrador, hay cuatro tipos de oyentes de la Palabra:
1º- Los que oyen sin escuchar
¡Cuántas veces rezamos el Padrenuestro sin haber entendido una sola palabra de lo que hemos dicho, porque no hemos puesto atención, porque estábamos pensando en otras cosas! ¡Cuántas veces hemos venido a misa y nos ha pasado lo mismo! Las palabras que están llenas de sentido, necesitan ser repetidas muchas veces. Quizá una de ellas nos llegue al corazón en alguna ocasión y entonces cambie todo.
2º- Los inconstantes.
Son los que se entusiasman rápidamente con las palabras de Jesús. Qué bonito es oir el evangelio cuando habla de amor desinteresado, de perdón… ¿Qué hermosos gestos tiene Jesús en el lavatorio de los pies a los discípulos… Pero la palabra de Jesús compromete, requiere perseverancia, oración, compromiso comunitario… Muchas veces no queremos ningún compromiso, porque se vive mejor sin cargas, sin complicarnos la vida (venir a misa los domingos, participar en algún grupo cristiano, comprometerme con la fe en mi trabajo… Son cosas que me quitan tiempo) Entiendo que la Palabra del Reino es algo bueno, pero no me llega al fondo del alma para comprometerme con ella.
3º- Los seducidos por los afanes de la vida
¿Qué son los afanes de la vida? Jesús mismo nos pone las riquezas como el principal afán de la vida. Pero hay más, como la búsqueda incansable del poder, del dominio sobre otros, la comodidad, la egolatría…
Se da el caso que puede haber muchos creyentes, devotos de los sacramentos, piadosos en sus rezos, oyentes de la Palabra, pero incapaces de ponerla en práctica, de vivirla. Hay creyentes para los que es más importante el dinero que los seres humanos; más importante agradar a los poderosos que el reconocimiento de la verdad; más importante la pureza de los ritos litúrgicos que las dificultades por las que pasa el hermano… La seducción del pecado no es algo de lo que nos libremos los creyentes. Al contrario, hemos de estar muy vigilantes, porque traicionamos fácilmente la Palabra que escuchamos cada día.
4º Los que hacen fructificar la Palabra
Los oyentes de la Palabra que no dan fruto son como la semilla que se pierde. Por eso el evangelio nos dice que al hombre se le conoce por sus frutos (Mt 7, 15-20). Pero hemos de tener cuidado, porque los frutos de la Palabra no son las grandes obras humanas que nos dan gloria. Los frutos de la Palabra no suelen inflamar nuestro ego. Son frutos discretos y pequeños: el que pasa por tonto por haber perdonado a un enemigo, el que contagia alegría a los demás, el que todos califican de idiota por haber defendido lo que es más justo en su empresa, el que es tranquilo cuando hay enfrentamientos, el que tiene corazón para acoger a los excluidos por los demás… Nuestro mundo no valora esos frutos. Y a veces en la Iglesia tampoco los valoramos. Nos va más lo grandilocuente, queremos ver resultados que colmen nuestros deseos humanos. ¿Son esos los frutos de la Palabra?
Feliz domingo

viernes, 3 de julio de 2020

Evangelio del Domingo


DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA Zac 9, 9-10
Lectura de la profecía de Zacarías.

ESTO dice el Señor:
«¡Salta de gozo, Sion; alégrate, Jerusalén!
Mira que viene tu rey,
     justo y triunfador,
     pobre y montado en un borrico, en un pollino de asna.
Suprimirá los carros de Efraín
     y los caballos de Jerusalén;
     romperá el arco guerrero
     y proclamará la paz a los pueblos. Su dominio irá de mar a mar,
     desde el Río hasta los extremos del país».
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14 (R/.: cf. 1)
R/.   Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

        V/.   Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
                bendeciré tu nombre por siempre jamás.
                Día tras día, te bendeciré
                y alabaré tu nombre por siempre jamás.   R/.

        V/.   El Señor es clemente y misericordioso,
                lento a la cólera y rico en piedad;
                el Señor es bueno con todos,
                es cariñoso con todas sus criaturas.   R/.

        V/.   Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
                que te bendigan tus fieles.
                Que proclamen la gloria de tu reinado,
                que hablen de tus hazañas.   R/.

        V/.   El Señor es fiel a sus palabras,
                bondadoso en todas sus acciones.
                El Señor sostiene a los que van a caer,
                endereza a los que ya se doblan.   R/.

SEGUNDA LECTURA Rom 8, 9. 11-13
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:
Vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros; en cambio, si alguien no posee el Espíritu de Cristo no es de Cristo.
Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Así pues, hermanos, somos deudores, pero no de la carne para vivir según la carne. Pues si vivís según la carne, moriréis; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.
Palabra de Dios.

Aleluya Mt 11, 25
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.
V/.   Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
        porque has revelado los misterios del reino a los pequeños.   R/.

EVANGELIO Mt 11, 25-30
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
    «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.


HOMILÍA

ENTENDER A JESÚS
Encontrarse con Jesús, entenderle, descubrirle, no requiere una erudición especial. Basta recorrer el camino que él recorrió. Su camino va del Cielo a la Tierra, de la mesa de la Eucaristía al suelo del lavatorio, del glorioso antepasado, el rey David, al humilde portal de la ciudad de Belén. Solo entiende a Jesús quien se abaja, quien vive entre los últimos, quien abraza la pobreza. Jesús es la Sabiduría oculta a los sabios y entendidos. Esos sabios que buscan su conocimiento en los libros antiguos, en la Ley de Moisés, en las teorías bien montadas, en las ideologías perfectas… Jesús es el sabio que cautiva con su vida a los pequeños y a los pobres. No se entienden las bienaventuranzas si no se ha sufrido privaciones o injusticias, si no se ha llorado… No se entiende a Jesús que es perdón si no se ha sentido en las propias carnes el peso del pecado. Jesús nos habla con el libro de su vida, de su entrega, de su amor incondicional. El no nos habla del amor, sino que nos ama con un amor que da la vida. Ese lenguaje solo lo entienden los que están acostumbrados a leer en ese libro tan extraño, el libro de la vida.
CONOCER A JESÚS
Nos encontramos en un mundo cada día más secularizado, cada día más ajeno a las cosas de Dios. El hombre de hoy se siente ajeno a él, porque no necesita de él. Quizá deseamos acercarnos a Dios desde un conocimiento teórico. Un conocimiento así no convence, porque no se puede demostrar, porque es incompatible con la ciencia. Conocer a Dios pasa por conocer a Jesús. Solo se le conoce siguiendo sus pasos, como decíamos antes. No se le conoce desde los despachos. Se le reconoce en la mesa compartida, en la misión arriesgada, en la oración dialogada, en la escucha de la Palabra, en el encuentro con las víctimas, en el reconocimiento de los excluidos…
DESCANSAR EN JESÚS
Puede parecer que las cosas a las que Jesús nos invita ( el perdón, la confianza del que vive pobremente sin acumular, el amor sin esperar nada a cambio….) son cosas difíciles que nos agobian, porque nos da miedo seguir a Jesús. Preferimos vivir con la seguridad que da el dinero, con la comodidad que da una vida sin riesgos, con el sosiego que produce el individualismo materialista, sin implicarse con el hermano, sin conocer los padecimientos de los otros… Pero nunca estamos completamente seguros, nunca estamos suficientemente cubiertos por el dinero, nuca estamos libres de la enfermedad o de la crisis económica… La crisis del coronavirus ha puesto en evidencia nuestra vulnerabilidad. No lo podemos tener todo programado, ni todo bien atado, ni resuelto. La vida es siempre un riesgo con el que no contábamos. En esos momentos, más que nunca Jesús se nos ofrece como el sosiego para nuestro agobio, como la paz para nuestra inquietud, como la solución para nuestros problemas y el descanso para nuestro cansancio. No dejemos de buscarle en estos días de miedo por el Covid 19. No hemos de temer porque lo que nos propone se puede llevar aunque nos parezca difícil. Es una carga ligera que nos llena de dicha y nos trae la paz. Así se lo pedimos. Feliz domingo