viernes, 25 de enero de 2019

Una fe como para mover montañas


“Ya podría tener una fe como para mover montañas, si no tengo amor de nada me sirve” 
(De la segunda carta de San Pablo a los Corintios)

Estamos muy acostumbrados a escuchar el himno al amor, recogido en la segunda carta de San Pablo a los Corintios, especialmente en las bodas, desde luego que es un texto excepcional que encierra la esencia del ser cristiano, amar sobre todas las cosas.

Los últimos acontecimientos vividos en la provincia de Málaga, tras la caída a un pozo de un niño de dos años, es un hecho de vida que se convierte en parábola para dar al himno de San Pablo una visión actual. Un acontecimiento que toda España está viviendo como propio, como dice el ingeniero encargado de las obras del rescate “sentimos que Julen es como nuestro propio hijo”. Ese es el sentimiento que muestra cómo es la misericordia de Dios, quien nos cuida como sus hijos y quiere lo mejor para nosotros. Aún en las palabras de la abuela de Julen: “yo ya no creo en Dios” también se manifiesta la fe, pues el propio Cristo estando en la Cruz se sintió abandonado por el Padre.

Pero como decía Santa Teresa, “Dios escribe derecho con renglones torcidos” y por eso, en una circunstancia como la de este rescate, también resuenan las palabras del profeta Isaías “mis planes no son vuestros planes, mis caminos no son vuestros caminos”. Así ha sido. Parece que las dificultades han ido surgiendo a cada paso, pero también a cada paso ha brotado una nueva solución nacida de la colaboración. Una colaboración que se hace presente hasta en los lugares más angostos, los mineros han bajado al pozo de dos en dos, como Jesús envió a sus discípulos. Seguro que en esos corazones curtidos bajo la tierra también ardían, como los de los discípulos de Emaús, buscando siempre el encuentro.

Como en la parábola del Buen Pastor, son muchas las personas que han dejado sus ovejas, sus obligaciones, para acudir a la búsqueda del niño. No todos los días se abandonan unas obras en Madrid para mandar la máquina principal a una labor de salvamento. Y tampoco se pide permiso al ejército para estar a pie de pozo como voluntario de Protección Civil, este ha sido el caso de un legionario que ha experimentado lo que significa “pedid y se os dará”, cuando con un par de llamadas se encontró con más días libres para poder seguir en esta misión voluntaria hasta que acabe el rescate.

El pueblo malagueño de Totalán se ha convertido en un ejemplo de cómo eran las primeras comunidades cristianas. Como se nos narra en el libro de los Hechos de los Apóstoles “todo lo tenían en común”, las casas abiertas para quien las necesite y comida para todos. Se cumple así el encargo que hizo Jesús a los Apóstoles cuando vio la multitud que le seguía “dadles vosotros de comer”. Las mujeres del pueblo se han convertido en apóstoles que han recogido los panes y los peces, los callos, el caldo y los pollos para hacer croquetas; otros muchos voluntarios han ido llenado los maleteros de sus coches con agua y otros productos; y hasta el supermercado del pueblo ha hecho cuatrocientos bocadillos cada día, “todos comieron y sobró” hasta el punto que de esas sobras se han abastecido varios comedores sociales de la zona.

A todo esto lo llaman generosidad, disponibilidad, voluntariado, pero realmente es amor, como decía algún periodista “las máquinas han movido la tierra, pero el niño está moviendo conciencias”. Dios se sirve de muchos instrumentos, cada persona somos sus manos y cada circunstancia es una oportunidad para descubrir que Dios sigue hablando desde lo sencillo y de que el encuentro con Dios sigue teniendo como escenario una montaña y que se sigue manifestando en la grandiosa pequeñez de un niño.



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