viernes, 12 de enero de 2018

Como gotas de agua que se funden en el mar


Comienza el año y con él se renuevan los buenos propósitos, no sabemos cuántos conseguiremos, pero no hay que dejarlo de intentar. Ahora también puede ser el momento de plantearnos cómo tiene que ser nuestra relación como cristianos, que viven su fe desde la parroquia de San José Obrero, atendiendo a los retos y necesidades propias de nuestro barrio, de nuestra sociedad y de nuestro tiempo.

Hay canciones que nos son muy familiares porque las hemos escuchado y cantado muchas veces, pero quizás por eso no nos hemos parado a profundizar en el mensaje que nos pretende transmitir esa composición musical. Un claro ejemplo es el cántico de comunión que lleva por título “Una espiga dorada por el sol” que fue compuesta por el sacerdote músico Cesáreo Gabaraín. Esta canción, al igual que otras del mismo autor, pueden ser consideradas obras maestras de la música sacra actual. Junto a una melodía fácil de aprender aparece una letra muy poética que encierra un significado que nos puede servir de pequeños consejos para vivir adecuadamente en nuestra comunidad parroquial.

Una estrofa de esa canción nos dice “como gotas de agua que se funden en el mar, los cristianos un cuerpo formarán”. Sin duda el compositor se está inspirando en la primera carta de San Pablo a los Corintios, en la que el apóstol de los gentiles nos dice que los miembros son muchos pero que forman un solo cuerpo. El músico nos transmite la misma idea de una forma más poética, con la imagen de las gotas de agua que son muchas y cada una diferente, pero al fin y al cabo todas son necesarias y se funden unas con otras para formar algo más grande como es el mar. En ese mar cada gota deja a un lado su individualidad, lo que la hace diferente y eso es lo que enriquece y forma la comunidad.

La imagen del agua, formada por muchas gotas, también nos hace reflexionar sobre el poder de la comunidad. Gota a gota se llegan a erosionar las piedras, se abre surco donde parecía imposible, así es el trabajo de los agentes pastorales, acompañar estar al lado de las personas que lo necesitan. La lluvia fina es la que verdaderamente llega a calar la tierra, mantenerse firmes en la fe es lo que sostiene la Iglesia y ser coherentes entre lo que predicamos y lo que hacemos da credibilidad al mensaje que transmitimos. El agua al entrar en el mar se vuelve salada, así también nosotros tomamos la esencia, la sal y el apoyo del resto de la comunidad. También es normal que el agua se evapore, regresa a su origen para volver a empezar el ciclo, del mismo modo nosotros en momentos de incertidumbre y debilidad necesitamos volver a sentir el aliento de nuestros hermanos en la fe.
Comencemos el año con alegría, con ilusión y con el firme propósito de ser gotas que se unan a otras y fundiendo nuestras vidas podamos formar el mar de la Iglesia que se hace vida en nuestra comunidad parroquial.

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