viernes, 6 de octubre de 2017

Evangelio del domingo


LA PIEDRA QUE DESECHARON LOS ARQUITECTOS ES AHORA LA PIEDRA ANGULAR

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo: Escuchad otra parábola: 

Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. 

Llegado el tiempo de la vendimia, enviaron sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. 

Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: «Tendrán respeto a mi hijo». 

Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: «Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia». 

Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. 

Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores? 

Le contestaron: Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a sus tiempos. 

Y Jesús les dice: ¿No habéis leído nunca en la Escritura: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular? ¿Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente»?  

Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de los cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.                                                                                                                                                                                                                                               
  Mateo 21,33-43


El dueño del campo plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar, edificó una torre y por último la arrendó a unos viñadores para que la trabajasen. Y aquí empieza lo inaudito: uno a uno los viñadores mataron a los servidores que envió el propietario. El propietario podía haber enviado la guardia de la ciudad, sin embargo, después de mandar a varios de sus siervos envía a su hijo único. ¿Dónde está la prudencia de esta actitud? ¿Dónde está escrito que en caso de que el heredero fuese asesinado el asesino heredaría los bienes del propietario? Cualquier persona con un poco de justicia diría que Jesús tomó una actitud un poco insensata. Sin embargo, Cristo estaba contando su propia historia a los fariseos. ¿Por qué justamente a los fariseos? Porque quería salvarlos, porque ninguno puede burlarse de Dios cuya bondad y justicia son infinitas.

Esa viña también podemos ser tú y yo: tantos dones que hemos recibido de parte de Dios con tanto amor y delicadeza, y que, tal vez, no hemos respondido siempre a esos cuidados del Viñador celestial. Es más, quizá no le hayamos dado frutos buenos, sino sólo uvas amargas y podridas. Cristo está esperando que también nosotros “le demos los frutos a su tiempo”. ¿Qué frutos has dado a Dios hasta el día de hoy en tu vida? ¿Eres tú uno de esos viñadores homicidas que rechazan a Cristo con su rebeldía, incredulidad o indiferencia? 

Cristo es la piedra angular de la historia. Y el reino de los cielos que Cristo ha conquistado con su muerte por amor a nosotros se entregará sólo a esos que han sabido dar en el momento oportuno los frutos de la viña al propietario. Cristo por tanto debe ser la piedra angular de nuestra vida. No podemos permanecer indiferentes ante las exigencias de esta parábola: o entregamos los frutos al propietario de la viña cuando él nos los pida o no se nos entregará nada a cambio. No existe una tercera posibilidad. ¿Estaríamos preparados si Cristo nos pidiera cuentas en este momento?

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