sábado, 23 de mayo de 2020

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 16, 23b-28)

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará.
Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente.
Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios.
Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre».
Palabra del Señor.


COMENTARIO
Cuando entendemos la fe a modo de una religión mágica, pensamos en el Dios Todopoderoso que nos concede lo que le pedimos si le servimos como es debido. En este tipo de religiosidad, Dios concedería sus favores a los que le son gratos, a los que cumplen con su deber de ser “como Dios manda” Pero este tipo de religiosidad hace aguas por todas partes. El santo Job era justo y bueno, y las desgracias se cebaron con él. Así hay millones de personas, que como el santo Job, sufren lo indecible, aunque llevan una vida honesta y honrada. ¿Acaso se olvida Dios de los suyos?, ¿es que no responde a las peticiones que le hacemos?
Cualquiera que lea atentamente el evangelio, se dará cuenta de que las cosas no son así. Jesús nos invita a pedir al Padre, pero nos pone una condición: pedírselo “en mi nombre”. Pedir en el nombre de Jesús, significa estar en unión con él. No hemos de pedir cualquier cosa, hemos de pedir del modo que pide Jesús.
Podríamos resumir las peticiones de Jesús en las siete súplicas que él mismo hace en el Padrenuestro. Pedimos al Padre que nos contagie su santidad; que se haga realidad su Reino aquí e la tierra; que vivamos en todo momento haciendo su voluntad, no la voluntad y los intereses de este mundo; que nos dé el pan de cada día; que nos cubra con su perdón para que nosotros también aprendamos a perdonar; que nos ayude a no caer en las tentaciones que diariamente nos pone este mundo; que nos libre de entrar en la esfera del mal.. Pero todo lo que Dios nos da, ha de ser ejecutado por todos nosotros: Dios nos contagia su santidad, pero somos nosotros quienes debemos ser santos. El Padre Dios nos ha mostrado claramente cómo es su Reino de paz, justicia, amor…, pero somos nosotros quienes lo tenemos que hacer realidad aquí en la tierra… Cada petición del Padrenuestro viene cargada de una propuesta de acción para nosotros. Visto así, quizá no nos atreveríamos a pedirle a Dios tantas cosas. Sin embargo, Jesús insiste: “pedid y recibiréis”. Ya sabemos que somos pecadores y limitados. Por eso le pedimos cada día más insistente al Padre para que por medio del Espíritu se hagan realidad nuestras peticiones. Nuestra vida puede ser un don de Dios. Por eso los santos se dan cuenta de que sus buenas obras no son suyas, sino del Padre. Feliz sábado

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