viernes, 26 de marzo de 2021

Pórtico de la Semana Santa 2021


LA CRUZ, EL CARPINTERO Y EL EVANGELIO DE LO COTIDIANO

INTRODUCCIÓN

Por segundo año consecutivo vamos a vivir una Semana Santa diferente. No habrá procesiones en las calles, aunque en este 2021 sí que podremos reunirnos para celebrar la parte fundamental de la Semana Santa que son las celebraciones del triduo pascual, eso sí, con restricciones no sólo en el aforo sino que también en la liturgia, eliminándose por ejemplo el rito del lavatorio de los pies.

Aprovechemos la ocasión para dedicar un rato al silencio, a la oración, a la contemplación de los misterios que celebramos en estas fechas, a volver a las fuentes releyendo y meditando el Evangelio y hagámoslo de la mano de San José, el carpintero de Nazaret y padre terrenal de Cristo. Descubramos a través de sus gestos y de sus obras esos detalles que pasan habitualmente desapercibidos para vivir intensamente este tiempo que lleva de la Pasión a la Resurrección.

LA CRUZ

La imagen más simbólica de la Semana Santa, tanto que llegó a convertirse en el símbolo del cristianismo, es la cruz. Para muchas personas puede resultar paradógico que un instrumento de sufrimiento y muerte pueda convertirse en un símbolo de Salvación.

Mirar la cruz es contemplar la propia vida. Nadie estamos exentos de cruces, de cargas, de tareas que se hacen cuesta arriba, de personas que no nos acaban de gustar, de ideas que no entendemos o con las que nos cuesta convencer. Estamos llenos de miedos, discusiones, enfrentamientos, incoherencias, cruces que nos apartan del disfrute de la vida, de vivir cada día la verdadera alegría.


EL CARPINTERO

El Papa Francisco ha querido que durante este año pongamos nuestra mirada en San José, un santo poco conocido pero que hace ciento cincuenta años fue declarado Patrón de la Iglesia Universal y por algo será.

San José es el santo de lo cotidiano, del trabajo, del silencio, del segundo plano, del esfuerzo, de las dificultades, de los sueños y todo eso es lo que podemos meditar durante estos meses. Llegados a la Semana Santa dejemos que el santo carpintero nos acompañe para fijarnos en los detalles insignificantes, en lo que habitualmente pasan desapercibidos entre el boato y la solemnidad.

¿Y si le hubieran encargado a José hacer la cruz de Jesús?. Cada día nos desvivimos por los hijos, queremos lo mejor para ellos y siempre estamos evitando que les pasen cosas malas. No sé, es probable que José nunca hiciera cruces, seguro que ese trabajo ya estaría monopolizado en Jerusalén, sería alguna empresa quien fabricara, casi en serie las cruces. Viendo los intereses políticos, la agitación de las masas que se da entre el pueblo, cuando tienen que elegir entre soltar a Jesús o a Barrabás, se hace difícil creer que un humilde carpintero fuera el encargado de construir las cruces como instrumento de martirio.

Pero hay algunas representaciones de San José, como la que aparece en la vidriera principal de nuestro templo parroquial, en la que San José está en el taller de Nazaret fabricando una cruz incluso ayudado por el joven Jesús. Cristo, durante toda su vida, estuvo haciendo siempre la voluntad del Padre. Durante la Semana Santa recordamos ese momento crucial de Getsemaní, Jesús se retira al monte de los olivos para orar y pide encarecidamente “aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”.

José también nos enseña a cumplir la voluntad del Padre, los designios de Dios. Es capaz de dejar todo, de escuchar, de fiarse de las palabras del ángel escuchadas en sueños para convertirse en padre y protector del pequeño Jesús, del Dios hecho hombre, del que, como dijo el anciano Simeón “será signo de contradicción entre los pueblos, pero está puesto para que muchos caigan y se levanten, será luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo, Israel”.

Nadie es profeta en su tierra. “¿De Nazaret puede salir algo bueno?. Esa es la cruz de la incomprensión, de la falta de respaldo de la sociedad, la cruz de la soledad que tan de actualidad está y seguro que esas palabras también le dolían a José.

Pero la devoción nos muestra a San José como una persona benévola, como alguien con arrojo que se pone en camino para cumplir con los preceptos pero sobre todo para no dejar solos a esa Madre y ese Niño tan especial. Huye a Egipto, sin nada, sabe lo que es “salir corriendo” perder toda seguridad para reinventarse, volver a construir y seguir viviendo.
 

EL EVANGELIO DE LO COTIDIANO

¡Qué pena que San José casi no aparezca en el Evangelio!. La verdad que gran parte de lo que sabemos del glorioso patriarca se lo debemos a los evangelios apócrifos, a aquellos que quedaron descartados de los libros canónicos del Nuevo Testamento. Se entiende que los relatos de los cuatro evangelistas vayan más a lo esencial del mensaje de Cristo, pero quizás nos hubiera acercado más a Jesús conocer cosas y tareas de su día a día.

José era carpintero. Un oficio humilde, sencillo, un artesano que creaba con sus manos, su esfuerzo y la ayuda de las herramientas del taller cualquier objeto de la vida cotidiana. Es probable que Jesús también aprendiera el oficio de carpintero, como aprenden los niños, jugando, compartiendo ratos de la tarea, ayudando en la medida de sus posibilidades, e incluso arrimando el hombro en momentos de necesidad.
 

En los relatos de Semana Santa e incluso en los de la vida pública de Jesús no aparece José por ninguna parte. Es probable que muriera antes de que ocurriera aquel inicio de etapa pública en la sinagoga, cuando dice Jesús que hoy se cumple la escritura y va a proclamar la Buena Nueva y la Salvación, busca a sus discípulos, despreciando a sabios y a ricos y comienza a recorrer los caminos de Galilea, pasando por las aldeas y dejando poso en aquellos que no endurecen el corazón y escuchan su voz.

Seguro que Jesús, durante su vida, recordó muchos de los ejemplos que le dio José. Seguro que se acordó del carpintero cuando vio descender desde el tejado de la casa esa camilla de madera que llevaba al enfermo, o al citar el celemín bajo el que no se debe poner la lámpara, o el candelero de madera, o el cabecero de la cama en la que estuvo postrado el buen samaritano en la posada, o la barca de Pedro, que también era de madera, o tantos y tantos utensilios que cita el evangelio y que sin duda pudieron salir de las manos del carpintero.

Pero sin duda hay una creación del oficio del carpintero que es fundamental dentro del Evangelio, es la mesa. Esa mesa sobre la que se celebró la última cena, en la que se congregaron los más allegados para celebrar una despedida con promesa, una fiesta que luego se tornaría en llanto y en desilusión para culminar a los tres días con alegría perpetua. Una mesa, como la de los discípulos de Emaús, que descubren el por qué ardía su corazón mientras compartían camino con aquel encontradizo. Una mesa, en la que a través del gesto cotidiano de partir y repartir el pan se convierte en el altar sobre el que se ofrece el propio Cristo, muerto, resucitado y conmemorado en cada Eucaristía.

Que vivamos esta Semana Santa fijándonos en los detalles, en cada utensilio de lo cotidiano, en cada vivencia, en cada persona, para reconocer la presencia de Cristo iluminada por el varón justo, el carpintero que lleva de la mano al Salvador del mundo.
 

Semana Santa 2021. Israel Muñoz Rodríguez

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