sábado, 16 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 15, 18-21)

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.
Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
A veces nos pensamos que seguir a Jesús es un camino de rosas. Nos gusta porque la espiritualidad nos equilibra interiormente, porque la liturgia es algo hermoso que ilumina nuestros pasos, porque la comunidad parroquial a la que pertenecemos nos ayuda a vivir… Pero Jesús nos advierte: “el que quiera seguirme, cargue con su cruz…” La cruz está siempre presente en el seguimiento, aunque no todo es cruz, también hay cara, como en las monedas.
Las primeras comunidades cristianas vivieron, a veces con mucha amargura, esta cruz. Fueron expulsados de la comunidad judía y sufrieron muchas persecuciones. Si leemos los Hechos de los apóstoles podremos ver la cantidad de veces que Pablo y los otros apóstoles fueron apaleados y encarcelados. Todos murieron mártires. Y sin embargo, la fe siguió extendiéndose. Algo tenía el mensaje de Cristo que no conseguían sepultarlo a pesar de las persecuciones. El evangelio de hoy está escrito en este contexto de persecución. Por eso recuerda vivamente las palabras de Jesús que advertían del odio del mundo. En occidente, en la actualidad tenemos libertad religiosa, y no hay estas persecuciones que sufrían las primeras comunidades. Pero aún hay muchos países en el mundo en los que mueren cristianos por persecución religiosa (Nigeria, algunos países de Oriente Medio, India, China…). Por desgracia, hubo un tiempo oscuro en que nuestra Iglesia también persiguió a las personas de otras religiones.
El odio del mundo a los discípulos de Cristo no solo está en en la persecución religiosa, sino también en la vivencia del mensaje, de la Palabra. Vivir la Palabra y llevarla hasta las últimas consecuencias puede molestar a los que son de este mundo. A veces no suelen gustar los que trabajan por la justicia o por la paz, según se nos invita en las bienaventuranzas. Tampoco son bienvenidos los que denuncian los excesos de los poderosos de este mundo, tal y como lo hacía Jesús. Esa es la cruz de los cristianos. Si nuestro maestro la sufrió, nosotros no vamos a ser menos, si le somos fieles. Ante el odio del mundo, nuestra respuesta siempre es mansa, pero con valentía; pacífica, pero con dignidad; misericordiosa, pero con perseverancia… Poner la otra mejilla no implica ser unos cobardes. Que el poder del evangelio nos haga valientes cada mañana.

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