sábado, 27 de junio de 2020

Evangelio del Domingo


DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA 2 Re 4, 8-11. 14-16a
Lectura del segundo libro de los Reyes.

PASÓ Eliseo un día por Sunén. Vivía allí una mujer principal que le insistió en que se quedase a comer; y, desde entonces, se detenía allí a comer cada vez que pasaba.
Ella dijo a su marido:
    «Estoy segura de que es un hombre santo de Dios el que viene siempre a vernos. Construyamos en la terraza una pequeña habitación y pongámosle arriba una cama, una mesa, una silla y una lámpara, para que cuando venga pueda retirarse».
Llegó el día en que Eliseo se acercó por allí y se retiró a la habitación de arriba, donde se acostó.
Entonces se preguntó Eliseo:
    «¿Qué podemos hacer por ella?».
Respondió Guejazí, su criado:
    «Por desgracia no tiene hijos y su marido es ya anciano».
Eliseo ordenó que la llamase. La llamó y ella se detuvo a la entrada.
Eliseo le dijo:
    «El año próximo, por esta época, tú estarás abrazando un hijo».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 88, 2-3. 16-17. 18-19 (R/.: 2a)
 R/.   Cantaré eternamente las misericordias del Señor.

        V/.   Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
                anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
                Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno»,
                más que el cielo has afianzado tu fidelidad.   R/.

        V/.   Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
                caminará, oh, Señor, a la luz de tu rostro;
                tu nombre es su gozo cada día,
                tu justicia es su orgullo.   R/.

        V/.   Porque tú eres su honor y su fuerza,
                y con tu favor realzas nuestro poder.
                Porque el Señor es nuestro escudo,
                y el Santo de Israel nuestro rey.   R/.

SEGUNDA LECTURA Rom 6, 3-4. 8-11
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:
Cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque quien ha muerto, ha muerto al pecado de una vez para siempre; y quien vive, vive para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.

Aleluya 1 Pe 2, 9
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.
V/.   Vosotros sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa;
        anunciad las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa.   R/.

EVANGELIO Mt 10, 37-42
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa».

Palabra del Señor.


HOMILÍA
El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús instruyendo a los apóstoles sobre la familia. Las citas que aparecen en los evangelios sobre este tema pueden dejarnos un poco incómodos por la manera que se habla de las relaciones familiares. Incluso cuando Jesús habla de su propia familia, da la impresión de que siente un gran desapego por ella: “mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” (lc 8, 19-21).
Puede que haya quien interprete el evangelio de hoy como una huída de la familia para ser discípulo de Jesús. Nada más lejos de la realidad. Jesús no habla de los lazos biológicos de la familia; tampoco quiere que dejemos de relacionarnos con  nuestras familias para mantenernos puros en el crecimiento espiritual. En el pasado, había algunas órdenes religiosas que separaban a sus miembros de sus familias para que no interfirieran en la vida espiritual y en la nueva familia religiosa.  Esto era llevar las palabras de Jesús a unos límites equivocados.
¿Entonces por qué Jesús habla de la familia en los términos en los que lo hace?
Esto solo se entiende si nos centramos en el mensaje de Jesús. El mensaje del Reino es primordial en la vida de un discípulo, de un seguidor de Cristo. Es un mensaje que se asienta en la verdad como fundamento para ser libres; en la justicia, como como base de las relaciones humanas; en la paz, como vivencia para el entendimiento en un mundo enfrentado; en el servicio, como principio de toda fraternidad… El mensaje de Jesús es para ser vivido, no para hacer teorías bonitas sobre él. Por eso nos propone formar parte de una nueva familia donde tengan cabida los más pobres, los excluidos, los que no tienen familia, los rechazados por unas relaciones sociales cerradas, donde los poderosos no son conscientes del sufrimiento de los humildes.
Este mensaje choca a veces con las ideas establecidas en la familia, que busca el triunfo de los hijos, que desea su porvenir glorioso. Podemos recordar el ejemplo de la madre de dos discípulos de Jesús, los Cebedeos. Esta madre se atrevió a pedir a Jesús los mejores puestos para sus hijos en el Reino que ella pensaba que iba a instaurar. Una madre que hace eso, es porque quiere lo mejor para sus hijos, pero se olvida del mensaje de Jesús.
También nosotros hoy pensamos en términos de beneficio personal y familiar, no pensamos desde la propuesta del Reino que Jesús nos ofrece. Por eso vemos a los emigrantes como competidores, no como hijos de Dios y hermanos nuestros; celebramos los sacramentos como rituales sociales, no como expresión de nuestra pertenencia a la gran familia de Jesús; nos preocupamos más de nuestra gloria, de nuestros cargos, no del servicio que prestamos a nuestros hermanos.
El evangelio nos invita a “perder la vida” para ganarla. Seguro que la madre de los Cebedeos tendría mucho disgusto porque sus hijos estaban perdiendo el tiempo siguiendo a Jesús. De él iban a sacar poco provecho para su porvenir.
El discípulo, el profeta, es alguien pequeño, sin porvenir, incluso malmirado por muchos, porque dice cosas que no gustan. Siempre hay gente que acoge a los discípulos y a los profetas, como la mujer de la primera lectura. Dios sabrá recompensar a las personas que acojan a los que son del Reino. Feliz domingo.

sábado, 20 de junio de 2020

Evangelio del Domingo


DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA (Jer 20, 10-13)
Lectura del libro de Jeremías.

DIJO Jeremías:
Oía la acusación de la gente:
«“Pavor-en-torno”,
delatadlo, vamos a delatarlo».
Mis amigos acechaban mi traspié:
     «A ver si, engañado, lo sometemos
     y podemos vengarnos de él».
Pero el Señor es mi fuerte defensor:
     me persiguen, pero tropiezan impotentes.
Acabarán avergonzados de su fracaso,
     con sonrojo eterno que no se olvidará.
Señor del universo, que examinas al honrado
     y sondeas las entrañas y el corazón,
     ¡que yo vea tu venganza sobre ellos,
     pues te he encomendado mi causa!
Cantad al Señor, alabad al Señor,
     que libera la vida del pobre
     de las manos de gente perversa.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial (Sal 68, 8.10.14 y 17.33-35 (R/.: 14c))
R/.   Señor, que me escuche tu gran bondad.
        V/.   Por ti he aguantado afrentas,
                la vergüenza cubrió mi rostro.
                Soy un extraño para mis hermanos,
                un extranjero para los hijos de mi madre.
                Porque me devora el celo de tu templo,
                y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.   R/.

        V/.   Pero mi oración se dirige a ti,
                Señor, el día de tu favor;
                que me escuche tu gran bondad,
                que tu fidelidad me ayude.
                Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;
                por tu gran compasión, vuélvete hacia mí.   R/.

        V/.   Miradlo, los humildes, y alegraos;
                buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
                Que el Señor escucha a sus pobres,
                no desprecia a sus cautivos.
                Alábenlo el cielo y la tierra,
                las aguas y cuanto bulle en ellas.   R/.

SEGUNDA LECTURA (Rom 5, 12-15)
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:
Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron.
Pues, hasta que llegó la ley había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputaba porque no había ley. Pese a todo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que tenía que venir.
Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por el delito de uno solo murieron todos, con mayor razón la gracia de Dios y el don otorgado en virtud de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos.
Palabra de Dios.

Aleluya
Jn 15, 26b-27a
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.   El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí —dice el Señor—;
        y vosotros daréis testimonio.   R/.

EVANGELIO (Mt 10, 26-33)
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse.
Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea.
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones.
A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».
Palabra del Señor.


HOMILÍA

La fe en Jesús es de las cosas más grandes y hermosas que tenemos los creyentes. Creer en su Palabra es mucho más que un conjunto de normas que se nos ofrecen; es dejarnos transformar por la fuerza que nos transmite, por la renovación que nos provoca en la construcción del Reino.
Pero la fe  está sujeta siempre a las fuerzas de este mundo que la debilitan una y otra vez. Por eso estamos invitados todos los días a mantenernos fieles a Jesús, a su verdad. La verdad no quiere aditivos, no quiere condiciones, no desea intereses personales y de grupo… La verdad choca muchas veces con el miedo. Por eso la verdad se oculta tan a menudo. ¿Cómo decir a mi jefe la verdad que no le gusta si temo que me despida? ¿Cómo denunciar las injusticias de los poderosos si tienen el poder para acabar con mi carrera? Es más fácil sacar a la luz los defectos de los pobres, de los que no cuentan, porque ésos no pueden hacer daño, ésos no provocan miedo. El evangelio nos asegura que al final todo se sabe, que la verdad siempre sale a la luz, aunque tarde mucho tiempo en hacerlo.
Por eso, el evangelio de hoy es una invitación la confianza en Jesús, a no tener miedo cuando decimos la verdad, en especial esas verdades que escuecen. Jesús nos invita a ser honrados con nosotros mismos, a que descubramos esas verdades que no queremos reconocer, a que superemos esos miedos que nos paralizan, o lo que es peor, nos venden a otros “dioses” por miedo a lo que nos pueda pasar.
Hoy es un día para que reflexionemos sobre los medios de comunicación, que muchas veces ocultan la verdad por defender intereses económicos e ideológicos. También podemos reflexionar sobre las instituciones públicas y  las noticias falsas que fabrican para salvaguardar sus intereses. Y como no, hemos de pensar en nuestra Iglesia, muchas veces instalada en el secretismo. ¿Qué queremos ocultar? Habrá que hacer las cosas a la luz del día, aunque eso no nos haga ganadores, aunque no nos ponga en los primeros lugares. La pobreza es un acto de confianza en el Padre. Pero la pobreza no solo es la ausencia de bienes materiales; es también el reconocimiento de nuestra propia pequeñez, el sabernos pecadores, el reconocer nuestros errores. Jesús no temía a los que le podían hacer daño en su cuerpo, en su fama, en su vida material. Le hicieron tanto daño, que acabó en la cruz, Por eso nos dice a nosotros: “ no tengáis miedo a los que matan el cuerpo. Temed más bien a los que acaban con vuestro alma”. El alma se destruye poco a poco cuando nos vendemos por dinero, cuando ocultamos la verdad para salvaguardar nuestros intereses, cuando miramos a otro lado para no ver la corrupción… Señor Jesús, ayúdanos a no temer a los que manejan los hilos de este mundo. Ayúdanos a mantenernos firmes en la fe, confiando en ti.

sábado, 13 de junio de 2020

Evangelio del Domingo


SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

PRIMERA LECTURA
Deut 8, 2-3. l4b-l6a
Te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres

Lectura del libro del Deuteronomio.
MOISÉS  habló al pueblo diciendo:
    «Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto, para afligirte, para probarte y conocer lo que hay en tu corazón: si observas sus preceptos o no.
Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para hacerte reconocer que no solo de pan vive el hombre, sino que vive de todo cuanto sale de la boca de Dios.
No olvides al Señor, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con serpientes abrasadoras y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres».
Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Sal 147, 12-13. 14-15. 19-20 (R/.: 12a)
R/.   Glorifica al Señor, Jerusalén.
        V/.   Glorifica al Señor, Jerusalén;
                alaba a tu Dios, Sion.
                Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
                y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.   R/.
        V/.   Ha puesto paz en tus fronteras,
                te sacia con flor de harina.
                Él envía su mensaje a la tierra,
                y su palabra corre veloz.   R/.
        V/.   Anuncia su palabra a Jacob,
                sus decretos y mandatos a Israel;
                con ninguna nación obró así,
                ni les dio a conocer sus mandatos.   R/.

SEGUNDA LECTURA
1 Cor 10, 16-17
El pan es uno; nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

HERMANOS:
El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión del cuerpo de Cristo?
Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan.
Palabra de Dios.

SECUENCIA

He aquí el pan de los ángeles,
   hecho viático nuestro;
   verdadero pan de los hijos,
   no lo echemos a los perros.
Figuras lo representaron:
   Isaac fue sacrificado;
   el cordero pascual, inmolado;
   el maná nutrió a nuestros padres.
Buen Pastor, Pan verdadero,
   oh, Jesús!, ten piedad.
   Apaciéntanos y protégenos;
   haz que veamos los bienes
   en la tierra de los vivientes.
Tú, que todo lo sabes y puedes,
   que nos apacientas aquí
   siendo aún mortales,
   haznos allí tus comensales,
   coherederos y compañeros
   de los santos ciudadanos.

Aleluya
Jn 6, 51
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.   Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo —dice el Señor—;
        el que coma de este pan vivirá para siempre..   R/.

EVANGELIO 
Jn 6, 51-58

Lectura del santo Evangelio según san Juan.
EN aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
    «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».
Disputaban los judíos entre sí:
    «Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
    «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Palabra del Señor.


HOMILÍA

DIOS ALIMENTA A SUS HIJOS
Dios Sacó al pueblo de Israel de la esclavitud. Le dio a comer el cordero de la pascua. Pero en las duras condiciones del desierto, sin comida, sin agua, Dios no abandonó a su pueblo. Les alimentó con el maná. También hoy llegan hasta Dios los clamores de todos los hombres y mujeres que pasan hambre en el mundo. El hambre no solo es la falta de pan o de agua en las zonas desérticas; es también la sanidad deficitaria, la cultura y la educación inexistentes, las guerras destructoras de todo… Dios sigue velando hoy por su pueblo. Desencadena la fuerza de su llamada en hombres y mujeres en todo el mundo para que sean sus manos que dan de comer. Hoy puedes ser tú esa mano que alimenta, la mano que utiliza el Padre en su eterna preocupación por sus hijos.
No podemos entender la Eucaristía si no comprendemos que Dios desea que todos sus hijos de la Tierra puedan comer. Esa preocupación que tuvo Jesús con la multitud cuando multiplicó los panes. La Eucaristía multiplica el pan en un gesto de solidaridad. Jesús hace siempre el milagro, pero nos dice:” dadles vosotros de comer” Si celebramos la Eucaristía e ignoramos a nuestros hermanos que pasan necesidad, destruimos la fuerza del sacramento, nos desvinculamos del deseo de Dios, por mucho que comulguemos.
DIOS SE HACE ALIMENTO PARA SUS HIJOS
El deseo de Dios de alimentar a sus hijos, provoca un efecto de dimensiones abrumadoras: él mismo se hace alimento, él mismo se hace pan a través del Hijo. Jesús es pan, fruto de la tierra manipulado por el hombre con su trabajo; Jesús es vino nuevo de la alegría, de la Alianza nueva y definitiva. No se trata de comulgqr con unas ideas más o menos bonitas que aparecen en el Evangelio, ni de aceptar ciertos códigos de conducta o normas morales que propone Jesús, ni de cumplir los mandamientos de la Ley de Dios. Se trata de alimentarnos de Jesús mismo, de asimilarnos a su persona que nos da vida, para que todos tengan vida y celebren la fiesta de los hermanos.
JESUS NOS INVITA A ENTRAR EN COMUNIÓN CON ÉL
Comulgar no es un acto ritual vacío. Cada vez que nos acercamos a recibir la comunión, entramos a formar parte de la vida de Cristo, de su entrega, de su amor hacia los pobres, de su valentía para denunciar las injusticias de este mundo, de su capacidad para perdonar al hermano, de su proyecto del Reino de la Nueva Alianza, basado en las bienaventuranzas… Nos identificamos con él: su carne, alimenta nuestros músculos; su sangre, corre por nuestras venas. El se funde en nosotros, si le dejamos. El enorme don de su persona se nos entrega en este sacramento de manera gratuita. Por desgracia, en muchas ocasiones nos nutrimos de otros alimentos que nada tienen que ver con la persona de Jesús, y reducimos la comunión a un ritual vacío. Que nuestro pecado no empañe la fuerza del don de la Eucaristía.
Al comer de ese pan único, formamos un solo cuerpo, aunque cada uno siga sin perder su individualidad. La Eucaristía que nos pone en comunión con Cristo, nos ayuda a ponernos en comunión con nuestros hermanos, donde el Cuerpo de Cristo también se hace presente. Todos formamos su Cuerpo.

sábado, 6 de junio de 2020

Evangelio del Domingo


SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

PRIMERA LECTURA (Éx 34, 4b-6. 8-9)
Lectura del libro del Éxodo.
EN aquellos días, Moisés madrugó y subió a la montaña del Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra.
El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor.
El Señor pasó ante él proclamando:
    «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad».
Moisés al momento se inclinó y se postró en tierra. Y le dijo:
    «Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque es un pueblo de dura cerviz; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya».
Palabra de Dios.

Salmo responsorial (Dn 3, 52 - 56)
R/.   A ti gloria y alabanza por los siglos.
        V/.   Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
                bendito tu nombre santo y glorioso.   R/.
        V/.   Bendito eres en el templo de tu santa gloria.
                Bendito eres sobre el trono de tu reino.   R/.
        V/.   Bendito eres tú, que sentado sobre querubines
                sondeas los abismos.   R/.
        V/.   Bendito eres en la bóveda del cielo.   R/.

SEGUNDA LECTURA (2 Cor 13, 11-13)
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

HERMANOS, alegraos, trabajad por vuestra perfección, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros.
Saludaos mutuamente con el beso santo.
Os saludan todos los santos.
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con todos vosotros.
Palabra de Dios.

Aleluya
Ap 1, 8
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo;
        al Dios que es, al que era y al que ha de venir.   R/.

EVANGELIO (Jn 3, 16-18)
Lectura del santo Evangelio según san Juan.

TANTO amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Palabra del Señor.

HOMILÍA
La liturgia de hoy nos invita a acercarnos al misterio de Dios. El Dios Uno, el Dios Trino. Hablamos mucho de Dios, pero le conocemos poco.
Muchas veces queremos acercarnos a él a través de la razón. No está mal que lo hagamos así, pero de esa manera no nos introducimos en el misterio. Podemos hablar de las madres fríamente, de la importancia que tienen en el desarrollo de sus hijos, del papel afectivo que juegan en la vida de los niños… Pero cuando hablo de mi madre, la cosa es bien distinta. Ella me provoca emoción, me despierta muchos recuerdos vividos, me descubre mi pertenencia a su mundo, a sus gestos, a su herencia espiritual… Algo así pasa con Dios: entramos en el misterio por la puerta del amor, de la relación con él, de la amistad gozosa. Conozco una religiosa que cuando se enfada con Dios le pega porrazos en el sagrario. Más allá de la anécdota, podríamos decir que nuestra relación de amistad, lo es también de familiaridad, incluso teniendo las mismas reacciones que activamos con nuestros seres queridos. Porque Dios es un ser querido para nosotros. Y cuando no entendemos muchas cosas de este mundo le pedimos cuentas. Y cuando sentimos la dicha de la vida le damos las gracias.
Hemos de madurar en nuestra relación con él. Quizá tendríamos que pedir menos y escuchar más para ahondar en el misterio. Nuestra vida es siempre un proceso de maduración. En la primera lectura, Abrahán tuvo que descubrir que Dios es lento a la ira y rico en clemencia, porque pensaba en un Dios vengativo y castigador. Sólo Jesús nos mostró el rostro definitivo del Padre: un Dios que es todo amor, que lejos de condenar al mundo, desea que el mundo se salve. Todos los que en la pandemia del Covid-19 han lanzado al aire discursos de castigo por nuestros pecados, están hablando de un Dios que no es el cristiano, están utilizando el nombre de Dios para meter miedo a la gente.
Dios no está entre nosotros para meter miedo a nadie, sino para amar a todos, para acompañarnos en nuestro dolor, para llenarnos con la fuerza de su amor infinito, para enseñarnos el camino de la hermandad y de la comunión.
Dios es comunión, común-unión. La comunión no se impone, se construye por la fuerza de atracción del amor. Esto es la Trinidad, Dios Amor, Dios Uno, Dios Diverso, Dios Amante del ser humano. Que él nos abra nuestro ser para entrar en el misterio, para entrar en comunión.