sábado, 18 de abril de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Marcos (Mc 16, 9-15)

JESÚS, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
    «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
El evangelio de hoy es breve. Es de San Marcos. Sabemos que Marcos es el evangelio que primero se escribió, entre los años 60 y 70 de nuestra era. Es un evangelio mucho más escueto y tiene una menor elaboración teológica. Resume en unas cuantas líneas los textos que hemos visto estos días pasados: la aparición a María Magdalena, el encuentro en el camino de Emaús (Marcos dice que iban al campo), la aparición en la casa del cenáculo..
Lo curioso de este texto es que ninguno cree en la resurrección cuando se lo cuentan otros. Solo cuando Jesús se presenta ante sus ojos, empiezan a creer. Jesús recrimina a los incrédulos que no se han fiado de sus compañeros.
Es curioso lo crédulos que somos para ciertas cosas y lo desconfiados que somos para otras. Si alguien nos viene a contar un cotilleo, lo creemos a ciegas, sin comprobar si es verdad, sin pasar por la criba de las exageraciones… En estos días nos creemos todo lo que pasa por las redes sociales, aunque no tenga firma, aunque no conozcamos de nada a la persona que nos lo dice… Estamos manipulados y no nos damos cuenta. Sin embargo, nos cuesta creer el mensaje de la resurrección. ¡Necesitamos signos! El mejor signo es la paz que la Palabra de Jesús nos deja, el poder de los que hacen realidad el evangelio cada día, la fraternidad que sentimos en la Eucaristía, la fortaleza que nos da la oración. Ahí está nuestro encuentro con el Resucitado. Igual que los discípulos de Jesús, no podemos callarnos lo que sentimos. No podemos dejar de anunciar el evangelio con palabras y obras. Eso, sí, siempre con respeto a los que no quieran escucharlo. Feliz Pascua. Aleluya

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