domingo, 12 de abril de 2020

Retiro: Domingo de Resurrección


Preparado por Israel Muñoz

ENCUENTROS PARA LA PASCUA


INTRODUCCIÓN.

Hemos vivido una Semana Santa bastante inusual, no hemos podido ir a bendecir el ramo, ni a acompañar a Jesús el día de Jueves Santo en el monumento, ni a adorar la cruz el Viernes Santo ni a encender nuestra vela del Cirio Pascual, pero pese a lo atípico de la situación ¡Cristo ha resucitado y sigue vivo entre nosotros!.

Seguimos manteniendo nuestra comunidad parroquial a través de la oración y por eso, este año, queremos continuar durante la Pascua nuestro retiro espiritual de Semana Santa y para ello proponemos hacerlo de una forma sencilla, a través de este pequeño cuadernillo que contiene reflexiones, oraciones, y diferentes propuestas para poder seguir viviendo estos días en clave de fe, valorando la Resurrección y cómo Cristo se sigue haciendo el encontradizo en nuestras situaciones cotidianas.

Sintamos la alegría de la Resurrección escuchado esta canción, uniéndonos así en espíritu a toda la comunidad parroquial.

Canción: ¡Mirad!, Él resucita hoy (disfruta también de los dibujos de Fano que ilustran el vídeo)




Muchacha en la ventana. Salvador Dalí.  

DESDE MI VENTANA. EL VALOR DEL AGRADECIMIENTO.

Desde que comenzó el confinamiento, hay un elemento de nuestra vida cotidiana que ha cobrado un protagonismo especial. Se trata de la ventana, el balcón, la terraza, cada uno lo que tenga. Un elemento que siempre ha estado ahí, pero que nunca le habíamos prestado tanta atención como hasta ahora. Es nuestra vía de escape, nuestra comunicación con el exterior, el lugar desde el que nos socializamos y desde el que hemos descubierto a nuestros vecinos, hasta el punto que si alguien no sale a aplaudir un día a las ocho de la tarde le echamos de menos.

Contemplad este cuadro de Dalí, se titula muchacha asomada a la ventana. Es una pintura que transmite tranquilidad, la protagonista contempla el mar desde su ventana y deja que el aire entre, tal y como lo demuestra el movimiento de las cortinas. ¿Hay algo más relajante que la brisa y el sonido del mar?.

Vivíamos en un mundo lleno de prisas y todo se ha parado. Y aún nos cuesta disfrutar de esos pequeños regalos de la naturaleza, del canto de los pájaros al abrir la ventana por la mañana o de ese airecillo en la quietud de la noche, cuando nos asomamos por última vez antes de irnos a dormir. Cuántas veces hemos escuchado en el Evangelio que no nos preocupemos por lo que va a pasar, que nunca tendremos un vestido tan bonito como el de las flores del campo, porque es Dios quien nos sigue haciendo el mejor regalo cada día, el regalo de la Creación, de todo lo que hay alrededor y especialmente de todas las personas que nos rodean y con quien compartimos la vida. Nuevas caras que hemos descubierto a través de las ventanas o esos otros rostros tan queridos que sólo hemos visto últimamente en la pantalla del móvil.

Señor, ayúdanos a agradecer cada día lo que nos regalas, a disfrutar de toda tu obra, a fijarnos en los detalles de lo cotidiano y a reconocerte en la brisa de cada día, que nos recuerdo que tu Espíritu estará siempre con nosotros. ¡Gracias, Señor!.

Os invitamos a escuchar atentamente esta canción, mientras nos fijamos y recordamos los detalles que Dios nos regala cada día.

Canción Detalles de Chambao.




El pan nuestro de cada día. José Vela Zanetti.

AL PARTIR EL PAN. EL VALOR DE LO COTIDIANO

Dentro del ciclo de la Pascua hay un relato que podemos haber escuchado mil veces en diferentes ocasiones, desde bodas hasta entierros y es que es uno de los pasajes más fascinantes del Evangelio. Nos referimos al relato del Camino de Emaús, que nos habla de esos dos discípulos que vuelven decepcionados a su pueblo, tras todo lo que había acontecido en Jerusalén, y que en el camino descubren a alguien que se hace el encontradizo y que les hace ver la vida de una forma diferente.

A la luz de este pasaje del evangelio es fácil comprender que nuestra vida es un camino, que son muchas las personas con las que nos vamos encontrando cada día y que a través de sus palabras y sus gestos nos hablan de Dios. No necesitamos grandes discursos, sino una conversación fluida en la que “arda nuestro corazón”, como el de aquellos discípulos, cuando Jesús les explica las escrituras.

¡Cuánto echamos de menos en estos días de confinamiento poder participar en la eucaristía!.  Muchas veces, asistir a misa se había convertido en una costumbre dominical y ahora, cuando no lo podemos experimentar presencialmente nos damos cuenta del valor que tiene para nuestras vidas.

Jesús, al instituir el sacramento de la Eucaristía en la noche de Jueves Santo no hizo grandes gestos que demostrasen su poder o su gloria, sino que quiso que le recordásemos con algo tan simple como partir el pan. El pan nuestro de cada día, que rezamos en el padrenuestro, el pan que tenemos como alimento básico y el vino de la alegría, de los banquetes compartidos con aquellos a quienes queremos.

Señor, quédate junto a nosotros, pues la noche nos da miedo, no sabemos cuánto durará esta tiniebla, pero tú nos das la confianza. Descubrirte en nuestro camino nos consuela, nos hace ver la vida de otra manera, tus palabras nos infunden paz, todo cambia, nuestra derrota se torna victoria porque has resucitado y te descubrimos entre nosotros en los gestos y las personas de cada día, especialmente al partir el pan. Gracias por seguir siendo el pan nuestro de cada día.

Ahora, mientras escuchamos esta canción, que tantas veces hemos cantado en tiempo pascual, recordemos a todas las personas que nos han hablado de Cristo y a través de las cuales hemos encontrado consuelo a nuestras preocupaciones.

Canción: Te conocimos Señor al partir el pan. Joaquín Madurga




Noli me tangere. Nicolás Poussin. 

UNA FE VERDADERA. EL VALOR DE LA PROMESA

En los últimos momentos de la Pasión, el relato del evangelio nos narra cómo los discípulos fueron abandonando a Jesús y sólo fueron unos pocos quienes se atrevieron a estar hasta el momento de la crucifixión. Entre ese pequeño puñado de gente abundan las mujeres, ellas también  son las primeras en descubrir la buena noticia de la Resurrección, porque acuden al sepulcro a embalsamar el cuerpo, una tarea que por las prisas y los preceptos litúrgicos judíos de guardar el sábado habían dejado sin hacer.

¡Las mujeres, siempre tan afanosas, tan pendientes de las necesidades!, como María en las bodas de Caná cuando demanda de Jesús el primer milagro,  porque a los novios les falta el vino, o Marta cuando visita Jesús su casa, o la samaritana que cada día acude a por agua al pozo y allí encuentra el agua de vida,…

Las mujeres del evangelio nos enseñan a tener una fe verdadera, a hacer nuestras tareas con verdadera dedicación, a creer en las promesas, a aportar nuestro trabajo diario para construir un mundo mejor.

Hay un episodio de la Pascua que nos narra el encuentro de María Magdalena con el Resucitado. Ella había ido al sepulcro para ver el cuerpo de Jesús, pero descubre que no está. Se encuentra con un hortelano a quien le dice que si ha quitado él el cuerpo que le diga dónde lo ha puesto. Cuando el hortelano la llama por su nombre ella descubre que es Jesús y se lanza a abrazarlo, pero él le dice “no me toques” y Magdalena va a contar a los discípulos lo que le ha sucedido.

En este pequeño relato del encuentro podemos destacar dos acciones de María Magdalena, una buscar y otra transmitir lo que ha experimentado a los demás. Estas dos acciones son la base fundamental de la vida del creyente, de quien demuestra tener una fe verdadera. Los creyentes tenemos que ser principalmente personas que creen en las promesas, en las promesas de Dios.  Nuestra vida tiene que ser un camino de búsqueda para encontrar al Resucitado, que no se manifiesta de la forma que esperamos sino desde la sencillez, en este caso de un hortelano. Y después del encuentro no hay que guardarse esa riqueza para uno mismo sino que tiene que ser compartida a través del testimonio de nuestras palabras y nuestras obras, que se note que nos sentimos salvados por la Resurrección de Jesús.

Señor, llámanos por nuestro nombre para que sepamos descubrirte en las personas más sencillas, que estemos siempre atentos a las necesidades de los demás y que sepamos contribuir con nuestro trabajo a construir un mundo mejor.

Canción: Cristo vive. Emilio Vicente Mateu




La incredulidad de Santo Tomás. Caravaggio. 

LA DUDA Y EL VALOR DE LA FE

“Señor mío y Dios mío”. Estas palabras que el evangelio nos pone en boca del apóstol Tomás, se las podemos haber escuchado alguna vez a personas mayores que estén a nuestro lado en misa, durante el momento de la consagración.

Dudar, al igual que errar, es de humanos. Hay una frase de la carta de San Pablo a los Romanos que dice “no hago el bien que deseo, sino el mal que aborrezco”, que puede resumir perfectamente lo que muchas veces nos pasa.

Tomás ¿no tenía fe?, ¿no había escuchado las palabras de Jesús en las que prometía que resucitaría al tercer día?.  Si, todo aquello también lo había experimentado, pero necesitaba ver y por eso pide pruebas tangibles. ¡Y vamos que las consigue!, toca las heridas de la Pasión, que conserva el cuerpo glorioso de Cristo como garantía de que es él quien ha resucitado.

Quizás nunca hayamos recalado en lo que significa tocar las heridas. Cristo nos hace una invitación que puede resultar subversiva y no es otra que para descubrirle Resucitado antes hay que acompañarle en el dolor, es decir, tocar las heridas de la sociedad, la lacra de la soledad, el abandono y el olvido de tantas personas que tienen heridas abiertas en la piel o en los sentimientos. Jesús nos invita a reconocerle resucitado en todas esas personas y sólo entonces poder decir “Señor mío y Dios mío”.

Señor, muchas veces tenemos que llegar a sentirnos necesitados para acudir a ti, sólo nos acordamos de invocarte cuando rugen tormentas en nuestra vida y sin embargo al contemplar al apóstol incrédulo nos recuerdas que son dichosos los que creen sin haber visto. Danos una fe verdadera que nos permita descubrirte en cada momento y agradecer todo lo que nos regalas cada día.

La fe siempre se fundamenta en el amor y por ello os invitamos a leer el himno al amor de la segunda carta el apóstol San Pablo a los Corintios o a descubrir ese mismo texto reinterpretado por José Luis

Perales en su canción Amor sin límite.




Espíritu Santo. Richard Hernández

CON LA FUERZA DEL ESPÍRITU. EL VALOR DEL TESTIMONIO

Los encuentros con el Resucitado no terminan en el Pascua. Tras haber demostrado en numerosas ocasiones a los discípulos que había resucitado, Cristo asciende al cielo y cada día resuenan más en nuestros corazones esas palabras “galileos, que hacéis ahí parados mirando al cielo”. No es el momento de quedarse contemplando, es el momento de la acción. La última fiesta de la Pascua, cincuenta días después de la Resurrección, es Pentecostés, la venida del Espíritu Santo.

Dios nos regala su Espíritu para que impulse y anime nuestra fe, para que nos dé su fuerza y podamos cumplir la misión de llevar la buena noticia a todos los pueblos.

Es la hora del testimonio. Al igual que las mujeres corrieron del sepulcro al cenáculo para contar que Cristo había resucitado, o del mismo modo que los discípulos de Emaús volvieron a Jerusalén para contar que habían encontrado a alguien especial en el camino, también a nosotros se nos tiene que notar la alegría de ser cristianos, pues creemos en la Resurrección y experimentamos la compañía de Jesús en todos los momentos de nuestra vida. Él es el Buen Pastor que cuida de sus ovejas, el sembrador que hace brotar la semilla de la fe, el pescador que a la orilla del lago o en mitad de la tempestad nos llama por nuestro nombre y nos dice “no tengáis miedo”.

El fuego del Espíritu que hemos recibido en los sacramentos tiene que ser esa lámpara que alumbre a toda la casa, a todas las personas con las que estemos en los distintos momentos del día. Que se nos note en cada momento, en cada detalle que somos los portadores de un gran tesoro, la vasija de barro que lo contiene.

Desde nuestra sencillez, Señor, haznos portadores de tu luz, de tu Palabra, para que todo el mundo conozca la alegría de la Pascua de cada día.

Canción: Id y enseñad. Cesáreo Gabaráin.




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