miércoles, 29 de abril de 2020

Evangelio del día, Triduo a San José Obrero, día III


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 6, 44-51)

EN aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
    «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Sigue san Juan dándonos a conocer el discurso de Jesús sobre el PAN DE VIDA. Puede parecernos un poco repetitivo porque no nos ponemos en el contexto en que vivieron Jesús y las primeras comunidades cristianas. Jesús traía una novedad difícil de asimilar para los judíos.. Por eso se esfuerza en explicarles cuál es su novedad. Israel se asienta en el cumplimiento de la Ley de Moisés para encontrar la recompensa de Dios. Cumpliendo los mandamientos, los judíos se sentían salvados. Esa Ley de Moisés es el alimento espiritual para el pueblo, simbolizado en el maná.  Jesús les dice que los que se alimentan de ese maná, de esa Ley, perecen. Mientras que Jesús da un alimento que salva, que da vida al mundo, que provoca vida eterna. No hay que cumplir la Ley antigua; al contrario, basta con unirse a Jesús, a su persona, a sus sentimientos, a su Espíritu. Pero ese Espíritu que Jesús nos da no es una idea, sino que se encarna, se hace carne, realidad. El don de Jesús se hace histórico, concreto.
Esto nos recuerda que una fe teórica, que se vive exclusivamente en la capilla o en un templo, no es una fe real. El seguimiento de Jesús se tiene que hacer realidad en todo lo que nos pasa, en las alegrías y fatigas humanas, en las crisis económicas y los problemas de la humanidad. Una fe que no se hace carne es alimento sin sustancia, espiritualismo que no nos conduce a Dios, que está siempre en el hermano. La espiritualidad, cuando es verdadera, siempre nos compromete con nuestros semejantes. Feliz día.

TRIDUO A SAN JOSÉ OBRERO 2020
DÍA TERCERO (para rezarlo en casa)

ORACIÓN INICIAL

San José, padre adoptivo de Jesús, esposo de la Madre de Dios, protector  de la  Iglesia, venimos a ti para encomendarnos a tu protección. Nada has buscado en este mundo sino la gloria de Dios y el bien del prójimo. Entregado enteramente al Salvador, era tu alegría. Eras desconocido para el mundo y sin embargo conocido de Jesús, sus miradas reposaban complacidas sobre tu vida simple y escondida en él. San José, ves en la luz de Dios lo que nos falta, conoces nuestras preocupaciones, nuestras dificultades, nuestras penas. Gracias San José por interceder ante el Padre por nosotros. Encomendamos a tu solicitud paterna esta situación difícil de la pandemia. La ponemos en tus manos que salvaron al Niño Jesús, pero ante todo, implora para nosotros la gracia de la fe. Ayúdanos a conocer y amar cada día más a Jesús, con la ayuda de María su madre y nuestra Madre. SAN JOSE OBRERO, ¡RUEGA POR NOSOTROS! Amén

MEDITACIÓN PARA EL DÍA TERCERO


En este tercer día del triduo, queremos usar esta preciosa escultura de José Antonio Elvira, que está en el exterior de nuestra parroquia, para recordar de un modo especial a San José educador. Si nos fijamos vemos cómo el padre transmite su sabiduría al hijo en un gesto de paciencia por parte del adulto y de escucha atenta por parte del joven Jesús. Por eso, hoy queremos recordar a todos los EDUCADORES: los padres que educan a sus hijos, los maestros y profesores, los catequistas… En estos días, como no hay colegio, parece, que los maestros o los catequistas están desaparecidos. Pero no es así. Los profesores han estado trabajando desde casa muchas horas, pendientes de sus alumnos y de sus padres. Merece la pena tener en estos días un recuerdo agradecido para todos ellos. También recordamos a todos los catequistas, y a los niños, que han tenido que interrumpir las catequesis. No podrán tomar la comunión y recibir la confirmación hasta después de verano. Que san José Obrero les sostenga en la fe.

ORACIÓN A SAN JOSÉ OBRERO 

Tu vida de trabajo y de silencio nos enseña a ser eficaz en todas las situaciones, a esperar en la oscuridad, firmes en la fe.
Bajo tu patrocinio ofrecemos todo el día nuestros trabajos, nuestras luchas, nuestras alegrías y nuestras penas a Jesús, Divino Obrero, a quien enseñaste tu oficio.
Concédenos, como a todos nuestros hermanos de trabajo, pensar como Él, trabajar con Él y vivir en Él.
Danos la gracia de amarle con todo nuestro corazón y de servirle con todas nuestras fuerzas.
Que su Reino sea un hecho en las fábricas, en los talleres, en las minas, en los despachos, en los campos y en nuestras casas.
Que las almas de los obreros, que en el día de hoy se encuentran en peligro, permanezcan en su gracia.
Y que por su misericordia, los obreros muertos en el campo de honor del trabajo, descansen en paz.
RUEGA POR NOSOTROS

Evangelio del día, Triduo a San José Obrero, día II


Fiesta de Santa Catalina de Siena

Lectura del santo evangelio según san Mateo (Mt 11, 25-30)
En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Palabra del Señor


COMENTARIO
Hoy es el día de Santa Catalina de Siena. Una mujer laica, de la orden tercera dominica. Fue mística, vivió la peste de 1374 ayudando a muchos enfermos, contribuyó a la vuelta del papado a Roma, en un momento en que el cisma dividió a la Iglesia entre Aviñón y Roma. Es doctora de la Iglesia.
El evangelio de hoy nos recuerda cómo el Padre esconde su sabiduría a los sabios y entendidos, revelándose a los sencillos.
Catalina de Siena es un ejemplo claro de esta sabiduría de los sencillos. Nunca tuvo una educación formal, pero supo enfrentarse a los principales problemas que vivió su época. Siendo mujer, logró abrirse un camino en un mundo de hombres. Su fuerza y su sabiduría la sacaba de la oración.
Por otro lado, el evangelio, nos habla de los cansados y agobiados. Buenas palabras para las circunstancias que estamos viviendo. Muchos estamos ya nerviosos después de tantos días confinados, de tantas noticias negativas, de tantas dificultades por las que atraviesa el mundo. En estos momentos es importante acudir a Jesús para que nos ayude a ver las cosas con más paz, porque siempre serán más objetivas. Feliz día


TRIDUO A SAN JOSÉ OBRERO 2020
DÍA SEGUNDO (Para que reces desde tu casa)

ORACIÓN INICIAL

San José, padre adoptivo de Jesús, esposo de la Madre de Dios, protector  de la  Iglesia, venimos a ti para encomendarnos a tu protección. Nada has buscado en este mundo sino la gloria de Dios y el bien del prójimo. Entregado enteramente al Salvador, era tu alegría. Eras desconocido para el mundo y sin embargo conocido de Jesús, sus miradas reposaban complacidas sobre tu vida simple y escondida en él. San José, ves en la luz de Dios lo que nos falta, conoces nuestras preocupaciones, nuestras dificultades, nuestras penas. Gracias San José por interceder ante el Padre por nosotros. Encomendamos a tu solicitud paterna esta situación difícil de la pandemia. La ponemos en tus manos que salvaron al Niño Jesús, pero ante todo, implora para nosotros la gracia de la fe. Ayúdanos a conocer y amar cada día más a Jesús, con la ayuda de María su madre y nuestra Madre. SAN JOSE OBRERO, ¡RUEGA POR NOSOTROS! Amén

MEDITACIÓN PARA EL DÍA SEGUNDO


En la gran vidriera de nuestra parroquia descubrimos la Sagrada Familia. En primer plano, San José, nuestro patrón; detrás María y Jesús adolescente. Esta imagen, nos evoca a las familias que en estos días están viviendo en casa la pandemia del COVID-19. Por todas ellas queremos pedir en este segundo día del Triduo. De manera especial por las familias que pasan problemas económicos, por las que lloran la muerte de seres queridos, por las que tienen enfermos, por las que viven enfrentamientos acentuados por el confinamiento, por las familias que viven en pisos mínimos con muchos miembros, por las que no tienen hogar y viven estos días en centros de acogida, por las que padecen serios problemas económicos y no tienen lo mínimo para sobrevivir…. En estos momentos de la oración podríamos pensar en todas las familias que conocemos para presentarlas al Señor por intercesión de San José.

ORACIÓN A SAN JOSÉ OBRERO

Tu vida de trabajo y de silencio nos enseña a ser eficaz en todas las situaciones, a esperar en la oscuridad, firmes en la fe.
Bajo tu patrocinio ofrecemos todo el día nuestros trabajos, nuestras luchas, nuestras alegrías y nuestras penas a Jesús, Divino Obrero, a quien enseñaste tu oficio.
Concédenos, como a todos nuestros hermanos de trabajo, pensar como Él, trabajar con Él y vivir en Él.
Danos la gracia de amarle con todo nuestro corazón y de servirle con todas nuestras fuerzas.
Que su Reino sea un hecho en las fábricas, en los talleres, en las minas, en los despachos, en los campos y en nuestras casas.
Que las almas de los obreros, que en el día de hoy se encuentran en peligro, permanezcan en su gracia.
Y que por su misericordia, los obreros muertos en el campo de honor del trabajo, descansen en paz.
RUEGA POR NOSOTROS

martes, 28 de abril de 2020

Evangelio del día, Triduo a San José Obrero, día I


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 6, 30-35)

EN aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús:
    «¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”». Jesús les replicó:
    «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron:
    «Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó:
    «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
En el evangelio encontramos muchos títulos de Jesús que nos ayudan a entender la profundidad de su persona: el Mesías, el
 Hijo del Hombre, Rey, Pastor, Puerta, Luz Palabra, Camino, Verdad, Vida, Agua Viva… Hoy nos encontramos con un título más, que san Juan quiere dar a Jesús: EL PAN DE VIDA.
De nuevo san Juan menciona el maná con el que Dios alimentó a su pueblo en el desierto. El Señor está atento siempre a las necesidades de sus hijos, vela por ellos y los alimenta. El alimento que nos da viene del cielo: es el mismo Jesús, su Hijo. Por eso el el Pan de Vida. El Padre nos alimenta con su amor absoluto en la persona de Jesús.
Por eso para los cristianos es tan importante la Eucaristía. En ella recibimos un alimento que no se puede comprar en los supermercados, ni en las tiendas. Es un alimento gratuito que se recibe cuando la comunidad se reúne para hacer memoria de Jesús, para hacer fiesta por su entrega, para saber que está vivo entre nosotros; porque su sangre corre por nuestras venas, su carne, su pan, fortalece nuestros músculos. Feliz jornada de triduo de san José.


TRIDUO A SAN JOSÉ OBRERO 2020
DÍA PRIMERO (Para que reces desde tu casa)

ORACIÓN INICIAL

San José, padre adoptivo de Jesús, esposo de la Madre de Dios, protector  de la  Iglesia, venimos a ti para encomendarnos a tu protección. Nada has buscado en este mundo sino la gloria de Dios y el bien del prójimo. Entregado enteramente al Salvador, era tu alegría. Eras desconocido para el mundo y sin embargo conocido de Jesús, sus miradas reposaban complacidas sobre tu vida simple y escondida en él. San José, ves en la luz de Dios lo que nos falta, conoces nuestras preocupaciones, nuestras dificultades, nuestras penas. Gracias San José por interceder ante el Padre por nosotros. Encomendamos a tu solicitud paterna esta situación difícil de la pandemia. La ponemos en tus manos que salvaron al Niño Jesús, pero ante todo, implora para nosotros la gracia de la fe. Ayúdanos a conocer y amar cada día más a Jesús, con la ayuda de María su madre y nuestra Madre. 
SAN JOSE OBRERO, ¡RUEGA POR NOSOTROS! Amén

MEDITACIÓN PARA EL DÍA PRIMERO


En este día primero del Triduo, queremos meditar con el cuadro que hay en nuestra parroquia, representando la muerte de San José. Vemos cómo lo asiste en esos momentos Jesús, y también María, su esposa. Queremos pedir muy especialmente a san José que ruegue por los difuntos que han muerto en estos días de confinamiento. Aún no han podido tener un funeral, pero sabemos que san José y María han velado por ellos para que Jesús les acompañe en ese momento tan difícil. Han muerto sin la compañía de sus seres queridos, por eso mismo, Jesús ha estado presente a su lado de una manera especial. Jesús, el compañero de camino de la vida, da la mano a nuestros difuntos para que no se sientan solos, para que puedan cruzar seguros por el abismo de la muerte hacia la vida que no tiene fin.
Recordamos también a todas las familias de los difuntos que se han sentido impotentes por no poder estar junto a sus seres queridos, por no recibir el afecto físico de sus amigos. San José es también quien vela para que Jesús les acompañe en su oscuridad.
¡Cómo no vamos a recordar en este día a todo el personal sanitario, a todos los trabajadores de los centros de mayores….! Son verdaderos ángeles que han cuidado a nuestros enfermos y difuntos. San José Obrero, ruega por todos ellos.

ORACIÓN A SAN JOSÉ OBRERO 

Tu vida de trabajo y de silencio nos enseña a ser eficaz en todas las situaciones, a esperar en la oscuridad, firmes en la fe.
Bajo tu patrocinio ofrecemos todo el día nuestros trabajos, nuestras luchas, nuestras alegrías y nuestras penas a Jesús, Divino Obrero, a quien enseñaste tu oficio.
Concédenos, como a todos nuestros hermanos de trabajo, pensar como Él, trabajar con Él y vivir en Él.
Danos la gracia de amarle con todo nuestro corazón y de servirle con todas nuestras fuerzas.
Que su Reino sea un hecho en las fábricas, en los talleres, en las minas, en los despachos, en los campos y en nuestras casas.
Que las almas de los obreros, que en el día de hoy se encuentran en peligro, permanezcan en su gracia.
Y que por su misericordia, los obreros muertos en el campo de honor del trabajo, descansen en paz.
RUEGA POR NOSOTROS

lunes, 27 de abril de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 6, 22-29)

DESPUÉS de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
    «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó:
    «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron:
    «Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
Respondió Jesús:
    «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
El evangelio de hoy es continuación de la multiplicación de los panes.
Jesús se marcha solo a la otra orilla
Jesús parte solo. Los discípulos se quedan solos. Sin Jesús, se acentúa nuestra soledad. Sin Jesús la comunidad está desorientada. Cuando él no está hay que buscarlo, porque sin él nada es posible. Cuántas veces tomamos decisiones sin contar con Jesús, cuantas veces nos dejamos llevar por impulsos mundanos que nada tienen que ver con los sentimientos de Cristo… Ojalá nos hagamos conscientes de que en esos momentos necesitamos de él. Muchas veces en la vida tenemos que abandonar nuestra orilla cómoda, nuestra rutina de pensamiento y de obras, para remar a la otra orilla, donde no sabemos lo que nos espera: la orilla del hermano que piensa distinto a mí, la orilla del cambio de rutina que no esperábamos (como la sorpresa de esta pandemia que estamos viviendo), la orilla de las propuestas de mis hermanos que me incomodan….
Clarificar nuestra búsqueda
Jesús mismo decía claramente a la gente: “me buscáis porque os he dado de comer” ¿Por qué somos nosotros creyentes? A veces vamos detrás de Jesús como lo hacía la gente que lo seguía: unos porque pensaban que iba a ser un rey lleno de poder, otros porque les daba de comer, otros porque les curaba. También hoy podemos tener la religión como mi “tapagujeros”: para que no me pase nada, para entretener mi tiempo, para que no vaya al infierno, para que no me ponga enfermo, para que tenga suerte en la vida…. Olvidamos que la fe es otra cosa: es creer en Jesús en lo que él nos dice, en su Palabra que da vida, en su entrega generosa al hermano. Jesús es nuestro alimento que no perece, el pan que sacia, la vida que ilusiona, la fraternidad que reconforta.
Llega un momento en nuestro camino de fe que hay que plantearse cómo utilizamos los sacramentos, o los actos religiosos como las procesiones: ¿son un verdadero encuentro con Cristo o son celebraciones personales para hacer fiestas con mi familia, o para promover el turismo de la ciudad?… Hemos de reconocer que las palabras de Jesús a la multitud siguen siendo actuales. Las podríamos traducir así: “me buscáis porque os interesa para lo vuestro, pero no os fijáis en lo que yo soy, en lo que yo os digo.” Eso es utilizar a Jesús.  Feliz día

domingo, 26 de abril de 2020

Colabora con Cáritas Parroquial



Evangelio del Domingo


Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 24, 13-35)
AQUEL mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios;
iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
    «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido, Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
    «Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
    «¿Qué?».
Ellos le contestaron:
    «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
    «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
    «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.
Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
    «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
    «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.


HOMILÍA DE FÉLIX AYUSO

Hace 10 días, el 15 de abril, ya contemplábamos este episodio de la Palabra de Dios. En aquella ocasión nuestros ojos se fijaron más en los discípulos, con los cuales podíamos identificarnos por la situación de dolor, desolación, miedo… y en lo que Jesús Resucitado hacía con ellos y como transformaba su actitud.
Hoy vamos a poner solamente los ojos en Jesús, en el Resucitado, dónde está, cómo se hace presente, dónde podemos encontrarlo. Esta tendría que ser nuestra inquietud diaria: “Como la cierva busca corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío”; pero más que nunca en estos días en los que no podemos ir a la Iglesia y reconocerle en la celebración de la Eucaristía, o en la reserva del Sagrario.
Como estábamos acostumbrados a esas presencias del Señor, quizás las otras nos pasaban desapercibidas y necesitamos más que nunca redescubrirlas. Dejemos que la Palabra de Dios nos muestre al Resucitado y dónde descubrirle hoy:
“Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos, pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.”
1) Dos personas, dos discípulos están hablando y el Resucitado se acerca y se pone a caminar con ellos, primeramente sin decir nada. El Señor SE HACE PRESENTE EN NUESTRO CAMINAR sin que le llamemos, sin que hayamos quedado con él, sin hora fija, CUANDO ÉL QUIERE, cuando Él lo cree conveniente. Yo no puedo controlar, ni organizar la hora y el día que Dios estará conmigo, no puedo organizar mi agenda y mi horario y decir: “este tiempo lo guardo para que vengas, te espero”. El Señor viene cuando él considera oportuno. No podemos pretender controlar a Dios y que él se ajuste a los tiempos y lugares que a nosotros nos parezcan bien.
El Señor es una persona (mejor dicho 3, -Padre, Hijo y Espíritu Santo-) que no puedo manejar a mi conveniencia; solamente acoger con gratitud el hecho de que venga a mí, sentirme honrado de su visita. Además el Señor es Él, no yo. Nuestra paisana Teresa, doctora de la Iglesia, cima de la mística, quien nos habla de la “determinada determinación” para unirnos a Dios, para el camino espiritual, nos dice al mismo tiempo que “entre los pucheros está Dios”. Dios está donde Él quiere, no donde yo quiero que esté.
2) Jesús se pone a caminar con aquellos dos discípulos, pero “sus ojos eran incapaces de reconocerlo”, viene DISCRETAMENTE, tanto que PODEMOS NO RECONOCER SU PRESENCIA. Jesús viene a nuestro lado, pero no se presenta, no se identifica, pasa desapercibido, “como un ladrón en la noche” (Ap 3,3; Mt 24,43) nos decía el mismo cuando nos hablaba de como vendría después de su muerte. Es necesario estar en vela, muy atento a los signos y a los pequeños detalles para reconocer que es él. Puede estar a nuestro lado o en nuestra casa y nosotros no darnos ni cuenta, seguir durmiendo apaciblemente o enfrascados en nuestros pensamientos, ocupaciones o miedos sin percibir al Señor a nuestro lado.
3) Él les dijo: -« ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». El Señor pregunta, quiere entrar en nuestra conversación, en nuestros pensamientos, ES COMO UNA INTERFERENCIA que viene a meterse y de alguna manera descolocar “mi mundo”. Como una visita inoportuna en medio de la noche “estoy a la puerta y llamo, si alguien me abre entraré y cenaré con él”(Ap 3,20). Y lo hace CON APARIENCIA DE IGNORANTE “¿qué conversación es esa que traéis? ¿Pero eres tú el único que no sabe?”. Como un niño al que todo hay que explicarle y que me interrumpe, me frena y me impide avanzar en lo que yo estaba haciendo.
4) Entonces Jesús les dijo: - « ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?»
Aquel ignorante, el Señor discreto, DA UNA “SACUDIDA” a nuestro discurso, a nuestros pensamientos, a nuestra vida, no me da la razón, no es el amigo cómplice que siempre me apoya en lo que pienso  o en lo que quiero; sino que nos muestra los límites de nuestro camino y nos muestra otra luz, otro camino. NOS PROVOCA PARA DAR UN SALTO, para ir más allá de nuestra mirada “que ciegos estáis” y de nuestra lógica “necios y torpes”. “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros proyectos son mis proyectos…pues cuanto se elevan los cielos sobre la tierra, del mismo modo se elevan mis proyectos sobre los vuestros y mis pensamientos sobre los vuestros” (Is 55,8-9).
Jesucristo viene a nuestros caminos, a nuestra vida, pero Él es “el Camino, y la Verdad, y la Vida” (Jn 14,6). Él es el camino, que se nos propone y que solo podremos recorrer en la fe, ha venido a nuestro camino pero NOS PROPONE CAMBIAR AL SUYO, andar en un camino nuevo, en una vida nueva.
5) “Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció”
Cuando Jesús se acerca a nosotros, cuando  dejamos entrar a ese “extranjero” en nuestro “caminar”, cuando dejamos que nos descoloque, cuando acogemos lo que nos dice, entonces él llega a OCUPAR EL LUGAR CENTRAL, es el invitado que ocupa el lugar del cabeza de familia “el que bendice, parte y reparte el pan”. Y entonces “se nos caen las escamas de los ojos” y reconocemos que es el Señor, ha Resucitado. ¡Hemos estado en su presencia todo este tiempo, ha estado nuestro lado, ha hecho arder nuestro corazón y ha partido para nosotros el pan!
Cuando hacemos al extraño parte de nuestro camino, cuando nos dejamos cambiar los planes por aquel que “llega a nuestra puerta”, cuando damos cobijo aquel que está a la intemperie, o sentamos a nuestra mesa a quien nada tiene; entonces estamos acogiendo al Señor Resucitado, que está allí escondido, discreto, que viene a regalarnos su presencia, a hacer arder nuestro corazón y alimentarnos con su pan de vida.
No soy yo el que hace un bien, sino quien recibe al Sumo Bien, No soy yo el que acoge, sino el que soy acogido en el camino de Dios,
No soy yo el que protege la vida de los otros, es Dios quien me da su cuerpo como alimento y como vida.

Recordad esa preciosa canción “pequeñas aclaraciones”, especialmente la última estrofa “Cuando abunda el bien y todos lo comparten, cuando el hombre donde hay guerra pone paz, cuando “hermano” le decimos al extraño, va Dios mismo en nuestro mismo caminar, va Dios mismo en nuestro mismo caminar”.
6) “Pero él desapareció.”
Nada más reconocer que es el Señor, este desaparece, se esfuma. ¡Ha sido real! ¡No es un sueño, el Señor ha estado aquí!, pero se ha ido. El Señor viene a nosotros, podemos tener el gozo de encontrarnos con él en nuestro caminar y de acogerlo en “nuestra casa”: pero NO PODEMOS ATRAPARLO, no podemos apropiarnos de él y dejado “guardadito” en un cajón, ni en una habitación, ni siquiera en un edificio que hagamos para él.
Él va donde quiere y sus proyectos no son los nuestros; sólo podemos descubrir que Él es el Camino y seguirlo en su Palabra, seguir sus pasos, hacer de su camino el nuestro; reconocer que Él es la Verdad, y escuchar y obedecer dócil y activamente su palabra como José y María para así encontrarle y vivir con Él, allá donde Él nos lleve. Reconocer que Él es la Vida y no temer nada, más que perderle de vista, no seguirle.
Así lo vivió san Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia y también cumbre de la mística. Juan experimenta intensamente al Señor, pero ve que se le escapa, que no lo puede atrapar o poseer, sino que tendrá que vivir siempre atento para descubrirlo, para encontrarse con Él, para seguirlo:
“¿Adónde te escondiste amado
y me dejaste congemido?,
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido,
salí tras ti clamando y eras ido.

Pastores los que fuerdes,
allá por las majadas al otero,
si por ventura vierdes,
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco peno y muero,

Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.

Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del amado,
oh prado de verduras
de flores esmaltado,
decid si por vosotros ha pasado”
(Comienzo del Cántico espiritual).

a)  ¿Dónde se está haciendo Dios presente en nuestro caminar?
b)  ¿Estás con los ojos y oídos bien atentos para  reconocerle y servirle?
c)   ¿Qué estoy recibiendo de él?
d)  ¿Me dejo “descolocar” por Él y le sigo como el Camino, la Verdad y la Vida?


HOMILÍA DE JOSE CARLOS

El texto de Emaús lo hemos leído hace muy poco. Pero como es tan bonito, da gusto leerlo de nuevo. Como ya está comentado, me gustaría evocar algunas cosas que nos dice para este momento que vivimos.
Igual que Jesús se puso a caminar con aquellos dos peregrinos, hoy camina entre nosotros, sin que nos demos cuenta. Está cuando la enfermera entra en la habitación del hospital para paliar la soledad del enfermo, en la llamada de los nietos a su abuela que está viviendo sola, confinada en su casa, en la cuidadora de la residencia de ancianos que está luchando contra la enfermedad de sus “niños”, en el papá y la mamá que pacientemente hacen los deberes que el profe le puso a su hijo, en la oración que un hijo pronuncia a su padre cuando se entera que acaba de morir… Caminas con nosotros y apenas nos damos cuenta, porque no llamas la atención.
¡Y nos explicas tantas cosas! Hay tantas situaciones que no entendemos, que a veces huimos decepcionados: huimos de la Iglesia porque no entendemos a Dios, huimos de la verdad, porque es demasiado dura, incluso a veces, huimos de nosotros mismos. Pero tú nos pones cara a cara con la verdad, aunque duela. Al final nos ayudas a encontrar un sentido en medio del dolor. Nos ayudas a ver lo cortos y lo torpes que somos porque valoramos tantas cosas que no tienen importancia. Solo en la crisis descubrimos lo que es verdaderamente imprescindible. Como ahora. Nos damos cuenta de nuestros convencionalismos sociales, de nuestros enfrentamientos ideológicos, de nuestro materialismo. Cuando tu nos acercas la Palabra nos arde el corazón, porque solo tú tienes palabras de vida eterna. Palabras que no son tan idealistas como para desechar el realismo de la cruz, ni tan realistas como para rechazar la alegría de la resurrección.
Entonces te decimos “quédate con nosotros”. No te vayas, porque el día se acaba. Es cuando se hace evidente lo que habíamos intuido. Te hemos reconocido al partir el pan, en el gesto de partir, en la entrega de tu persona, en el amor derramado, en la donación gratuita… Entonces te vas y somos nosotros quienes nos hacemos peregrinos para acompañar a otros por el camino de la vida. Feliz domingo

sábado, 25 de abril de 2020

Evangelio del día (fiesta de San Marcos Evangelista)


Lectura del santo Evangelio según san Marcos (Mc 16, 15-20)

EN aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo:
«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos se fueron a predicar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Hoy es el día del evangelista san Marcos. Aunque en el orden numérico aparece como el segundo evangelio, en realidad fue el primero que se escribió, y por tanto, el más antiguo, también el más breve.
Los estudiosos piensan que san Marcos, escribió su evangelio para los primeros cristianos de la comunidad de Roma o de una ciudad romana.
En este día de san Marcos, la liturgia, nos propone que leamos el final del evangelio de este autor.
Hay veces, que el lenguaje del evangelio nos sorprende un poco, porque tiene un lenguaje poco actual. Pero hemos de pensar que se escribió hace dos mil años. Por otro lado, nos habla de la condena del que no crea. Ya hemos hablado cómo es la condena  que sufrimos. No es Dios quien nos condena; somos nosotros los que elegimos la condenación cuando vivimos en las tinieblas.
¿Cuáles son los signos de los creyentes? ¿Cómo podemos descubrir a una persona creyente? El Evangelio no menciona una expresa confesión de fe. Habla de signos que hoy podríamos traducir: contribuir a sacar el mal de las personas (sacar demonios), hablar un lenguaje para el entendimiento entre todos, el lenguaje del Espíritu (lenguas nuevas), no tener miedo a los peligros de la vida, como el personal sanitario ante los virus… (serpientes en las manos y veneno mortal), sanar las dolencias del pueblo ayudando a combatir enfermedades (imponer las manos a los enfermos para que sanen). Podríamos decir algunos signos más que en resumen podrían ser las bienaventuranzas o las obras de misericordia. Lo importante y definitivo es que cualquier persona puede hacer realidad estos signos en su vida. En cambio, vivir para hacer daño a los demás, consentir el mal, instalarse en las injusticias o las guerras, son señales que nos llevan a la condenación, nos van cerrando poco a poco en nuestra propia oscuridad.
Le pedimos a San Marcos, que nos ayude a seguir a Jesús y a anunciar su evangelio, acompañando nuestra vida de los signos que él nos inspira. Feliz día


viernes, 24 de abril de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 6, 1-15)

EN aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
    «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
    «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
    «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo:
    «Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
    «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
    «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Este hermoso texto que hemos leído o escuchado cientos de veces, siempre nos aporta algo nuevo, y sobre todo, nos recuerda algo importante para Jesús y para los que queremos seguirle: la grandeza del compartir.
La introducción al texto, nos sitúa. Jesús ha subido a la montaña, le sigue una multitud; está cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. El evangelista está evocando deliberadamente la hazaña de Moisés con el Pueblo sacado de la esclavitud de Egipto y guiado por el desierto. Dios provee al pueblo del maná cuando no tenía nada que comer. Por eso, Jesús,  con el signo de la multiplicación de los panes, quiere enseñar a la comunidad y a sus discípulos la generosidad de Dios para con su pueblo. Esa multitud de cinco mil personas, podríamos decir hoy, representa a la humanidad entera, muchas veces hambrienta de pan, necesitada de sustento. Dios no abandona a sus hijos, sino que se preocupa por ellos. Es la misma preocupación de Jesús, que desea que sean sus discípulos los que solucionen en problema de dar de comer a la multitud. Pero Jesús choca con el realismo pesimista de Felipe, Andrés y Pedro: “es que no tenemos dinero para comprar tanta comida, es que aquí hay un chico que tiene cinco panes y dos peces, pero no es suficiente…” Quizá hoy también choque Jesús con nuestro realismo pesimista, o quizá podríamos decir, choca con el desinterés del ser humano por solucionar el problema del hambre en el mundo.
Ante la crisis económica que se avecina, este evangelio nos invita a implicarnos, a buscar pequeñas y grandes soluciones, cada uno según sus fuerzas y capacidades. Si la misericordia de Dios es grande, su generosidad es inmensa. Igual que nos sienta a la mesa de la Eucaristía como hermanos, para darnos el alimento que nos salva, también quiere sentarnos en la mesa del mundo para que todos podamos comer hasta saciarnos. Feliz jornada. Que nuestra mesa hoy se llene de su amor.

jueves, 23 de abril de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 3, 31-36)

EL que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.
El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Muchas veces nos extraña el Dios del Antiguo Testamento, En algunas ocasiones Dios aparece como cruel y vengativo, un Dios de la guerra. En este pasaje evangélico, Jesús está hablando indirectamente de los que escribieron el Antiguo Testamento: Moisés y los Profetas. Estaban inspirados por Dios, claro está; pero su sabiduría era imperfecta, porque vienen de la tierra. Solo Jesús, el Hijo de Dios, puede hablar con propiedad de lo que conoce, porque lo ha visto en persona. Por eso, lo que Jesús nos dice sobre Dios es verdadero. Por eso, a veces, encontramos contradicción entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Jesús nos dice que el Padre ama al mundo, aunque el mundo no reciba su luz. Pero Dios no es neutral con respecto al mal. No ama el mal, al contrario, su ira, recae sobre él.
Nosotros también nos sentimos pequeños ante Dios. Sentimos que unidos a Jesús nuestras palabras son más verdaderas, nuestros sentimientos más auténticos, porque solo él tiene autoridad para hablar. Por desgracia, hay veces que nos creemos poseedores de la verdad, sentenciamos y nos sentimos poderosos. Sin darnos cuenta, nos ponemos en lugar de Dios. La verdad no está en mí, está en Dios; no está en los discursos de los ideólogos, sino en los sembradores de vida, que con su ejemplo de servicio a los demás, construyen el Reino. Hoy podemos hacer un ejercicio de oración: mirar a las personas que nos rodean y dejarnos llenar de los sentimientos de Jesús, que las mira con amor. Feliz jornada

miércoles, 22 de abril de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 3, 16-21)

TANTO amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Una vez más tenemos que hablar del lenguaje de Juan evangelista, de los símbolos que utiliza, de las líneas básicas de su pensamiento.. Este evangelista, desde el principio repite el discurso de la luz y las tinieblas, la verdad y el pecado. Puede parecer repetitivo, pero si lo pensamos, hoy nos seguimos planteando estas mismas cosas que plantea Jesús a través del evangelio según san Juan.
Lo primero que nos llama la atención es cómo se nos deja claro que Jesús vino al mundo con un objetivo muy concreto: que los seres humanos tengamos vida eterna. El nos enseña a vivir. No nos enseña teorías, sino vida. Y una vida que en lo cotidiano nos acerca a la eternidad.
Lo segundo es el tema del juicio. ¿Jesús nos juzga? Los evangelios sinópticos hablan del juicio final, pero san Juan dice abiertamente que Jesús no ha venido a juzgar al mundo. Todos lo evangelistas recuerdan cómo Jesús se acerca a los pecadores, cómo se hospeda en la casa de Zaqueo, cómo defiende a la adúltera sin condenarla…
Había una empresa que iba muy bien. Pero poco a poco los trabajadores se fueron relajando y comenzó a tener pérdidas. Algunos llegaban tarde, otros se salían antes de la cuenta, otros procuraban coger poca carga de trabajo, aunque se quedara sin hacer… Un día llegó un trabajador nuevo. Era muy responsable y trabajador. Comenzaba y terminaba el trabajo a su hora, sacando adelante todos los asuntos que le correspondían, incluso hacía algún favor a sus compañeros. Con el paso del tiempo, sus colegas, comenzaron a recelar de él, porque veían que les ponía en evidencia sin acusarles, sin juzgarles. Las tinieblas no quieren la luz. Eso mismo es lo que nos dice el evangelio. Jesús no juzga al mundo, pero su luz, provoca que el mundo se juzgue a sí mismo. Jesús está provocando un juicio con su sola presencia. El nos ayuda a discernir, nos ayuda a hacer una lectura creyente de la vida que vivimos  en cada momento, nos invita a elegir entre la tiniebla o la luz. En esa elección está nuestra salvación o nuestra condena. Dios desea que nos salvemos. Pero nuestra libertad va por delante. Elijamos el servicio, el perdón, el amor desinteresado, la paz… Nos llenaremos de vida. Feliz jornada.

martes, 21 de abril de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 3, 7b-15)

EN aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
    «Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».
Nicodemo le preguntó:
    «¿Cómo puede suceder eso?».
Le contestó Jesús:
    «¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes? En verdad, en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
El evangelio de hoy es continuación del de ayer. Jesús sigue hablando a Nicodemo. Nos sigue hablando a nosotros.
Dejarnos llevar por el Espíritu
Como el viento que sopla libremente, así son los hombres libres que se dejan llevar por el Espíritu. El seguimiento de Jesús supone vivir en libertad. Libres de ideologías, libres de condicionamientos sociales, libres incluso de nosotros mismos, de nuestro propio pecado. Jesús habla a Nicodemo del viento, una imagen hermosa que nos sugiere que nos dejemos llevar por Dios, por su amor, por el Espíritu. Puede parecer que Dios nos quita nuestra libertad, pero es al contrario, nos salva de nuestras propias esclavitudes, nos hace hombres y mujeres libres como las aves que vuelan y se dejan impulsar por las corrientes térmicas de la atmósfera. El Espíritu nos conduce por los mejores caminos. El proceso de fe, en el fondo, es soltar todos los lastres que nos atan para dejarnos llevar por la libertad del viento del Espíritu.
Conocer las cosas del cielo
Hablamos tantas veces de Dios, que parece que lo conocemos. Sin embargo, poco podemos decir de Dios. En muchas ocasiones utilizamos su nombre en vano. Estos días de pandemia se escucha algunas veces que esto es un castigo de Dios. Este, es un discurso más propio del Antiguo Testamento que de Jesús. Sólo Jesús conoce a Dios, como le dice a Nicodemo. Sólo de él nos debemos fiar. Dios no manda ningún castigo al mundo. Al contrario, nos ama con ternura, con misericordia, especialmente en estos momentos de tanto dolor que estamos viviendo en el mundo.
Mirar al que ha sido elevado
En estos momentos de tanta confusión, de tanto dolor, hay que mirar al que nos cura las heridas, al que ha sufrido con nosotros, a Jesús. Si Moisés hizo una serpiente para ponerla en su estandarte, para que los mordidos y envenenados por la víboras del desierto, al mirarla, se curaran, con cuanta más razón, nosotros, al mirar a Jesús, somos  sanados por él. En estos tiempos de pandemia, mirémosle a él para que nos ayude a superar nuestros odios y enfrentamientos estériles, nuestros egoísmos y faltas de amor a los hermanos. Feliz día

lunes, 20 de abril de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 3, 1-8)

HABÍA un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo:
    «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él».
Jesús le contestó:
    «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».
Nicodemo le pregunta:
    «¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?».
Jesús le contestó:
    «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabemos de dónde viene ni adónde va. Así es todo lo que ha nacido del Espíritu».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Ya hemos hablado de cómo el evangelista San Juan gusta de usar términos contradictorios como luz y tinieblas, noche y día, carne y Espíritu… En este episodio que tiene como protagonista a Nicodemo, Jesús usa estos términos una vez más.
Nicodemo era un fariseo, jefe judío. Pese a que Jesús tiene duras palabras contra los fariseos, Nicodemo, hace una visita a Jesús. Lo hace de noche. Debía ser un hombre en búsqueda, porque a veces, quien está en la noche, en la tiniebla, busca la luz de la verdad. Seguramente había oído hablar mucho de los signos de Jesús, de sus palabras. Pero Nicodemo vivía en un ambiente donde la Ley judía era lo primero. La Ley era un intento de hacer realidad el Reino de Dios, pero no lo podía conseguir, porque la Ley es de este mundo, de la carne, de abajo. Lo que Jesús propone es un nuevo nacimiento, de arriba, del Espíritu. No se puede construir el Reino de Dios si no se eliminan los antiguos criterios para renacer del agua y del Espíritu. Es decir, para renacer llenos del amor de Dios.
Dejando a parte el significado simbólico de este evangelio podemos nosotros plantearnos si tenemos algo que ver con Nicodemo. Hemos nacido en una sociedad más o menos cristiana. Y por tanto deberíamos estar llenos de ese Espíritu, familiarizados con el mundo de arriba. La realidad es más compleja. A veces tenemos unos conceptos cristianos en nuestras vidas, pero estamos más bien influídos por los criterios de este mundo: materialismo, competencia con los que tendrían que ser nuestros hermanos, venganza… Son criterios que están tan instalados en nosotros que ni siquiera nos damos cuenta de que los tenemos.
También nosotros, como Nicodemo, hemos de nacer de nuevo. Para ello hay que dejarse llenar del amor de Dios diariamente para construir el Reino del Servicio a los hermanos, el Reino de la toalla y del amor desinteresado. Mil veces lo sentimos y mil veces caemos en las redes de la noche. La vida de la fe es un reto que hay que renovar cada día: nacer con Jesús al despuntar el alba. Feliz jornada

domingo, 19 de abril de 2020

Evangelio del Domingo


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 20, 19-31)
AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo:
    «Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
    «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
    «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
    «Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
    «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
    «Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
    «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
    «¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
    «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Palabra del Señor.


COMENTARIO

En este domingo de la Misericordia, la liturgia nos regala esta otra joya del no-encuentro/ encuentro de Jesús resucitado con Tomás.
LA CASA
De nuevo nos encontramos en el escenario de la casa, con las puertas cerradas. La casa fue en los primeros siglos el lugar de encuentro de los cristianos. La intimidad de la casa les protegía de las persecuciones, y también de las dudas e interrogantes que el mundo tenía contra ellos.
Aunque Jesús se aparece a personas individuales como María Magdalena (hay que decir que María Magdalena en San Juan representa a la Esposa que es la Iglesia), Jesús se llega cuando está la comunidad reunida. La comunidad se hace garante del Resucitado.
Tomás, que estaba fuera de la casa, no cree, porque no ha tenido esa experiencia de encuentro.
Hoy hay propuestas religiosas de búsqueda de Dios basadas en experiencias personales. Son propuestas muy respetables. Pero lo genuino del evangelio es la propuesta comunitaria, la propuesta eclesial. El mismo Jesús lo recuerda: cuando estéis dos o más reunidos en mi nombre, allí estoy yo (Mt 8,20>)
La intemperie nos hace dudar, como dudó Tomás, porque estaba fuera de la comunidad. Por eso necesitamos ese calor de los hermanos.
Pero una comunidad que está cerrada en sí misma también puede destruirse, se hace endogámica y puede caer en el fundamentalismo. La comunidad debe estar siempre abierta al mundo. Se fortalece con la duda, se amplía con los retos que ofrecen las nuevas culturas, las distintas formas de pensar.
DESCUBRIR AL RESUCITADO EN LAS HUELLAS DE LA PASIÓN
Tanto los discípulos como Tomás descubren a Jesús cuando ven las heridas de la cruz. El escéptico Tomás sucumbe cuando toca la marca que han dejado los clavos de la cruz. Las personas nos dejamos influír muchas veces por las ideas. Pero las ideologías cambian constantemente, los discursos que hoy nos parecen verdaderos, mañana se convierten en burdas mentiras.
Tomás no identificó a Jesús por un discurso. Al contrario, solo confesó su fe cuando descubrió las heridas que había dejado el amor y el servicio llevado hasta el extremo de la cruz. Del mismo modo la Iglesia convence cuando está cuidando a los más pobres a través de Cáritas, cuando denuncia las injusticias que se cometen en el mundo, cuando está presente en las cárceles, en el mundo de la marginación… En definitiva, cuando se ciñe la toalla del servicio. Eso deja muchas heridas. También nosotros convencemos como creyentes cuando tratas con cariño y paciencia al alumno más difícil de la clase, cuando perdonas a ese pobre mezquino que te ha mentido, cuando te propones hacer algo bueno por tu pueblo o tu barrio…. Muchos creen en Jesús porque te ven a ti dejándote la piel gratuitamente por los demás. Sin ver a Jesús, creen en El (“Dichosos los que crean sin haber visto”). Otros te rechazarán a ti, y también a El. La historia se repite siempre. Pero hoy es el domingo de la misericordia, por eso nos quedamos con el amor de Dios que descubrimos en tantos lugares del mundo. En estos días hay mucho amor de Dios en los hospitales y en las residencias de ancianos



HOMILÍA DE FÉLIX AYUSO

Los cristianos, los discípulos de Cristo, estaban encerrados en una casa, con las puertas cerradas, POR MIEDO a los judíos, por miedo a morir como Jesús.
También muchos estamos encerrados en nuestras casas, toca hacerlo ahora, es necesario por nuestra salud y por la de todos; la cuestión es ¿cómo están las puertas? ¿Cerradas por miedo o abiertas? ¿Cómo vemos a los demás y cómo nos situamos ante ellos?
Pueda ser que los veamos con miedo, con miedo a que nos transmitan el virus, que “guardemos las distancias” y no sólo físicas, sino totales, que no queramos saber nada del vecino.  O que cuando salgamos y nos encontremos con alguien sólo nos preocupemos de que no se acerque, pero no de cómo está, ni si necesita algo, ni en lo que hace por mi… Entonces estamos atrapados no ya por el virus, sino por el MIEDO.
En un caso o en otro, JESÚS SE HACE PRESENTE EN NUESTRAS CASAS, se pone en el medio y nos quiere transmitir su PAZ:
- Paz que no significa ausencia de conflicto, que no nos vaya a pasar nada, que no nos vayamos a contagiar, que no vayamos a tener dificultades. “Les enseño las manos y el costado”, las heridas de su pasión y muerte, de su soledad y de los ultrajes que sufrió; él las pasó y cada uno tendrá que pasar las suyas. Su paz está en que NOS LAS PUEDE ENSEÑAR, ya son cicatrices; en que las ha vencido, en que ha Resucitado, ya son para Él historia pasada. Y esta  paz la comparte con nosotros. Vosotros no estáis solos en vuestros sufrimientos, en vuestra soledad, en vuestra cruz, estoy yo con vosotros; y ánimo, igual que yo las he vencido, vosotros, conmigo, también las venceréis.
Y experimentar esto provoca dos consecuencias en los discípulos:
1) “SE LLENARON DE INMENSA ALEGRÍA”
Jesucristo CONVIERTE SU MIEDO EN ALEGRÍA, es un profundo cambio interior que cambiara toda su vida. Todos tenemos la experiencia de lo que estas dos emociones producen en nosotros y en los demás.
El miedo nos bloquea, nos impide hablar, reaccionar, nos hace encogernos (algunas veces hasta físicamente), nos hace temblar, balbucear; llorar o situarnos a la defensiva, viendo cualquier cosa como una amenaza; o despertar nuestros impulsos violentos en forma de palabras, gestos o acciones; nos hace incapaces de ver más allá.
La alegría nos expande, nos hace salir de nosotros, desbordarnos para bien, comunicarnos; nos da decisión y determinación. Hace nuestro trabajo y las dificultades mucho más llevaderas, a veces incluso bellas, nos abre a la contemplación de los demás y a llevarles el gozo que tenemos dentro; el otro se convierte en alguien con quien compartir, a quien regalar eso precioso que me mueve. La alegría me transforma y transforma los lugares y las personas por donde paso, es cómo el agua de un cántaro roto que va dejando escapar alegría allá por donde pasa, regando las plantas mustias del camino, aliviando la sed del sediento… va dando vida por donde pasa.
2) “SON ENVIADOS A PERDONAR”
“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: -Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos.
Jesús no se limita a provocar una emoción en nosotros, bien sabemos que las emociones son pasajeras y que pueden cambiar de la noche a la mañana, incluso en cinco minutos. Jesús, además, NOS ENVÍA:
2.1) Rompe nuestros bloqueos y nos da una MISIÓN. Que no es un simple entretenimiento para estos momentos de tanto aburrimiento para algunos, ni sólo un alivio para aquellos que están en primera línea de batalla. Una misión es algo que NOS CONFIGURA, modela todo lo que somos, nos hace SER DE OTRA MANERA, salir con lo que somos para llevar algo a los demás “SER PARA…”.
2.2) NOS DA SU ESPÍRITU SANTO. No nos hace un contrato que nosotros tenemos que cumplir con nuestras fuerzas y empeños, a veces son tan pocas, y somos tan pequeños. No es una orden y allá te las apañas, no nos manda sin armaduras, sin mascarillas o medios a la guerra, sino que nos da la fuerza de su Espíritu.
Ayer alguien me escribía “Yo no soy tan tierna como quisiera, quizás la vida me ha endurecido mucho…” Esta persona experimenta sus límites, pero el Espíritu Santo la mueve y ¡de qué manera!: lleva muchos años cuidando de una persona enferma, con mimo y con ternura, haciendo posible que viva, y que viva con alegría, está también atenta a lo que necesitan padres y vecinos. Pero hacer todo eso no la tapa su fragilidad, ella siente que a veces siente otras cosas, que no es como debiera, que es frágil, de barro; como tú y como yo, como cada persona. Pero en su fragilidad el Espíritu Santo le da las fuerzas, para levantarse y seguir dando cada día vida, ternura y ayuda a las personas, aunque ella se sienta muy pequeña. “Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea claramente que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros” (2 Corintios 4,7).
2.3)    Nos envía A PERDONAR.
Aquellos a los que Jesús lleva su paz lo habían abandonado, le habían dejado sólo y Él después de todo eso va a llevarlos su paz. Esto es el perdón, ni siquiera lleva cuentas del mal, ni siquiera les pregunta ¿por qué me dejasteis solo? Les da lo contrario de lo que ha recibido de ellos. Y eso no es sólo rehacer la relación, sino un inmenso regalo que les recrea por dentro, que cura todo lo desgarrado, revitaliza todo la atrofiado, les da la verdadera paz que es la ARMONÍA consigo mismos, con Dios y con los demás.
Y no se lo da sólo como un bienestar personal, sino como misión. Han de llevar ese perdón y esa paz a todas las personas. Los que están fuera ya no son aquellos a los que tener miedo, sino aquellos a los que llevar el perdón y la paz, sin ajustar cuentas, sin tirar en cara, sin mirar si lo merece o no.
Es la paz de Dios la que me lleva:
- la fuerza de su Espíritu me permite superar todos esos obstáculos, superar todo lo que de muerte hay en nuestros caminos y en las personas,
- CURAR y sanar los corazones destrozados, los espíritus abigarrados y violentos por el miedo, o las máscaras de quien se tapa para no reconocer que fue imprudente o que sus actos han hecho daño,
- para calmar a aquel que está tenso por la lucha y para levantar el ánimo de quien está solo en una habitación atenazado por la enfermedad.
- Para llevar a todos la misericordia que Jesús me ha dado (ha puesto su corazón en mi miseria) y esto me ha llenado de su paz desbordante, paz que a todos me mueve a llevar.
a)  Haz experiencia del Señor que entra en tu casa y te quiere transmitir su Paz. Levanta las mirada, abre los ojos, los oídos y el corazón, deja que Él te serene, que te cure, que te sostenga, que te rehaga, que convierta tus miedos en alegría.
b)  Acoge su misión y su Espíritu ¿a quienes te envía a curar con su paz, su perdón, su misericordia?

sábado, 18 de abril de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Marcos (Mc 16, 9-15)

JESÚS, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
    «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
El evangelio de hoy es breve. Es de San Marcos. Sabemos que Marcos es el evangelio que primero se escribió, entre los años 60 y 70 de nuestra era. Es un evangelio mucho más escueto y tiene una menor elaboración teológica. Resume en unas cuantas líneas los textos que hemos visto estos días pasados: la aparición a María Magdalena, el encuentro en el camino de Emaús (Marcos dice que iban al campo), la aparición en la casa del cenáculo..
Lo curioso de este texto es que ninguno cree en la resurrección cuando se lo cuentan otros. Solo cuando Jesús se presenta ante sus ojos, empiezan a creer. Jesús recrimina a los incrédulos que no se han fiado de sus compañeros.
Es curioso lo crédulos que somos para ciertas cosas y lo desconfiados que somos para otras. Si alguien nos viene a contar un cotilleo, lo creemos a ciegas, sin comprobar si es verdad, sin pasar por la criba de las exageraciones… En estos días nos creemos todo lo que pasa por las redes sociales, aunque no tenga firma, aunque no conozcamos de nada a la persona que nos lo dice… Estamos manipulados y no nos damos cuenta. Sin embargo, nos cuesta creer el mensaje de la resurrección. ¡Necesitamos signos! El mejor signo es la paz que la Palabra de Jesús nos deja, el poder de los que hacen realidad el evangelio cada día, la fraternidad que sentimos en la Eucaristía, la fortaleza que nos da la oración. Ahí está nuestro encuentro con el Resucitado. Igual que los discípulos de Jesús, no podemos callarnos lo que sentimos. No podemos dejar de anunciar el evangelio con palabras y obras. Eso, sí, siempre con respeto a los que no quieran escucharlo. Feliz Pascua. Aleluya

viernes, 17 de abril de 2020

Evangelio del dia


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 21, 1-14)

EN aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
    «Me voy a pescar».
Ellos contestan:
    «Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
    «Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron:
    «No».
Él les dice:
    «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
    «Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
    «Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
    «Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.


COMENTARIO
En estos días de la octava de Pascua, los evangelios nos narran los encuentros de Jesús con sus discípulos; encuentros pascuales llenos de fuerza y simbolismo. Primero fue María Magdalena en el huerto, después los de Emaús en el camino; ayer se encontró con los discípulos dentro de la casa. Hoy Jesús se encuentra con ellos en el trabajo, en el Mar de Galilea.
El evangelista san Juan quiere dar a este episodio de la pesca una fuerte carga misionera, con ese lenguaje tan típico de él, la noche y el día.
Se pasaron la noche pescando y no cogieron ni un solo pez. Pero con el alba, llegó Jesús. Aunque no le reconocen en un principio, hacen caso a su palabra: “tirad la red a la derecha de la barca y encontraréis”
El evangelio nos está recordando que Pedro sigue en la noche. Toma la iniciativa para ir a pescar y los demás lo siguen. Pero no está vinculado a Jesús, sino a su propia iniciativa. Solo cuando hace lo que Jesús le dice es cuando da frutos su trabajo, cuando da frutos su misión. Pedro sigue, no obstante, sin reconocerle, a pesar de que ha llenado la red de peces. Le reconoce el discípulo amado, aquél que estuvo con el Maestro a los pies de la cruz.
Cuando llegan a la orilla se encuentran a Jesús repitiendo el mismo gesto de servicio del lavatorio de los pies, solo que ahora ha puesto unas brasas y está cocinando para ellos. Jesús nos cuida con un cariño especial. Todos se ponen a comer, les da el pan y el pescado. Otro signo inequívoco de la celebración de la Eucaristía.
Este evangelio nos ayuda a entender cuál debe ser el papel de Jesús en la vida de la Iglesia, en su misión, en nuestra misión. Cuando nos dejamos llevar por nuestras propias iniciativas, como Pedro, puede que nuestra misión tenga éxito, pero es infructuosa, porque se ha desarrollado en la noche. La verdadera misión en la Iglesia ha de hacerse siempre con el impulso de Jesús, guiados por la luz del Espíritu. Puede que los resultados sean menos espectaculares, pero sin duda, son más fecundos. Si eres catequista, o trabajas en algún grupo de la parroquia, liturgia, cáritas… Si tu misión está en llevar el evangelio a tu trabajo o a tu familia, a tu barrio o pueblo…, recuerda siempre que has de ir guiad@ por Jesús. Sin su Palabra, sin su presencia, no podemos hacer nada. Feliz Pascua. Aleluya

jueves, 16 de abril de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 24, 35-48)

EN aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
    «Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo:
    «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
    «¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
    «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y les dijo:
    «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
En la vida hay muchas experiencias difíciles de explicar: la soledad interior, los sentimientos cuando se tiene un hijo, los enamoramientos, los miedos personales… Más difícil aún es hablar de un momento de oración que hemos tenido y hemos sentido algo especial. En estas experiencias tan íntimas podemos caer en contradicciones, porque sentimos que nos pasa una cosa y la contraria: podemos sentir al mismo tiempo pena y alegría, interés o desinterés…
Algo así les debió pasar a los discípulos cuando se encontraron con Jesús resucitado: por un lado les parecía un fantasma y por otro, veían que era Jesús. Por un lado, no le reconocían, como los discípulos de Emaús, y por otro podían tocarle y darle de comer, como en el evangelio de hoy. Todo el mundo está de acuerdo en que la resurrección de Cristo no es un revivir biológico. Sin embargo, debió ser un acontecimiento tan poderoso que no se limitó a una experiencia interior de alguno de los discípulos. Fue una experiencia que pudieron vivir juntos, comunitariamente. Eso quiere decir que no fue la inspiración de algún iluminado. Más bien parece que los discípulos no querían creer en la resurrección, porque les daba miedo, porque les parecía algo poco razonable. Pero Jesús se presenta ante ellos y se impone su realidad de persona viva. No podemos separar el cuerpo del alma, por eso Jesús se aparece vinculado a su cuerpo, aunque sea un cuerpo glorioso.
La fe en el resucitado implica en primer lugar romper las barreras del miedo. Nos da miedo creer, porque a Dios no se le ve. El salto de la fe supone saltar algunas barreras que los seres humanos tenemos en nuestra cabeza. Pero la experiencia del encuentro con el resucitado siempre nos trae la paz, según les dice Jesús a sus discípulos. Si vas a la iglesia y sientes paz, si lees el evangelio y sientes paz, si estás con tu comunidad y sientes paz… es que el Resucitado ha venido a tu encuentro.
Él puede venir a ti de manera personal, como lo hizo con María Magdalena, cuando estás con otra persona, como lo hizo con los discípulos de Emaús, o cuando estás reunido con tu comunidad más cercana (parroquia, grupo…) como lo hace en este evangelio. Sin duda alguna cuando Jesús pregunta si tienen algo de comer, está evocando  la última cena, está celebrando la Eucaristía. Ojalá dotemos a nuestras eucaristías de ese sentido de encuentro gozoso con el Resucitado. Aleluya

miércoles, 15 de abril de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 24, 13-35)

AQUEL mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos setenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
    «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
    «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado estos días?».
Él les dijo:
    «¿Qué».
Ellos le contestaron:
    «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
    «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
    «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
    «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
    «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Hoy me ha llamado una persona que trabaja con ancianos en una residencia. Me hablaba del desgarro interior que tenía porque algunos ancianos habían fallecido a causa del coronavirus. Con lágrimas me decía que no podía rezar ante tanto dolor, tanta presión, tanto fracaso.
Esos mismos sentimientos tenían los dos discípulos que, despavoridos, huían de Jerusalén hasta Emaús. Se acerca un peregrino y les pregunta. Entonces le hablan de su historia personal, de su fracaso, de su vida…
Los seres humanos tenemos necesidad de contar lo que nos pasa. Si lo dejamos dentro nos explota como una olla a presión. Por eso son tan importantes los amigos de verdad. Contemos las alegrías y las penas.
Pero el evangelio de hoy va un poco más allá. Resulta que el peregrino que les tira de la lengua y les escucha, era alguien especial, porque no solo escucha, sino que ayuda a interpretar lo que les pasa.
Jesús les ayuda a entender, nos ayuda a entender. Por eso es tan importante dejar que la Palabra resuene en nuestra vida. Tenemos que acercarnos más al Evangelio, leerlo despacio, gustando de cada palabra para poder entenderlo. La oración verdadera tiene dos carriles en el mismo camino: el carril de la narración personal de nuestra vida, de la vida de los hermanos, de los sufrimientos y gozos de la humanidad…; y el carril de la escucha de la Palabra, que va empapando nuestra vida como la lluvia fina que cae poco a poco, sin darnos cuenta. Una escucha sin moralismos estrictos, sin superficialidad; una escucha sincera y abierta.
Cuando se comparte la vida y se escucha la Palabra en comunidad, nos ocurre lo mismo que a los discípulos de Emaús: arde nuestro corazón, porque descubrimos la verdad. En el mundo en que vivimos cada vez son más importantes los grupos parroquiales donde se escucha la Palabra y se comparte la vida, porque la intemperie cotidiana es muy dura.
A Jesús lo reconocieron al partir el pan. Si la Palabra es muy importante, también lo es la Eucaristía. La comunidad se reúne con sus historias personales y de grupo, con la vida de la calle. Jesús nos alimenta, para que nosotros tengamos fuerza en la ayuda a los hermanos. Como el cuerpo y la mente son una sola cosa, también la Palabra se complementa con los hechos. Feliz Pascua una vez más. Aleluya

martes, 14 de abril de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 20, 11-18)

EN aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
    «Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella contesta:
    «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
    «Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
    «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:
    «¡María!».
Ella se vuelve y le dice.
    «¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice:
    «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, ande, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».
María la Magdalena fue y anunció a los discípulos:
    «He visto al Señor y ha dicho esto».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Hoy tenemos de nuevo a otra mujer como protagonista del evangelio. Juan nos narra otro encuentro intenso entre Jesús y María Magdalena. Un encuentro lleno de sentido.
Lo primero que llama la atención es el lugar: el huerto donde está situado el sepulcro. Dios se hace presente en el monte, pero también en el huerto. La naturaleza es lugar privilegiado para descubrir a Jesús.
La evidencia del sepulcro vacío no quita el llanto de María, no la ayuda a comprender. Los ángeles del sepulcro no pueden convencerla. Igual que María, nosotros nos aferramos al sepulcro. Pensamos que la muerte es lo definitivo.  Pero Jesús no está en el sepulcro, como tampoco nuestros difuntos están en el sepulcro. Ante el sinsentido de la muerte nos aferramos a lo material de nuestros seres queridos. Y lo único material que tenemos es una lápida sepulcral. María nota la presencia de Jesús, pero no lo reconoce con la vista: piensa que es el hortelano y le pregunta dónde está el cadáver. Pero el cadáver no está, porque Jesús no está yacente, sino erguido, y por tanto, lleno de vida.
Solo cuando Jesús pronuncia su nombre, María lo reconoce. Los oídos corrigen lo que la vista no pudo ver. Entonces se hace la luz en los ojos de María y por eso exclama: “¡Maestro!”
Este encuentro narra las dificultades que todos nosotros tenemos para encontrarnos con Jesús vivo. El no es una idea, ni una teoría. Es el Señor vivo. Es la  persona de la que tanto nos han hablado. Cuando se produce este reconocimiento personal, nuestra relación con él cambia por completo. Jesús nos llama a cada uno de nosotros por nuestro nombre, porque nos ama con un amor personalizado. No nos ama en general, sino a cada uno en particular. Nadie puede suplantar esa relación entre Jesús y yo. Cada uno tiene que pasar por las distintas etapas de este encuentro.
En esta relación no se puede retener a Jesús para uno mismo, de la misma manera que en una relación amorosa no se puede poseer al ser amado. Jesús es del Padre. El amor a Jesús hay que expresarle en todos los hermanos que nos rodean. Así se hace concreto. Por eso Jesús envía a María a que vaya a anunciar a los discípulos lo que ha visto, a comunicarles las palabras que le ha dicho. Todo el encuentro Profundo con Jesús que no nos lleva al compromiso en el mundo, se queda en una relación intimista que no da ningún fruto, en una espiritualidad egocéntrica que tiene poco de cristiana. Que el encuentro con el resucitado nos lleve siempre al compromiso con los hermanos. Demos gracias  a Dios. Aleluya, Aleluya