Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 14, 27-31a)
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo yo».
Palabra del Señor.
COMENTARIO
Este texto está pronunciado por Jesús durante la última cena. Es su discurso de despedida a los suyos, aunque en el contexto litúrgico en el que estamos, también lo podemos aplicar al momento de la Ascensión.
Para los judíos, dar la paz se convertía en el gran saludo: shalom. También Jesús deja y da la paz a sus discípulos. También nos la da a nosotros. Su paz no es un saludo trivial, es un regalo profundo dado a sus seguidores para que no teman ante las adversidades, para que el corazón no sienta turbación ni cobardía. Sabía que se iban a enfrentar a grandes dificultades: primero la muerte de Jesús; después de la resurrección, las persecuciones; por último, incluso, llegarían al martirio.
También nosotros nos enfrentamos cada día a pequeñas o grandes dificultades. Eso nos asusta y acobarda. Jesús nos recuerda que el miedo que sentimos es precisamente el poder que el príncipe de este mundo tiene en nosotros. A Jesús le pueden quitar la vida, pero sabe que el Padre es su origen y su meta, por eso no duda en entregarla, aunque también siente angustia, como humano.
La vida que tenemos es hermosa y merece ser vivida sin miedo, sin los temores que nos provoca este mundo y sus príncipes, porque sabemos que el Padre nos espera y nos acoge en sus moradas. ¡Cuántos mártires en la historia de la Iglesia han dado su vida por el Evangelio! Monseñor Óscar Romero, que vivió amenazado por defender los derechos humanos, es un ejemplo de vida que no renuncia al Evangelio aunque estuvo presionado por los príncipes de este mundo. Seguramente sintió miedo, pero la paz de Jesús le dio valor para seguir adelante en su tarea. Al final, fue asesinado.
Le pedimos a Jesús hoy que nos de su paz, especialmente cuando nos toque vivir momentos difíciles. Feliz martes
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