domingo, 31 de mayo de 2020

Evangelio del Domingo


DOMINGO DE PENTECOSTÉS

PRIMERA LECTURA 
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 1-11)
AL cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.
Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo:
    «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».
Palabra de Dios.

Salmo responsorial (Sal 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34 (R/.: cf. 30))
R/.   Envía tu Espíritu, Señor,
        y repuebla la faz de la tierra.
        V/.   Bendice, alma mía, al Señor:
                ¡Dios mío, qué grande eres!
                Cuántas son tus obras, Señor;
                la tierra está llena de tus criaturas.   R/.
        V/.   Les retiras el aliento, y expiran
                y vuelven a ser polvo;
                envías tu espíritu, y los creas,
                y repueblas la faz de la tierra.   R/.
        V/.   Gloria a Dios para siempre,
                goce el Señor con sus obras;
                que le sea agradable mi poema,
                y yo me alegraré con el Señor.   R/.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1 Cor 12, 3b-7. 12-13)
Hermanos:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo.
Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.
Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Palabra de Dios.

SECUENCIA
Ven, Espíritu divino,
   manda tu luz desde el cielo.
   Padre amoroso del pobre;
   don, en tus dones espléndido;
   luz que penetra las almas;
   fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
   descanso de nuestro esfuerzo,
   tregua en el duro trabajo,
   brisa en las horas de fuego,
   gozo que enjuga las lágrimas
   y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
   divina luz, y enriquécenos.
   Mira el vacío del hombre,
   si tú le faltas por dentro;
   mira el poder del pecado,
   cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
   sana el corazón enfermo,
   lava las manchas, infunde
   calor de vida en el hielo,
   doma el espíritu indómito,
   guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
   según la fe de tus siervos;
   por tu bondad y tu gracia,
   dale al esfuerzo su mérito;
   salva al que busca salvarse
   y danos tu gozo eterno.


Aleluya

R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.
V/.   Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
        y enciende en ellos la llama de tu amor.   R/.

EVANGELIO 
Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 20, 19-23)
AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
    «Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
    «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
    «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Palabra del Señor.


HOMILÍA
El día de Pentecostés es una de las grandes fiestas de la Iglesia. Es una pena que pase un poco desapercibida entre los cristianos, así como el sacramento de la Confirmación. Sin Espíritu, el evangelio se queda en un libro histórico de admirable literatura. Sin Espíritu, no son posibles los sacramentos;  la Eucaristía no podría existir si el Padre no envía su Espíritu para que transforme el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo; el Sacramento de la Reconciliación no podría existir, si el Espíritu no nos da el poder para perdonar o retener los pecados…
El Espíritu nos ayuda a hablar con un lenguaje que todos entienden, tal y como les pasó a los apóstoles cuando recibieron las lenguas de fuego y se pusieron a hablar, y todos les entendían. Hoy escuchamos tantas palabras, a menudo falsas e interesadas, que necesitamos la frescura del Espíritu para enfrentarnos a la verdad. El lenguaje también es importante, como lo es el contenido de lo que decimos. Va todo en el mismo bloque. Deberíamos preguntarnos en la iglesia si nos dejamos conducir por el Espíritu, porque muchas veces no se nos escucha, no se nos entiende, quizá porque nos falta claramente la frescura, la autenticidad del Espíritu. Laicos poco convencidos, clero muy desanimado… Son evidencias de que transmitimos poco, de que no nos sentimos enviados por Jesús, ni conducidos por el Espíritu en todo lo que hacemos.
Por otro lado, están las divisiones. Evidencian la ausencia del Espíritu Santo en nuestras vidas. Hay que renovar la ilusión en nuestra iglesia, ilusión por construir una comunidad al estilo de Jesús, una comunidad de hermanos que buscan estar unidos, a pesar de sus disputas, de sus choques… La comunidad verdadera no es la comunidad perfecta, ni la comunidad ideal. El Espíritu nos reúne para que seamos hermanos, aceptando nuestras debilidades, corrigiéndonos en nuestras miserias, animándonos en nuestros cansancios. Esa es la comunidad del Espíritu, que busca la unidad, no la uniformidad. Por eso San Pablo nos recuerda la importancia de respetar la diversidad de dones y carismas. La unión en Cristo ha de construirse cada día a partir de nuestras diferencias. Cualquier intento de apagar los carismas de los demás, es ahuyentar al Espíritu Santo.
La presencia de María y otras mujeres entre los apóstoles que recibieron el Espíritu, nos recuerda que la evangelización es cosas de todos. María, que recibió el Espíritu desde el principio, antes que nadie, es siempre modelo de espiritualidad desde la sencillez de vida, modelo de evangelización para la Iglesia, porque siempre ha de ser madre que entrega la vida por todos los hombres del mundo.
Espíritu Santo, danos tus siete dones para que podamos comenzar una nueva vida, como si comenzara una nueva creación, como si fuera el primer día de la semana, el primer día de la vida. Abre nuestras puertas cerradas por el miedo y la oscuridad. Inúndanos de tu paz y tu alegría. Feliz Pentecostés a todos.

NOTA:
 Ante el final de la Pascua y el próximo final del confinamiento, dejaremos de publicar los comentarios diarios del evangelio. Eso no implica que la Palabra de Dios siga estando muy presente en la oración de cada uno. Quisiera agradecer la labor de Jorge Mongil, el encargado del blog parroquial. Cada día, ha publicado todos los textos y canciones en dicho blog. Muchas gracias por tu trabajo, Jorge. Muchas gracias a todos los que habéis mantenido durante este tiempo de confinamiento el espíritu de comunidad parroquial.
Un abrazo de hermano y amigo a todos.
José Carlos

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